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Arquitectura personal | JOSÉ SUÁREZ FERNÁNDEZ, "PILU" | Artista, ciclista y minero

"En París vivía de pintar y lo dejé en mayo del 68 por mi mujer enferma"

"Pedro Miñor me dijo: 'La vida del ciclista es efímera y la del minero peligrosa, cultiva el arte'; salí de la clínica y entré en Artes y Oficios"

José Suárez Fernández, "Pilu", en El Cortijo (La Corredoria).

José Suárez Fernández, "Pilu" (Turón, 1937) fue minero, ciclista y artista. Hijo de un zapatero acribillado por calzar "maquis", creció en casa de sus abuelos y en un hogar del Auxilio Social, del que escapó. Fue "criáu" en El Escamplero de un "amu" miserable, hasta que lo rescató una familia amiga que lo trató como a un hijo. A partir de los 14 años, entró en la mina. Tenía inquietudes artísticas y un cursillo de dibujo por correspondencia. En Turón se aficionó al ciclismo.

-Empezó en la bici a los 14.

-Y la dejé con 26, en mi apogeo y ganando dinero. Pasé de principiante a ciclista de cuarta, a primera, a independiente y los últimos tres años a nivel nacional. En la mina tenía excedencia de seis meses, de mayo a noviembre.

-¿Pudo haber hecho más carrera en el ciclismo?

-Quedé preso en Asturias porque la casa de la empresa quedó para mí. Corrí mucho como independiente, "colores por decidir". En Avilés, con el Grupo Ensidesa, en Gijón con Velos... donde me patrocinaran. En 1962, entre desplazamientos en bici, entrenamientos y carreras hice 33.000 kilómetros. Corría por Burgos, León, Palencia, Santander, Bilbao, normalmente solo. A veces con un telonero, por si pinchaba.

-¿Dónde acabó su carrera?

-En el alto de los Campos, viniendo de Avilés, con meta en Cancienes, donde era la fiesta. Veníamos escapados Gabica, Amador Suárez y yo y nos atropelló un Dauphine. Vi una cosa negra por el aire y era Amador, Gabica fue a la cuneta y a mí me pilló el lado izquierdo y me rompió tibia y peroné, mandíbula, clavícula y brazo. Aquel 8 de julio, a las 6 y pico de la tarde, acabó la carrera y la vida del artista en bicicleta.

-Y nació el otro artista.

-Pasé casi tres meses en el Sanatorio Miñor. Me entretenía en leer y dibujar. Sor Oso, una paisanona fea, miraba si mi madre dejaba algo en la hucha de negrito de las limosnas. Don Pedro Miñor miró un día mi bloc y me dijo: "La vida del ciclista es efímera y la del minero peligrosa. Cultiva esto, que merece la pena". Cuando cogí el dinero del seguro -el valor de la bicicleta y poco más- enfilé la calle Uría, Fruela, Rosal y pregunté en la Escuela de Artes y Oficios qué debía hacer para entrar. Al día siguiente enseñé unos trabajos, pagué la matrícula y salí a comprar los libros.

-Dirigía la escuela Antonio García Miñor.

-Hombre altivo y polifacético que iba con su amigo Folgueras, pequeño, que parecía su bastón.

-¿Y la mina?

-Faltaba al trabajo para ir a Artes y Oficios y el vigilante me castigaba tres días. Un vigilante, Pepe Barbao, me dijo: "Tengo orden de no te dar destino. Sube a la oficina". Arriba, en el grupo San Víctor, me esperaba un sanedrín, del capataz jefe, don Fidel, al ingeniero jefe, don Javier. Me enseñaron una chapa en la que yo había hecho un retrato del capataz con tiza y teja. "¿Quién hizo esto?". "Yo". Don Fidel me dijo: "Ya me la podías haber hecho en un lienzo y lo llevaba para casa". A partir de entonces me facilitaron el horario para estudiar. En la mina pasé trece años, seis de interior.

-Algo mejoraba.

-Sí. Cuando llevaba 15 días en la escuela, Miñor me hizo llamar. Su hermano Pedro le había hablado de mí. Me pidió que le llevara trabajos y al verlos me comentó: "Estás muy iniciado, te acucia el tiempo, haz dos cursos en uno". Cuando acabé, me presenté a una beca para París, que ganó Miguel Ángel Lombardía, conocido pintor, fuerte con el color, hijo del alcalde de Sama. Al año siguiente la saqué yo para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid.

-Madrid, 1965, con 28 años.

-Fui a una pensión en Carabanchel. Me quitaron la beca porque un falangista del pueblo que me quería bien envió un informe con los antecedentes políticos familiares, pero aguanté porque no quería volver a casa derrotado. Entre Artes y Oficios, el Círculo de Bellas Artes y algunas clases me formé como pude mientras trabajaba como almacenero en AEG Ibérica Electricidad. Venía a Oviedo, Moreda y Mieres para exponer y hacer retratos a médicos, farmacéuticos... Quería ir a París, a la bohemia y ver impresionistas... ¡Qué gocho era Gauguin pintando! Pero luego veía a Cezanne, padre del cubismo...

-Fue a París con 30 años.

-Me sentí solo en aquella ciudad inmensa, avergonzándome de oír ladrar a los emigrantes españoles en el metro. Vine a casarme con Marina Fernández Gómez a La Calzada.

