No sé qué siento con más intensidad. Si rabia, impotencia o vergüenza. Vergüenza de una Seguridad Social que pagamos todos. Lo que me pregunto es para qué. Hace 368 días, para ser exactos, era hospitalizada por un problema renal que, lamentablemente, escondía un problema de columna. Dos operaciones después (por la sanidad privada, porque si no... calculo que todavía estaría esperando) sigo en plena rehabilitación con una recuperación mucho más lenta de lo esperado. En este país de ladrones, jetas y de especímenes que se saltan todas las leyes y trámites habidos y por haber, a las instituciones se les olvida que todavía quedamos gente honrada, trabajadora, que amamos nuestra profesión y que por causas ajenas a nuestros deseos no podemos desempeñar nuestras labores como nos gustaría. Entre otras cosas porque una que se llama dolor nos lo impide. Me pregunto: ¿para qué existen los tribunales médicos? Aparte de para sentirte como en el banquillo de los acusados, como si hubieras cometido un doble asesinato con premeditación y alevosía. No sabes si decirles cómo te encuentras o declararte directamente "culpable, señoría", si a ellos lo único que les importan son las cifras, no las personas. Que dan altas médicas como quien da los buenos días por la mañana, sin ni siquiera pararse a pensar en las consecuencias que puede tener para una persona. Bastante difícil es vivir con dolor las 24 horas del día como para tener que justificarte y sentirte en la obligación de que te crean. Tengo 32 años, una vida por delante. Para vivirla y para trabajarla. Pero con salud, la que ellos me impiden recuperar porque seis meses de prórroga les estropea las estadísticas...