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"La huella del 'Prestige' no la borra una sentencia", dicen los testigos del desastre

Asturianos que limpiaron la costa ven con indiferencia el fallo que condena al capitán del barco: "El daño está hecho"

La playa de Carranques, ayer. Mara Villamuza

Trece años. Ese es el tiempo que ha pasado desde que el "Prestige" tiñó de negro la costa asturiana. Son años suficientes para haber olvidado la tragedia, pero los candasinos Marcelino y Saturnino Ramos -su apellido coincide por casualidad- no han podido. Todavía recuerdan cómo el intenso olor a gasolina y una espesa marea de galipote cubrió de luto Carreño, uno de los municipios más afectados por el desastre. "La mar es algo muy importante para nosotros y verla así... Se nos caían las lágrimas. Nos sentimos igual que si nos hubieran dado un puñetazo en las narices", lamentan estos dos vecinos, que recogieron a puñados los restos del vertido.

Ahora que la sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha condenado a dos años de prisión por un delito medioambiental al capitán del petrolero que causó la tragedia, Marcelino y Saturnino Ramos no pueden ocultar su rabia. "Me da igual que metan en la cárcel a uno o a otro. El daño ya está hecho y sólo espero que una desgracia así no se vuelva a repetir. Tengo 43 años y nunca vi cosa igual: fue terrible, una avería mayúscula", expresa Saturnino Ramos, conocido como "Franchu". Este candasín asegura que la huella del "Prestige" no la borra ninguna sentencia.

"Las secuelas siguen ahí. Yo salgo mucho a surfear y bucear y sigo viendo restos", apunta. Pero no hace falta sumergirse en la profundidades del mar para contemplar la marca de la tragedia. Basta con centrar la mirada en las rocas. "En el pedrero de la playa de Huelgues -en la ciudad de vacaciones de Perlora- se ven todavía manchas negras cuando baja la marea", explica. Las playas se limpiaron a fondo, pero las peñas no. "Como el acceso era más complicado, muchas acabaron arrasadas por el chapapote. En algunas no salen ni llámpares", agrega.

Marcelino Ramos, Guardia Civil y responsable del club de actividades subacuáticas "El Delfín" de Candás, también sostiene que el fondo marino "tiene que estar afectado". A la mente le vienen tristes imágenes de pájaros y peces muertos. Sobre todo, de Carranques (Perlora), la playa en la que más sudor derrochó y adonde ayer volvió para contemplar una arena limpia e iluminada por el sol. "Aquello era para llorar; más de medio metro de fuel", rememora. Durante días, el trabajo en las playas de Carreño fue un "no parar". "Éramos más de cien personas. Padres, hijos, mujeres... Todos se volcaron. Había voluntarios de muchas comunidades autónomas: Madrid, Castilla La Mancha...", explica. "La gente bajó en masa; la solidaridad fue increíble", apunta "Franchu" Ramos.

Aun así, sus manos no dieron a basto aquel noviembre de 2002. "Sacabas una tonelada y al día siguiente, como había que parar por la noche, aparecía el doble. Fue tremendo. No sé si a estas alturas lo hemos asimilado todavía", opina Saturnino Ramos, que cuenta cómo a través de cuerdas y capazos conseguían sacar el fuel de las piedras. "No había galletas de petróleo; había ´galletonas´", manifiesta, por su parte, Marcelino Ramos. El candasín se volcó durante un mes en la tragedia y recorrió en una lancha la marea negra. El galipote llegó a todas las esquinas de la costa. Candás, la bahía de Perán, Perlora y Carranques se llevaron la peor parte. "Si cuando sucedió todo hubiesen metido al ´Prestige´ en el puerto más cercano, nos hubiésemos ahorrado un problema", denuncia Ramos.

Pero ya es tarde para arrepentirse. Los héroes de la marea negra sólo piden un cosa: que se haya aprendido del error y que una tragedia medioambiental así no se vuelva a repetir. Marcelino y Saturnino Ramos están "orgullos" de haber devuelto el color a la costa carreñense.

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