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Física asturiana magnética en América

La investigadora de la Universidad de Oviedo Natalia Rinaldi obtiene en California el primer premio de la conferencia sobre magnetismo más prestigiosa del mundo

Natalia Rinaldi, con sus directores de tesis Pedro Gorría, en el centro, y Jesús Blanco. NACHO OREJAS

"Somos el Mirandés". Natalia Rinaldi, física doctoranda, investigadora asturiana de la Universidad de Oviedo, se ve como aquel equipo de Segunda B que hace cuatro años alcanzó las semifinales de la Copa del Rey en competencia con lo más reputado de la mejor Liga del planeta. Al salir del símil futbolístico, ella viene de ganar el gran premio de la conferencia de magnetismo más importante del mundo y de poner su investigación de doctorado sobre las propiedades magnéticas de las nanopartículas por encima de proyectos presentados desde algunas de las mejores universidades estadounidenses. De demostrar las propiedades magnéticas de la ciencia que se hace a veces a este lado del Atlántico.

En San Diego (California), en la "Joint MMM Intermag conference", la reunión trienal de las principales asociaciones de los ingenieros eléctricos y electrónicos de Estados Unidos en su sección de magnetismo, promovida por el Instituto Americano de Física (AIP, por sus siglas en inglés), los premios a las mejores investigaciones en la materia tenían seis finalistas locales y una asturiana. Uno venía de Yale, otros de la Universidad de California Los Angeles (UCLA), de Stanford, de la Universidad de Nueva York, "el año pasado ganó allí mismo un proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)..." En una ceremonia muy del gusto americano, dijeron "The winner is...", sonó su nombre y ahora Natalia Rinaldi, de madre avilesina y padre italiano, tiene un diploma, mil dólares y sobre todo el reconocimiento insólito de la profesión estadounidense a una investigación de doctorado nacida y crecida en la Universidad de Oviedo. Lejísimos de allí, en muchos sentidos. Pedro Gorría, que dirige su tesis junto al catedrático Jesús Blanco, da por cierto que en la concesión del galardón "se ha tenido en cuenta que competía con científicos estadounidenses y que sus publicaciones son de una relevancia muy alta viniendo de donde viene", tal vez con menos facilidades y más inconvenientes en el ecosistema investigador.

Natalia Rinaldi Montes, que espera leer su tesis doctoral a lo largo de este año, trabaja en el universo de lo extraordinariamente minúsculo, en una escala mil millones de veces más pequeña que el metro, para estudiar el comportamiento de las nanopartículas magnéticas y "el modo en que esos materiales, en especial los óxidos de metales, evolucionan al hacerse más y más pequeños". Su investigación multidisciplinar analiza las alteraciones que experimentan las configuraciones magnéticas de esas partículas a medida que se reduce su tamaño. Sabiendo lo que dice Jesús Blanco, que el magnetismo está casi en todas partes, "de los móviles a los coches, en los transportes o la producción de energía", eso resulta crucial a la hora de evaluar su uso tecnológico en áreas que abarcan desde la electrónica y la espintrónica -"porque queremos dispositivos cada vez más pequeños con cada vez mayor capacidad de almacenamiento"- a la biomedicina.

Por eso la exploración constante de las utilidades de su proyecto también llevó el año pasado a la investigadora asturiana a una estancia de tres meses en la Universidad de South Florida, en Tampa, financiada por el Campus de Excelencia de la Universidad de Oviedo y el Banco Santander, con el propósito de "optimizar las propiedades de estas nanopartículas para su uso como agentes de hipertermia magnética". Se explica. Se trata de una técnica biomédica en desarrollo para el tratamiento del cáncer que consiste en el calentamiento a distancia del área tumoral. Su fundamento reside en que las células cancerígenas se destruyen a temperaturas inferiores que las sanas. Así, la hipertermia con nanopartículas magnéticas se beneficia de la capacidad de éstas para producir calor en respuesta a un campo magnético alterno externo, así como de su elevada localidad, que permite calentar sólo la región que contiene las nanopartículas y preservar los tejidos sanos circundantes.

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