La enfermedad demográfica asturiana agudiza la dolencia crónica de un enfermo grave. El recuento de nacimientos y defunciones de la primera mitad del año, recién divulgado por la Sociedad de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), recrudece los números rojos hasta llevar la pérdida de población por motivos vegetativos hasta niveles desconocidos en este periodo al menos en el último cuarto de siglo. La diferencia entre los alumbramientos y las muertes, que ha sido invariablemente negativa desde los años noventa, sustrajo 4.130 habitantes más a Asturias entre enero y junio, muchos si se considera que nunca un primer semestre había superado los 4.000 en los últimos 25 años, demasiados incluso para la comunidad autónoma que desde los ochenta ofrece con persistencia los peores registros de natalidad y mortalidad del país.

La primera mitad de 2015 se consumió con la cifra más baja de nacimientos en este periodo desde 1998 y con el registro más elevado de defunciones en una serie que empieza a contar en 1990. El cómputo provisional de Sadei suma 3.209 alumbramientos, a un ritmo medio de casi 535 al mes y algo menos de dieciocho al día, y 7.339 muertes, 1.220 cada mes y a más de cuarenta por jornada. El resultado es una resta de población por motivos estrictamente vegetativos, sin contar el efecto de los movimientos migratorios, que bate los peores registros de una región acostumbrada a la plusmarca nacional de la penuria demográfica. El descenso al detalle dice que los 490 nacimientos del mes de abril son el segundo recuento mensual más bajo desde febrero de 1998 o que los 1.505 muertos de enero marcan asimismo la segunda cifra más gruesa de toda la serie desde 1990.

Hace algunos años que además la crisis ha recortado el tímido incremento de población que Asturias experimentaba como consecuencia de su limitada capacidad receptora de inmigrantes, de forma que ya ninguno de los dos pilares del censo lo sostiene adecuadamente. La mezcla de la retracción de la natalidad con el incremento de la mortalidad ha hecho descender la cifra total de asturianos invariablemente en las últimas dos décadas, la caída del poder de atracción para los residentes en otras regiones o países lo hace de 2012 en adelante y Asturias ha vuelto, como consecuencia del efecto combinado de ambos procesos, a los niveles de población que tenía en los años sesenta del siglo pasado.

La suma de la caída demográfica con la migratoria llevó al Principado a experimentar el retroceso demográfico más acusado de España en 2014, más de 9.200 personas en el último recuento del Instituto Nacional de Estadística (INE). La pérdida por motivos migratorios fue el año pasado la más acusada del ciclo y acompaña a la caída vegetativa en dirección a un pozo sin fondo. La perspectiva de los especialistas ha reclamado con insistencia, para tratar de atajar el problema, una reforma estructural difícil de abordar con los parámetros cortoplacistas más del gusto de la política española. Pensando en la insostenibilidad de una sociedad envejecida y cada vez más menguada en su tasa de reemplazo, han hablado de una estrategia integral que ataque la cuestión desde distintos flancos que van de la protección social al mercado de trabajo y de aquí, entre otros muchos, al de la vivienda o la política fiscal.