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Las feministas de Dios

Firmine Loko y Dominica Mmaduike, dos monjas en el corazón de África, pero vinculadas a Asturias, luchan para liberar a las mujeres del sometimiento social

Dominica Mmaduike, en el monasterio de San Pelayo en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Firmine Loko y Dominica Mmaduike son dos monjas de Benín y Nigeria, respectivamente. Ambas hablarán mañana a las doce en una mesa redonda en Covadonga sobre sus experiencias y la situación de la mujer en África. "Trasmitimos el amor de Dios a todos aquellos que lo necesiten", afirma Loko.

Firmine Loko pertenece de la congregación Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor. Es licenciada en Psicología. Ella y sus compañeras llevaron a cabo durante casi tres años una labor de solidaridad en su propio país, Benín, sobre aspectos relacionados con la sanidad, la educación y la promoción de la mujer, además de evangelizar.

En sanidad, las franciscanas trabajan en cuatro centro sanitarios, dos en el norte y dos en el sur del pequeño país de la costa Oeste africana. Aunque atienden a urgencias, principalmente se dedican a las consultas médicas y nutricionales. "Hay niños que llegan al hospital casi muriéndose. Al cabo de un mes, el pequeño ha cambiado completamente", dice la franciscana. En estos centros, también enseñan a las madres a alimentar adecuadamente a sus hijos y les facilitan recetas de papillas. "Algunas madres son muy jóvenes y no saben cómo mantener al niño".

Firmine explica que en el norte se dan más casos de niños huérfanos, a los que también cuidan. También tienen abierto un centro de enseñanza en asistencia sanitaria para aquellos que quieran formarse en la profesión. "Se están formando durante cuatro años. Después, pueden trabajar en el mismo centro o irse a otro", cuenta la franciscana. En las zonas rurales, donde el acceso a la sanidad es restringido, las misioneras crearon un hospital ambulante. Recorrieron todos los pueblos del país, atendiendo y vacunando a quien lo necesitaba. Además del hospital ambulante, también realizan talleres para las mujeres en las plazas de los pueblos. Los hombres son invitados a participar, pero apenas acude uno.

Las misioneras abrirán un colegio en octubre. "Contamos con becas para escolarizar a los niños. Les ayudamos a pagar el material escolar y también les damos comida", relata Loko. Las escuelas están abiertas a alumnos de todas las edades, ya sean chicas o varones. Loko destaca la precariedad que existe en las zonas rurales. "Es donde peor está la educación y la sanidad. También las mujeres lo tienen más difícil".

"El analfabetismo es más acentuado en las mujeres. Permanecen en casa y no suelen ir a la escuela", lamenta Loko. Contra esto, Loko y sus compañeras abrieron centros para la mujer. "Allí tiene la oportunidad de aprender un oficio (costura, peluquería, carpintería) y les enseñamos a leer, escribir o contar".

El objetivo es que las mujeres aprendan a "defenderse en la vida" y alejarlas del destino de una boda concertada. "Son obligadas a casarse con hombres mucho mayores que ellas", denuncia la monja. Algunas familias no permiten que sus mujeres acudan al centro: "En esos caso, hablamos con las familias. Algunas se convencen, otras no", dice. Loko cuenta la historia de una mujer que huyó para evitar su matrimonio concertado. Un grupo de monjas la acogió hasta que pudo rehacer su vida. "Ahora es costurera y está casada con el hombre al que quiere, de su misma edad", afirma Firmine. "El feminismo está cada vez más vivo, pero la mujer sigue valiendo muy poco". Loko destaca su discriminación en los círculos familiares y públicos. "Les gusta mucho estudiar, son muy atentas y muestran interés", destaca.

"Respondemos ante cualquiera que nos necesite". Dominica Mmaduike es una monja del monasterio de Santa Escolástica, en Nigeria. Actualmente, vive en el monasterio de San Pelayo, en Oviedo, donde continúa sus estudios en Música. También ha estudiado Matemáticas. En Covadonga, expondrá su charla centrándose en la situación de la mujer consagrada africana.

Al contrario que Loko, su vida es contemplativa y monástica. No realiza labores como misionera, pero no por ello es menos solidaria. En el monasterio donde residía cuentan con tierras, ganado y un pozo hecho por ellas mismas, debido al difícil acceso a agua potable en Nigeria. "Habilitamos un sistema de canalización de agua para el pueblo", dice Mmaduike. Si alguien requiere de una porción de tierra para sus cultivos, las monjas le ceden parte de las suyas.

En el monasterio tienen un molino: toda una bendición para las mujeres del pueblo, que tienen que quitar las cáscaras de las nueces de palma de una en una. "La gente agradece mucho que pongamos a su disposición estas máquinas", afirma Mmaduike. Las monjas fabrican sus propios productos, jabones y detergentes. Gracias a los conocimientos en hierbas medicinales de alguna de las hermanas, curan las heridas y dolores de quienes acuden a ellas. "Las misioneras acuden a ayudar a la gente, en nuestro caso, la gente viene a nosotras", destaca. También cuidan de cuatro huérfanas, una de ellas ya está estudiando Medicina.

El pueblo entero depende de la labor de estas religiosas del monasterio de Santa Escolástica. Las máquinas que poseen y sus cultivos alivian la ardua labor manual de las mujeres que a ellas acuden en busca de ayuda. "En Nigeria, tener un hija monja es un honor", comenta orgullosa Dominica Mmaduike.

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