La candidatura focalizó su presentación en 16 monumentos a lo largo de todo el camino, cuatro de ellos asturianos. Son la catedral de Oviedo con su Cámara Santa, la iglesia y el monasterio de San Salvador de Cornellana, la iglesia de San Salvador de Priesca, en Villaviciosa, y la iglesia de Santa María y su casa rectoral, en Soto de Luiña, en Cudillero. También se incluye el monasterio de Santo Toribio de Liébana, tierra cántabra muy cercana a la frontera con la montaña asturiana y las Peñamelleras.

Adolfo Rodríguez Asensio aseguraba ayer que la candidatura estaba muy justificada. "La Unesco la había aparcado en 2007 y ahora supimos retomarla. No fue sencillo porque entran en juego cinco comunidades con sistemas legislativos y de protección del patrimonio distintos".

Se jugaba con una ventaja. El Camino Francés, la senda española más importante de peregrinación a Santiago de Compostela, ya es Patrimonio de la Humanidad desde 1993.

La idea ahora era completar mapa a base de argumentos. Uno era la puesta en valor "del intercambio cultural, tecnológico y artístico durante muchos siglos" que supusieron las distintas vías de acercamiento a Compostela. Un Camino, en todas sus variantes, que es mucho más que eso: "Es un eje de transmisión de ideas, influencias culturales e intercambios diplomáticos y humanos".

Los caminos del norte "cumplieron un papel extraordinario en la unidad de Europa en un período histórico muy complejo, como fue el posterior a la caída del Imperio Romano y los primeros siglos medievales. Este papel se mantuvo a lo largo de los años y permitió, por encima de conflictos y períodos de rupturas o desencuentros, que se perpetuara un diálogo continuado entre los pueblos", señalaba ayer una nota del Principado de Asturias.

El Camino de la Costa, con sus más de 900 kilómetros de los que más de una cuarta parte recorren paisaje asturiano es efectivamente costero desde San Sebastián hasta la ría del Eo. A partir de ahí, bien por un ramal que sale de Ribadeo, bien por otro que parte de tierras de Tapia de Casariego por el interior hacia Vegadeo y, de ahí, a Mondoñedo, los peregrinos enfilaban Galicia dejando la ciudad de Lugo al sur.

El Camino Primitivo sí pasa por Lugo capital, para unirse un poco más adelante al Camino Francés. Se trata de la primera ruta, nacida en tiempos de la monarquía asturiana. La tradición cita a Alfonso II como el primer peregrino, en el primer cuarto del siglo IX, tras el descubrimiento de la supuesta tumba del apóstol.

La candidatura conjunta incidió en los Caminos de Santiago del Norte como "testimonio excepcional de la civilización cristiana a lo largo de su historia" y en la evolución "en el ámbito litúrgico y en las manifestaciones de devoción popular", con especial énfasis en el culto a las reliquias y tumbas de los santos, el principal atractivo de Oviedo para los peregrinos medievales.

"Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no a su señor". Puede ser entendido como el primer eslogan turístico ovetense. Era coletilla peregrina para proclamar la importancia de Oviedo en el mapa de las rutas jacobeas, plagado de albergues, hospitales de peregrinos, encrucijadas y peligros.

La declaración de Patrimonio Mundial no incluye -porque no fue presentado- otro ramal histórico de peregrinaje que unía las ciudades de León y Oviedo, a través del Pajares. Como el calendario no apremiaba, mucho peregrino cubría esos aproximadamente 120 kilómetros que separan las dos capitales, al calor de las reliquias asturianas.

La jornada de ayer fue tuvo algo de punto final. Rodríguez Asensio hablaba de "misión cumplida" y sacaba pecho, merecidamente: "ayudé a lograr dos declaraciones de Patrimonio Mundial para Asturias, las cuevas prehistóricas y el Camino del Norte". Ana González se refirió al "broche de oro de la legislatura".