-¿Cuándo la conoció?

-Era vecina de Turón, pero reparé en ella en Madrid. Salíamos, íbamos al cine... poco a la discoteca porque no soy de bailar. Ella era doncella en casa de don Martín González del Valle, el barón de Grado, gran paisano, gracias al que entré en AEG.

-¿Qué tal le fue en París?

-Llegué a hablar francés. Nos instalamos en el hotelito barato de una judía en el distrito 15, cerca de Mirabeau. Pintaba en el Sacré-Coeur, donde el invierno era muy crudo. Hacía paisajes asturianos. Un vascofrancés que hablaba español me preguntó si era un paisaje chino. Le gustaron y compró tres. Salvé el día. Volvió y me propuso trabajar para él en su empresona de pintura industrial y sus tres galerías.

-Aceptó.

-De octubre a marzo estaba con él y de marzo a octubre, libre pero con la carta de trabajo y cotizando gracias a él. Ganaba dinero y se portó muy bien. Era un homosexual salido del armario que había dejado a la mujer y andaba con un chorbo que llevaba de secretario. Me hacía pintar paisajes de la campiña, cerezos en flor, preciosos, en su casa de campo, regentada por una cocinera italiana, borracha y colorada, a la que retraté.

-¿Por qué volvió de París?

-Marina se puso enferma en plena huelga del 68. Estaba embarazada, tuvo problemas de riñón, cogió una depresión y casi neumonía. Había que ir andando horas para llegar al hospital y, si había problemas en la calle, rodear hacia el Sena. Una pariente mía, una llorona gallega, me la contaminaba y pensé que o venía o se moría. Aún añoro París. Quise volver, pero no hubo manera. Tenían miedo de que dejara el matrimonio. Allí se acabó todo.

-¿Dónde se instaló?

-Monté un tallerín de rotulación y pintura en Gijón. Un fracaso. Dibujaba el muñequín de Escanciador, la vaquina de Lagisa... Cansé de pelear con camioneros y pescaderos, de gente que no pagaba, cobrar a 30, 60, 90 días... Entré en Mapra, en La Bolgachina, con Manolo Prado. Hacíamos serigrafías. En 1970 fui a Ibercalco, de Valdés y Fiestas. Dibujé serigrafía destinada a la calcomanía, luego fotomecánica, escáner. Tenía asuntinos, me pidieron la exclusiva, pactamos y acabó en agua de borrajas. Yo no quería prostituir mi arte. Me dijo Corín Tellado, a la que hice retratos que pagó bien: "No te pongas en manos de marchantes que te estrangulan". Paulino Vicente me aconsejó: "Vende un cuadro bien y no vendas dos mal por hambre que pases".

-Se jubiló.

-Por invalidez de espalda, tras 18 meses de baja, en 1993. Ando fajado. Don Arturo Buylla me recomendó que hiciera bicicleta para fortalecer lumbares y glúteos, trapecios y cervicales. Tenía 55 años y casi vuelvo a correr. Se olvida andar en bici. Al principio no soltaba una mano para cambiar. Vivía en una casería en Monte Nuño, casa y estudio, y me animó también a salir con los hijos. Prometí a Samuel, el tercero, loco por el ciclismo, una bicicleta si aprobaba la selectividad. Yo no le había contado a ninguno que había corrido en bici. Por esa bici recuperé a José Manuel Fuente.

-¿Ya lo conocía?

-En 1963 corría en el Ensidesa y era muy sangrín. Me dijo Antonio Soria: "Ye el Taranguín", de Limanes. Espelurciáu y a voces me gritó en una vuelta: "Ponte morenu aquí alante". Cuando dejé el ciclismo le di los trastos al Tarangu porque Antonio Carro, que lo entrenaba, me dijo que su padre no lo ayudaba. Llevó todo: tubulares nuevos, ruedas de 28 radios y un potro de pesas para muscular las piernas.

-¿Y de mayor?

-Nos llevamos como hermanos. Me lió a correr y el estudio empezó a parecer un taller de bicicletas. Disfruté de la vida, hice alguna marcha y les di buenas palizas en bici a los hijos para sacarlos del ambiente de Monte Nuño.

-¿Fue un padre presente?

-Sí. Daba respeto y confianza y jugaba y compraba. Ser padre y amigo ye lo guapo. Les dije que estudiaran lo que quisieran, pero que todo sale por esfuerzo. Si quieres desarrollo pero no te mueves acabas no teniendo nada. Los fracasos enseñan que caes y no te levanta nadie.

-¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-Tengo todo el pescado vendido. No me arrepiento de nada: lo que hice, porque lo hice; lo que no, porque no. Me levanto a las 7 de la mañana para hacer cada vez menos. Leo novela histórica o filosofía, algo que me enseñe.

-¿Pinta?

-Compromisos. No me llama: me cansa la espalda, los colores son un gato que se enfada y se te tira, no me salen la armonía ni la luz y sólo veo agujeros. Dibujo bosquejos. Antes llevaba tablines pequeñes en el coche para pintar paisajes vistos en bicicleta. Allí estaba la obra. Cuando llegaba a casa y me ponía a desarrollarla en grande, perdía frescura.

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