"Lo difícil es mantener regularidad en la buena calidad de tus productos. En repostería influye todo, cada día es distinto, se requiere método y respeto a tiempos y temperaturas. A fin de cuentas éste es un trabajo que depende de nuestras manos". Alejandro Montes Suárez, langreano nacido en 1984, es el "Asturiano del mes" de junio, galardón concedido por LA NUEVA ESPAÑA por haberse convertido en tiempo récord en un referente de la nueva pastelería madrileña y en un ejemplo de gestión comercial a partir de materias primas de alta calidad y creatividad en su presentación.

Montes es el fundador de la marca Mamá Framboise, que ya cuenta en Madrid con seis establecimientos, dos de los cuales incorporan salón de té. Todos en lugares céntricos y emblemáticos de la capital, salvo uno ubicado en el aeropuerto Adolfo Suárez, en la T-1. Su sueño, "poner mi granito de arena para llevar la alta repostería al lugar que le corresponde", en un país donde "quizá siempre se valoró más la cantidad que la calidad", una costumbre "que por fortuna está cambiando".

"Honrado y emocionado". Dos sentimientos que ayer se entrecruzaban en Alejandro Montes cuando supo la concesión del premio. Su perfil de repostero se aparta del tópico. "Hay que transmitir, no esconderse en el obrador". El secreto del éxito, que comenzó hace cuatro años con la apertura de su primer Mamá Framboise en la calle Fernando VI, tiene mucho que ver con la unión de dos pasiones: la comercial y la dulcera.

Alejandro Montes se recuerda en la pastelería Venecia, de Sama, donde sus padres, que se iban muy temprano a trabajar, le dejaban en compañía de unos amigos íntimos hasta que el bus escolar pasaba a recogerle: "Allí, en el obrador de Aurora y José Ángel, comencé a fascinarme por aquellos olores. Yo era un crío de 5 años pero son sensaciones que siempre me han acompañado".

Una vida lejos de Asturias

El destino profesional marcado. "Terminé el Bachillerato y estaba lleno de dudas sobre lo que quería estudiar. Me encanta el periodismo y la arqueología, pero al final me decidí por la repostería. Me fui a una escuela profesional en Barcelona, viajé mucho, llevo trece años fuera de casa, todo esto me ha supuesto un esfuerzo enorme, pero creo que mereció la pena".

Montes se declara "perfeccionista y buscador de simetrías". La repostería le da pie para dar rienda suelta a sus cualidades. "Siempre digo que soy una mezcla del carácter de mis padres. Mi padre falleció hace pocos años pero era un hombre que buscaba siempre la perfección, metódico y con paciencia". La creatividad es de origen materno. Alejandro se considera "repostero puro".

Lo sabía por sí mismo desde hace mucho tiempo, y se lo recordó el jurado que le concedió en el año 2010 la medalla de oro del Open de Francia de Postres. Ganar en el país vecino un certamen de dulces puede calificarse de todo menos fácil. Lo consiguió este asturiano que creció viendo en la cocina a su madre y a su abuela y que está convencido de que la pastelería bien hecha tiene "mucho de arte" y es un campo profesional "que me permite expresarme con un trabajo artesano".