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Nueva versión de una masacre de la Guerra Civil

Las complicidades de Paracuellos

El historiador Julius Ruiz sostiene en un reciente libro que la matanza fue preparada por el Gobierno republicano y "facilitada" por Santiago Carrillo

El historiador escocés Julius Ruiz, con su libro.

El histórico dirigente comunista Santiago Carrillo (Gijón, 1915-Madrid, 2012) pasó sus últimos años defendiéndose de las acusaciones que le hacían partícipe de la matanza de Paracuellos del Jarama, el "Katyn" de la guerra civil española, perpetrado en noviembre y diciembre de 1936. Carrillo llegó a afirmar que, si tuvo alguna responsabilidad de la masacre, fue la de "no haberla evitado", confesando su impotencia y la de la Junta de Defensa de la que formaba parte frente el poder omnímodo de los "señores de la guerra" que campaban en torno a aquel Madrid de zozobra y resistencia de finales del 36. En otro momento, el gijonés afirmó que supo del aciago destino de los presos derechistas cuando era ya demasiado tarde para evitar su fusilamiento. Más recientemente, el escritor Jorge Martínez Reverte exoneró de cualquier culpa a Carrillo y la echó sobre las espaldas de los anarquistas, y sobre uno de sus dirigentes en Madrid, el cudillerense Amor Nuño.

Sin embargo, hay quien afirma que la actuación de Carrillo, y la del propio Gobierno republicano, no fue tan inocente. El historiador escocés de origen español, Julius Ruiz, profesor de la Universidad de Edimburgo, ha tratado de poner las cosas en su sitio con el volumen "Paracuellos, una verdad incómoda" (Espasa, 2015), en el que plantea algunas conclusiones políticamente incorrectas, como que el terror en la zona republicana no fue en absoluto "descontrolado", sino más bien "organizado", con la complicidad del propio Gobierno; o que los militares golpistas no tenían diseñado en puridad "un plan de exterminio" de las fuerzas de la izquierda. Antes ha publicado "La justicia de Franco" y "El terror rojo".

Ruiz pone en duda una de las verdades que se han dado por sentadas respecto a la matanza, la de que fue autorizada por la Junta de Defensa de Madrid un día después de constituirse, el 6 de noviembre de 1936. "Las sacas comenzaron en la noche del 28 al 29 de octubre, con 32 presos de Ventas. Hasta el 6 de noviembre, fueron fusiladas un total de 190 personas", asegura el historiador.

"Las sacas las organizó el Comité Provincial de Investigación Pública (el CPIP, popularmente conocido como la "Cheka de Bellas Artes" y más tarde como la "Cheka de Fomento"), el tribunal revolucionario más letal de Madrid. La orden partió del director general de seguridad y del ministro de Gobernación, Ángel Galarza. Hay por tanto una implicación, una preparación por parte del Gobierno".

"Otros les dieron a las matanzas apoyo político y también logístico. No debe olvidarse que la Policía actuaba como escolta de los convoyes", sostiene Ruiz. "Santiago Carrillo era un joven dirigente de 21 años de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). En la tarde del 6 de noviembre, el mismo día que se afilia al PCE, es nombrado consejero de Orden Público en la Junta de Defensa y se enteró de lo que estaba pasando, sabía que se estaba realizando una concentración de presos. Apoyó esa operación ya en marcha a través de Serrano Poncela, que era su segundo y amigo, que se convirtió en subdirector de Orden Público y firmó muchas de las órdenes", informa. Sobre sus concepciones políticas, Ruiz no tiene dudas. "Creía que había una quinta columna que iba a apuñalar a la República por la espalda. Había una mentalidad de guerra total compartida por todos", añade. La operación de Paracuellos, asegura Ruiz, fue llevada a cabo por una organización compuesta por todos los representantes del Frente Popular, la "Cheka de Fomento", "sin cuyo apoyo no se podía actuar" en aquel Madrid amenazado por las columnas de Varela.

Julius Ruiz exonera al anarquista asturiano Amor Nuño, dirigente del Sindicato de Construcción y miembro de la Junta de Defensa en calidad de consejero de Industrias de Guerra. Jorge Martínez Reverte sacó a la luz hace unos años un documento que, en su opinión, probaba que la decisión de acabar con los prisioneros de derechas se tomó en una reunión secreta de la Junta el 7 de noviembre de 1936. Según Martínez Reverte, Nuño daría cuenta de esa reunión y de las decisiones tomadas (dividir a los presos entre peligrosos -a los que había que ejecutar de inmediato-, los menos peligrosos y los inocentes) ante el comité de la CNT el 8 de noviembre. En la reunión participaron dirigentes de las JSU, aunque no figuran sus nombres, y no se puede probar que Carrillo se encontrase entre ellos.

Para Ruiz, Nuño pudo tener conocimiento de lo estaba pasando, pero otra cosa es que diese él mismo la orden de matar. "El papel de Amor Nuño es completamente secundario", sentencia. Además, en su haber está que "salvó a mucha gente durante la guerra civil".

Tras analizar aquellos primeros meses de la guerra civil, Ruiz considera que "hablar de un plan de exterminio por parte de los militares rebeldes es poco adecuado. Sí existe la voluntad de matar para que ganase la rebelión". En cambio, "el terror republicano fue organizado, y el Gobierno republicano era cómplice". Esa actitud ante la represión a retaguardia cambió en 1937. "Bajaron los fusilamientos, las ejecuciones extrajudiciales", porque el Gobierno trataba de buscar una salida negociada. Y es que a Ruiz no le gustan los clichés de buenos y malos para explicar un momento de la historia española en el que "hubo criminales en ambos bandos".

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