El coche les dejó tirados en la autopista a la altura de Betanzos (La Coruña) cuando regresaban a Asturias tras pasar unos días de vacaciones en Portonovo. La aseguradora les dio la posibilidad de regresar a casa en un taxi de la localidad. Lo que no esperaban es que el taxista se presentase completamente borracho y que se terminase durmiendo al volante después de casi empotrarse contra un camión en el peaje de Macenda. Uno de los miembros de esta familia de Grado, que viajaba en el asiento del copiloto, tuvo que hacerse con el volante y conducir el vehículo hasta el arcén, donde el taxista se quedó dormido hasta la llegada de la Guardia Civil. No se tenía en pie. En la prueba de alcohol, cuadruplicó la tasa de alcohol permitida para este tipo de profesionales y fue denunciado por un presunto delito contra la seguridad vial por los agentes de la Guardia Civil de Tráfico que acudieron a la emergencia.

Esta cuando menos sorprendente historia se produjo el sábado pasado. La familia salió a eso de las cinco de la tarde de la localidad turística de Portonovo a bordo de dos vehículos. Esperaban estar en casa a eso de las nueve o las diez. Sin embargo, el viaje de regreso comenzó a torcerse cuando, a la altura del peaje de Macenda, cerca de Betanzos, uno de los vehículos se averió. No hubo forma de volver a ponerlo en marcha.

Llamaron al seguro para que se hiciese cargo del vehículo y éste les dio entonces la posibilidad de facilitarles un coche de alquiler o realizar el resto del trayecto en un taxi pagado por la compañía. Optaron por esta última opción, para evitarse el engorro de tener que devolver el coche una vez en Asturias. Vistas las circunstancias, hubiese sido lo más acertado.

Porque estaban a punto de vivir una experiencia de esas que marcan. El taxista acudió al peaje de Macenda y recogió a tres de los cinco miembros de la familia: un joven, su novia y su madre. Ya allí mismo comenzaron los problemas. Un piloto del coche no dejaba de sonar. El joven, que iba sentado en el asiento del copiloto, le indicó que no se había puesto el cinturón de seguridad, y en ese momento, al alejarse del peaje, casi chocan contra un camión que salía al mismo tiempo. Eran poco más de las ocho de la tarde.

El taxista tardó en ponerse el cinturón un rato. A simple vista, no parecía que estuviese borracho, pero sus actos hablaban por sí solos. Y es que el coche empezó a hacer eses de forma ostensible. Habrían recorrido unos dos kilómetros cuando el vehículo empezó a desviarse, directo hacia el quitamiedos. El joven que iba en el asiento del copiloto trató de alertar al taxista, pero éste no recibía. Y es que se había dormido profundamente. El joven cogió entonces el volante y condujo el vehículo hasta el arcén. Los familiares le preguntaron al taxista si se encontraba bien, y éste les contestó con un escueto: "Sí". Fue en ese momento cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Y es que les llegó un inconfundible olor a alcohol. Del estupor pasaron a la indignación. Había faltado poco para que se estrellasen.

Una vez detenido el vehículo, salieron y se quedaron en un prado fuera de la autopista, mientras avisaban al servicio de emergencias. La Guardia Civil de Tráfico tardó una hora en llegar, un rato bastante largo, durante el cual el taxista estuvo durmiendo en el interior del vehículo a pierna suelta. Los agentes de la Guardia Civil trataron de llamar su atención, pero al final tuvieron que sacarlo del vehículo en volandas. No era capaz de andar por sus propios medios.

La familia, entre indignada y asustada, manifestó su interés en presentar denuncia contra el taxista que había puesto tan gratuitamente su vida en riesgo. Los agentes, después de practicarle la prueba de alcoholemia, indicaron a los asturianos que no se preocupasen, porque iban a ser ellos los que presentasen la denuncia por un delito contra la seguridad del tráfico.

Prueba de alcoholemia

Y es que la primera prueba de alcoholemia que practicaron a este profesional del taxi arrojó un resultado fuera de lo común: 0,65 miligramos de etanol por litro de aire espirado, que cuadruplica sobradamente la tasa de alcohol permitida para los profesionales del taxi, que es de 0,15 miligramos.

La familia volvió a llamar a la aseguradora para que les facilitasen otro taxi. Cuando regresaban a Asturias, el conductor no podía dar crédito a la historia que le estaban contando. Al final llegaron sanos y salvos a Grado, pero a la una de la madrugada, tres o cuatro horas más tarde de lo que habían previsto cuando salieron de Portonovo.