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La avellana frena en seco en Piloña

La falta de nuevos recolectores en el concejo y la escasa demanda hacen caer en picado la producción del fruto local, considerado uno de los mejores del mundo

Vecinos de Piñuecu mesando un avellano. LUCAS BLANCO

Dicen muchos lugareños que el concejo de Piloña es uno de los que cuenta con más recursos mal aprovechados. Un ejemplo paradigmático de esa creencia es la avellana, fruto seco que durante siglos palió el hambre de muchas familias locales y de los alrededores, con variedades autóctonas que están consideradas como de las mejores del mundo, pero que ha visto caer su producción a los niveles más bajos en las últimas décadas por la falta de recolectores y la escasa demanda.

Cuentan los más viejos, y así lo atestiguan muchos documentos bibliográficos, que desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX, las avellanas de Piloña y los concejos de los alrededores se exportaban por toneladas a destinos como Gran Bretaña, donde eran muy apreciadas por su calidad. Un interés que muchos agricultores aprovechaban para ganarse un importante jornal. "Había gente que se pagaba el aceite y el pan del año con las avellanas que recogía", comenta la vecina del Piñuecu, Lolina Fernández, que a sus 80 años continúa recogiendo y acudiendo sin falta al festival de este fruto de Infiesto, que se celebra el primer domingo de octubre de cada año.

La propia Fernández es reflejo del recolector actual: persona de la tercera edad, jubilada, residente en el municipio y con gran experiencia en el campo. Perfil en el que se enmarcan la gran mayoría de personas que poseen y explotan los ablanos y que, por cuestiones de envejecimiento y éxodo rural, cada vez son menos.

Sólo hay que atender a las estadísticas para darse cuenta de la evolución del sector. El principal medidor de esta actividad que carece de empresas explotadoras y se limita a ser una fuente de recursos complementarios es el propio festival piloñés, que lleva celebrándose de manera ininterrumpida desde 1972. Y la evolución de la oferta desde 1992 habla por sí sola. En los últimos 20 años, el certamen pasó de ofertar 12.000 kilos a poner a la venta en torno a unos 4.000 o 5.000. A lo que hay que añadir el paso de 115 puestos a apenas 70. "Ahora hay varios puestos ocupados por miembros de una misma familia y eso antes no pasaba", explica el profesor jubilado del centro El Prial de Infiesto Cándido Díaz.

Los productores no tienen dudas sobre las causas de este bajón. "El campo está muy mal, la gente se va, abandonan las plantaciones y encima al comprador le parece un artículo de lujo a cinco euros el kilo cuando apenas compensa el trabajo que da", explica José Cardín, que a sus casi 79 años lleva toda la vida recogiendo avellana en Espinaréu, al igual que su mujer, Rosa Marcos, que junto a su hijo Ángel acudirá este año al festival con 100 kilos.

A pesar de esta tendencia, en los últimos años han surgido varias iniciativas que buscan hacer atractivo el sector avellanero. Es el ejemplo del colectivo Afrupi, fundado por Nacho Sariego, un vecino de Mestres que ve aprovechable tanto el fruto como sus derivados. "El aceite de avellana está muy preciado para cosmética y la cáscara puede utilizarse para piensos de ganado o fabricar pellets", apunta este hombre, que lleva años fabricando de manera artesanal este producto y aboga por recuperar una vieja descascarilladora para favorecer la venta al por mayor para repostería y otros fines. "Está en manos privadas, pero en desuso y habría que recuperarla", dice.

Afrupi ya no existe como tal, pues hace un par de años pasó a formar parte de un grupo denominado Gabitu, que desde entonces celebra reuniones periódicas para poner en marcha proyectos en favor de la avellana. Entre sus logros, está la creación de una central de ventas para dar salida al excedente e incentivar así una mayor recogida, así como poner en marcha cursos de formación práctica y teórica en los que ya participan una veintena de jóvenes de varios concejos.

Unos esfuerzos que se espera que den resultados a medio plazo, pero que este año se han topado con una de las peores cosechas que se recuerdan debido al excesivo calor. Algo que reduce las posibilidades de satisfacer las demandas de algunas empresas de repostería que se habían interesado en los últimos meses en adquirir avellanas locales, ante la escasa producción de otras foráneas, como las de Turquía.

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