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De fontanero en Madrid a pastor en Belbín

Tomás González tiene claro que no volverá a poner una tubería más después de aprender a hacer gamonéu durante cinco meses en los Picos: "El futuro está en la montaña"

De fontanero en Madrid a pastor en Belbín

La savia nueva de los Picos tiene nombre propio: Tomás González Isanz. Este madrileño de 44 años es el único alumno que ha participado en el décimo curso de la Escuela de Pastores que ayer llegó a su fin tras cinco meses de trabajo.

Vecino de Navacerrada, es fontanero-calefactor de profesión, pero tras su paso por la majada de Belbín, donde aprendió el oficio de elaborador de gamonéu del puerto de la mano del quesero Cándido Asprón, tiene una cosa clara: no volverá a poner ni una tubería más. "El futuro está en la montaña. Si tuviera oportunidad mi ilusión es quedarme aquí haciendo gamonéu", señala el recién estrenado pastor, que quiere sumarse a los únicos cuatro queseros que quedan de esta variedad en los Picos.

Tomás González buscó hace un par de años salida al paro comprando un rebaño de ovejas, pero le faltaba formación. Entonces descubrió el curso y junto a once compañeros se presentó en abril al proceso de selección. Fue el único de los cuatro elegidos que se adaptó a las condiciones del puerto, donde las cabañas no tienen electricidad, agua corriente o internet. "Despertar y ver este paisaje es un privilegio. Aprendí mucho sobre veterinaria, cómo sacar más producción a los animales, a transformar la leche en quesos, manteca o yogur, etcétera", relata. En mayo recibió en La Riera nociones sobre la vida en el puerto, la reproducción de los rebaños o la elaboración de quesos. En junio ya estaba en la majada atendiendo al ganado. Los consejos de su coordinador, Nel Cañedo, que antes que él también fue alumno de Asprón, fueron fundamentales.

La jornada empieza a las 6.30 horas, cuando tras tomar un Cola-Cao acude a mecer a mano las 25 cabras y 7 vacas de Asprón, tarea que le lleva dos horas. En la quesería -de propiedad pública y donde sí hay electricidad gracias a un generador- se mezclan las leches con el cuajo. Tras el almuerzo se corta y se comprueba la acidez y temperatura. El suero sobrante se echa a los cerdos para reciclar. La producción no llega a 6 kilos diarios. Por la tarde toca visita a la cueva de los Gatos, una sima de 13 metros de profundidad donde maduran los quesos. Antes de que anochezca, se sacan las piezas del humadero y se mece de nuevo el ganado.

El "tiempo libre" se destina a tareas como el abono de la majada con el estiércol de los bichos. Aún así reconoce que le cuesta irse y prolongará su estancia hasta que las nieves lo permitan. González asegura que las historias acumuladas estos meses son muchas.

Algunas graciosas como cuando al poco de llegar le mandaron a guardar la burra "Fina", encargada de transportar los quesos al atardecer. "Normalmente está junto a la cabaña, pero se había ido de luna de miel a los Lagos con un asno de Ario llamado 'Bailarín', y como cayó la noche y no llegaba, con niebla, pensaron que me había pasado algo y salieron todos a buscarme", recuerda. Otras no tanto, como cuando le tocó ver una ternera devorada por el lobo. Y es que los ataques del cánido son, junto con las malas comunicaciones y el exceso de burocracia, los factores que a su juicio más comprometen el futuro del sector.

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