La fuerte depresión demográfica que sufre Asturias recibió en 2014 el corte más profundo del que queda constancia en la memoria estadística reciente. El sostenido desplome de la población del Principado quedó a 1 de enero de 2015, según los datos del padrón que ayer oficializó el Consejo de Ministros, en 1.051.229 personas tras experimentar en un solo año una merma de 10.527 habitantes, un uno por ciento que la región no alcanzaba, según los recuentos del INE, al menos en los últimos diecisiete años. La pérdida equivale aproximadamente a la población de todo el concejo de Grado y sitúa al Principado en el nivel demográfico que tenía en el último tramo de los años sesenta del siglo pasado.

Ya no hace falta decir que la caída de Asturias es la más acusada de España en el periodo considerado. No está tan lejos esta vez de los descensos del 0,9 por ciento que experimentaron las dos regiones que siguen más de cerca al Principado, Castilla y León y La Mancha. En un periodo en el que solamente han ganado habitantes Baleares, Murcia y el País Vasco -las dos últimas de modo casi imperceptible-, Asturias encabeza la clasificación autonómica de este hundimiento generalizado que ha acelerado el ritmo en los años de la crisis económica.

La penuria demográfica asturiana, que lleva un tiempo instalada en el debate político, se ha acentuado considerablemente desde que a las endémicamente bajas tasas de crecimiento vegetativo en el Principado -la región lidera los peores números de nacimientos y defunciones ininterrumpidamente desde finales de los ochenta- se suma la quiebra del pilar de la inmigración. Sostenía éste muy débilmente la caída mientras se mantuvo en pequeñas cifras positivas, hasta 2011, pero encadena desde entonces tres ejercicios consecutivos de pérdida achacable también a los intercambios demográficos con otras regiones y países.