Santiago Gutiérrez-Brodard, el médico ovetense para el que la Fiscalía pide diez años por falsificar recetas y vender morfina a terceros, negó ayer en la Sección Tercera de la Audiencia que se dedicase al tráfico de este opiáceo. El galeno rechazó haberse quedado la morfina y consideró justificado su uso, porque esa sustancia "no es una bestia". Tres médicos de los pacientes a los que recetó supuestamente esta sustancia pidieron no comparecer, pero han vuelto a ser convocados para el día 25.

El facultativo justificó las cantidades de morfina que recetó por carecer de un lugar donde guardar las dosis. "Cogía dos cajas por la mañana para mis pacientes y lo que no administraba lo destruía. No quería dormir con cajas de morfina en casa", aseguró. La fiscal antidroga puso en duda estas excusas, indicando que lo que administraba el médico multiplicaba por ocho la cantidad consumida en las unidades del dolor asturianas. De 2010 a 2013 recetó casi 1.500 envases de morfina, unas 15.000 dosis, valoradas en 55.000 euros. Dos tercios las recetó a su madre, que sufría, dijo, "una lumbociática con hernia".

Para Gutiérrez-Brodard, el temor de los médicos a la morfina es injustificable. "La morfina no es una bestia", llegó a asegurar. El médico consideró justificado no haber seguido la "escala analgésica" y pasado del ibuprofeno a la morfina sin pasos previos. "Yo estoy allí todo el día, veo el devenir del paciente, sé si están tristes, dolorosos, veo cuándo no pueden caminar, cuándo no pueden ni comer por el dolor", explicó. "Necesitaban la morfina para su bienestar. Soy libre de administrarla cuantas veces sea necesario, sin dar cuenta a ningún otro médico. Ningún familiar me ha denunciado, sólo han mostrado agradecimiento", añadió.

Y explicó que era normal que él mismo recogiese la morfina, al tratarse de pacientes "incapacitados". También tuvo salida para explicar por qué las administraciones no figuraban en las hojas de medicación. "Lo administraba yo, con responsabilidad. A veces para hacerlo con cariño. Las agujas más finas para no causar dolor las tengo yo", dijo.

Gutiérrez-Brodard recetó morfina a una paciente un día después de su muerte. "Nadie me avisó del fallecimiento y fui por la mañana a cogerle morfina", explicó. No pudo explicar por qué había recetado morfina a un paciente muerto nueve días antes. "Nadie me dijo que dejase de comprar esas cantidades", indicó. "De hecho, he seguido haciéndolo. Nunca me quedaba con nada", dijo. La médica de cabecera de una de las pacientes dijo desconocer que se le hubiese administrado morfina, y que "por cortesía" deberían habérselo dicho. También consideró poco lógico que se administrase la droga por vía subcutánea. El gerente de uno de los centros geriátricos, José Pedro González Avella, justificó que Brodard manejase la morfina, ya que le "daba más confianza". Francisco Fernández-Guisasola, secretario del Colegio de Médicos, recalcó la libertad del galeno para prescribir este medicamento, y añadió que la comisión deontológica no halló motivos para denegarle los talonarios de recetas. La defensa, a cargo de Ricardo Álvarez-Buylla, pidió retrotraer el caso a la instrucción, ya que cuando declaró en esa fase no fue informado de los delitos por los que fue luego acusado.