Desentonan las botas de monte y las camisetas térmicas, pero es que el equipaje estaba hecho para escaparse cuatro días a Asturias en el mes de enero. Carmen Blasco y Eugenia y Berta Prieto, madre e hijas, son de Valencia, llegaron a última hora del sábado y pasadas las dos de la tarde de ayer, bajo el sol de un día de invierno como hecho de encargo para el final de la primavera, cálido y luminoso, pasean por la plaza de la Catedral de Oviedo con los abrigos en la mano y los jerséis remangados, sorprendidas y "encantadísimas de la vida" del calor seco o de ver a "tanta gente en la calle". Tienen sus dudas, eso sí, de si su pretensión de almorzar fabada es una buena idea en el día más caluroso de un mes de enero en Oviedo desde que los servicios meteorológicos tienen constancia estadística. Por lo menos desde hace cuarenta años.

Hace bastante más calor aquí que en Valencia. A las cuatro y diez de la tarde de ayer, los termómetros alcanzaron un tope de 23,7 que viene a ser la temperatura máxima registrada en Oviedo en esta época del año al menos desde 1972 -casi dos grados por encima del 22 del anterior registro, el del 18 de enero de 2007-. Es el día más caluroso de este invierno extraño y Asturias también marca el valor más alto de la Península: los 25,5 grados de las cuatro menos diez de la tarde en la estación medidora de Bargaedo (Piloña) son el tercer registro del país y sitúan al Principado por encima de algunas zonas de Canarias, muy cerca de los 25,9 de Tasarte, Oeste de Gran Canaria, el sitio de España más caluroso de ayer. La anomalía térmica del viento del Sur y del anticiclón que en los últimos días bloquea la entrada de frentes atlánticos ha subido los termómetros en toda la región hasta máximas de 24,7 en Mieres o de 24,5 en Cabrales, más altas en todo caso en el interior que en la costa, donde Gijón alcanzó 21,3 y se rondaron los 23 en el Aeropuerto de Asturias. El día extraño se prolongó a la noche. Pasadas las nueve, el calor persistía por encima de los 19 grados en Oviedo y Gijón.

La intensidad de la desviación atmosférica, todavía más aguda ayer que el sábado, elevó súbitamente los termómetros hasta niveles próximos a los de la primavera y el verano: la estadística meteorológica dice que 23,3 es la media normal de las temperaturas máximas de agosto en Oviedo y que enero no suele pasar de doce. Ayer el termómetro subió a 23,7 y no bajó de diez en la capital del Principado. Entre los diez valores más altos del registro loco de este domingo en España había siete temperaturas de otros tantos puntos de las Islas Canarias y a su lado, como si tal cosa, como si fuera normal, el calor de Piloña y dos puntos de Cantabria. Todos por encima de 25 grados.

A la espera de que el paréntesis se empiece a cerrar a partir de hoy, aunque no bruscamente, con la entrada de un frente por el Noroeste de la Península, el mediodía del domingo ve mangas de camisa, pantalones cortos, lleno irremisible en terrazas y paseos marítimos. Gloria López, que vivió 45 años en Alemania, toma el sol brevemente en una mesa de la calle Cimadevilla de Oviedo, acordándose de las fotos de Colonia nevada que su nieta le ha enviado estos días. No muy lejos de allí, de paso por la plaza de la Catedral, a Raquel Álvarez, leonesa residente en Oviedo, le parece que "todo esto no es normal" ni "bueno para el cuerpo. A mí ya me duelen las piernas. Necesitamos cuatro estaciones y no las estamos teniendo", y las flores desorientadas que ve brotar en el Parque de Invierno le dicen que algo no va demasiado bien. "Yo soy de León, estoy acostumbrada al frío, a la nieve y también al calor, pero en verano. Nos hace falta el invierno".

Aquí la alegría va por barrios. Siguen sin suerte los esquiadores. Pajares no bajó ayer de cuatro grados, ni San Isidro de uno y medio, y las estaciones permanecen cerradas, esperando precipitaciones y bajadas significativas de la cota de nieve que aún no se esperan para los próximos días, pero Antonio González, que está en Oviedo de visita desde Santander, celebra su buena suerte con el buen tiempo de un otoño y un comienzo de invierno que definitivamente están fuera de lo común en toda la franja cantábrica: "Ni me lo creo. Soy albañil y ya llevo hechos quince tejados".