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El boalés que salvó a tres refugiados

El transportista Luis César Álvarez dio la voz de alarma para sacar a varios iraquíes de un camión frigorífico aparcado en Hernani tras escuchar sus gritos

Luis César Álvarez. TPA

En la vida le habían hecho una entrevista, pero ahora lleva unas cuantas. La ocasión lo merece. El camionero boalés Luis César Álvarez salvó literalmente la vida de tres iraquíes que estaban encerrados en un camión frigorífico estacionado en una gasolinera de Hernani, en Guipúzcoa. De no ser por él, quizá se hubiese producido una tragedia que hiciera recordar la del camión hallado en una carretera de Austria con 71 inmigrantes muertos a bordo, el pasado 27 de agosto. Álvarez escuchó los golpes y gritos de los refugiados, que pudieron salir y recibir asistencia. Tras subirse al camión como polizones en Amberes (Bélgica), y pasar 18 horas en la caja del vehículo, a unos diez grados de temperatura, presentaban síntomas de hipotermia y estaban desorientados por la falta de oxígeno. "Ellos venían preparados, con un saco de dormir cada uno, varios pantalones y mucha ropa. Traían una botella de agua sin empezar. El camión llevaba piña bastante para comer", comenta.

Todo ocurrió sobre la seis y media de anteayer martes, en una estación de servicio del tramo de peaje de la Autovía del Cantábrico (AP-8). "Acababa de dejar una carga de madera en la Papelera Guipuzcoana y llevaba unos veinte minutos aparcado en la gasolinera de Hernani, cuando llegó un compañero polaco con un camión frigorífico y estacionó en el sitio libre que había a mi lado", relata Álvarez, que trabaja para Transportes Asturgal, con base en Cartavio (Coaña). "Fue entonces cuando sentí golpes dentro del camión y luego las voces de una persona", dice.

El camionero polaco no hablaba ni español, ni francés, ni inglés, ni tampoco los otros transportistas que estaban aparcados en la gasolinera, así que le tocó a Álvarez avisar a la Policía vasca. "Uno de ellos decía: 'Family, family', y me asusté un poco, pensé que venía con ellos la familia completa y que la habían perdido", confiesa el camionero, que está casado y tiene dos hijos de dos y tres años. "Ellos venían bastante bien, pero no había forma de entenderse con ellos, no sabían ni decir el nombre, no tenían ni un papel", indica el camionero, que ayer regresó a Asturias, para salir luego hacia Galicia. "El compañero polaco, cuando los vio, no se lo podía creer. Pero es muy fácil que se te cuelen. Llegan al techo de la carga, se meten arriba y es muy difícil que los veas", añade Álvarez, que lleva seis años de camionero, primero con rutas internacionales y ahora con transportes dentro del país. "Lo primero que hice fue llamar a mi mujer", añade.

Tras pasar por el hospital, donde ayer aún permanecía ingresado uno de los refugiados, y también por las dependencias de la Ertzaintza, a los polizones se les refrescó la memoria. Aunque inicialmente se había especulado con fuesen sirios, al final reconocieron que procedían de la ciudad kurdo-iraquí de Kirkuk. En Turquía contactaron con una mafia que les prometió llevarles al Reino Unido, donde dicen tener familia, previo pago de entre 7.500 y 9.000 euros. En Bélgica les engañaron, indicándoles que el camión que estaba cargando piña en el puerto de Amberes se dirigía a Inglaterra. En realidad, iba hacia el mercado Mercamadrid.

"Me da que no sabían a donde venían, igual se vuelven para su casa en cuento vean lo fastidiado que está el trabajo en España", aventura el camionero boalés. No ha estado por las carreteras europeas durante la avalancha de refugiados de hace unas semanas, pero cree que "hay que tomar medidas" para frenar ese éxodo. Y es que los riesgos que asumen estos refugiados son muchos. Álvarez ha llevado algún camión frigorífico, por lo que es muy consciente de lo que pudo haber pasado. "Si en vez de diez grados, la caja está a veinte bajo cero, no lo cuentan, durarían dos horas a lo sumo", señala.

La Policía dejó marchar al camionero polaco, tras interrogarlo y llegar a la conclusión de que no pertenecía a mafia alguna. "Es la primera vez que me pasa algo así y espero que sea la última", desea Álvarez. Al final, no hubo que lamentar una tragedia gracias al buen oído de este boalés.

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