La declaración de Patrimonio de la Humanidad para seis monumentos del arte Prerrománico asturiano tuvo lugar en 1985 y afectaba a San Julián de los Prados (Santullano), Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y la Cámara Santa (en Oviedo), a Santa Cristina de Lena y a San Salvador de Valdediós, en Villaviciosa.

Hace tan solo unos meses que se cumplieron los treinta años desde aquella histórica decisión de la Unesco que puso al Prerrománico en el mapa mundial. Tres décadas más tarde muchos de los monumentos tienen asignaturas pendientes en materia de conservación y accesos, y falta mucho por recorrer en materia de sentido de pertenencia por parte de los asturianos.

En el año 2008, la Unesco dio el visto bueno en Canadá a la declaración de Patrimonio Mundial a cinco joyas del arte rupestre del Paleolítico. Son las cuevas de Candamo, Tito Bustillo, Llonín, La Covaciella y El Pindal, que se unían a una candidatura conjunta con cuevas del País Vasco y Cantabria. Cinco años más tarde está sobre la mesa de la Administración la necesidad de repensar los regímenes de visitas y de lograr una gestión unificada y más moderna de esas cinco cuevas que se complementan con otras no declaradas Patrimonio Mundial pero de especial importancia científica y artística.

Lo conseguido ayer en Bonn deja a Asturias en una situación sorprendente. Poco más de diez mil kilómetros cuadrados en la periferia y un millón de habitantes dan para tres Patrimonios Mundiales. Pocos territorios pueden presumir de ello.

"Ojalá todo esto sirva para que todos nos concienciemos de la riqueza patrimonial de Asturias", señaló ayer la consejera de Cultura tras la asamblea plenaria del Comité de Patrimonio de la Unesco.