Hace mucho tiempo que ya no se cuenta aquel chiste de los primeros ochenta. "¿Tú crees en el más allá? No voy a creer, si soy de Taramundi". Dejó de tener sentido cuando pronto hará treinta años, en junio de 1986, en la vieja casa rectoral de un pueblo que apenas llevaba cuatro con suministro eléctrico abrió el primer hotel rural de España y empezó una forma nueva de ir de vacaciones. El Principado se acordó ayer de todo eso en Madrid, en el stand de la región en la Feria Internacional del Turismo (Fitur), en un espacio que este año da la bienvenida con dos butacas, una mesa y la chimenea y la ventana de la representación de una casa de aldea. Se conmemora el trigésimo aniversario del turismo rural, de cuando Taramundi dejó de ser "Findelmundi" y anunció, para sí y para el resto la región, un "cambio de mentalidad" que ayer revivía el exalcalde taramundés Eduardo Lastra, uno de los impulsores del proyecto pionero.

El consejero de Empleo, Industria y Turismo, Francisco Blanco, se unió a la celebración del valor que desde entonces han adquirido los 1.800 alojamientos y las 18.000 plazas rurales de la región, o de su "contribución a mejorar las rentas de las comarcas rurales dando oportunidades de empleo y vertebrando el territorio". Del pasado al futuro, no obstante, las voces que vienen desde dentro del sector se sirvieron de la efemérides para confluir con el consejero en la necesidad de hacer ver que hay mucho margen para "seguir mejorando".

El Principado propone en el stand "tematizado" de Fitur, una campaña promocional en redes sociales o la organización de un congreso nacional aún sin fecha ni lugar. Presentó, eso sí, el nuevo clúster del turismo rural, una agrupación de 67 empresas del sector que ayer oficializó su existencia en el pabellón asturiano de la feria exponiéndose como un punto de apoyo para actualizar la actividad. Y eso equivale, en la voz de su presidenta, Mayte Jiménez, a reunir a los hospedajes, a las agencias y a los restaurantes, a los promotores del turismo activo y a los expertos en marketing en torno, por ejemplo, a la necesidad de "profesionalizar más el sector para adecuarlo a los tiempos". O más empresarios y menos turismo como ocupación accidental en la renta agraria.

Se abre "una etapa de retos", dice, para ajustar la evolución de aquel turismo rural que un día fue pionero a la de su potencial cliente del siglo XXI. "Debemos asumir que nuestro visitante es tecnológico", que esta actividad tradicional debe emerger inexcusablemente en las redes, o que ha de dejar de ser una ocupación residual en la economía del medio rural para dar "un salto cualitativo" esencial hacia la profesionalización. Además de tecnológico, el cliente es en buena medida extranjero y de ahí, a juicio de Jiménez, la otra exigencia de "mejorar la internacionalización, porque el turista nacional es buenísimo", pero la dependencia "limita nuestra temporada de actuación".

La presidenta del nuevo cluster da fe de su pretensión de mantener abierta la demanda a la administración de mejores conexiones aéreas internacionales, pero tampoco pierde de vista que "tenemos un cliente extranjero cercano, francés o inglés, que no siempre viene en avión", ni que su diagnóstico general confirma que en su terreno "Asturias explota todos sus recursos, aunque a veces no tiene la capacidad de llegar a su cliente objetivo ideando herramientas adecuadas". No percibe que el mercado esté saturado. "No sobran plazas", afirma, "es más bien que no llegamos a los clientes finales adecuados".

En Fitur, por otra parte, la patronal turística asturiana, Otea, rubricó ayer el acuerdo por el que se hace cargo de la delegación en Asturias del Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE).