En febrero de 2014 los asturianos comprobaron que las olas pueden llevarse por delante, arrancar y desplazar estructuras de piedra de cientos de kilos. En el Muro de San Lorenzo, sin ir más lejos. Aquel temporal, que causó daños materiales importantes en distintos puntos de la costa asturiana, recordó que con la mar no se juega. Ni siquiera en calma chicha.

Protección Civil y los Servicios de Emergencias insisten en la necesidad de mantener unas medidas mínimas de prudencia. En el caso de Asturias, las de estos días están relacionadas con mar y viento, un cóctel que en ocasiones se vuelve peligroso.

Frente a la mar, distancia. Es el primer mandamiento de seguridad. Tratar de captar espectaculares imágenes del fuerte oleaje tiene peligro doble. Por un lado, anima a exponerse; por otro, la atención focalizada en el encuadre y disparo nos deja más vulnerables ante el factor sorpresa.

Los golpes de mar tienen algo de imprevisible. Desde la orilla se tiende a subvalorarlos. Tan sólo en Gijón, el joven siglo XXI ya tiene en su haber tres sucesos mortales por olas traicioneras. Se acaban de cumplir quince años de la muerte del joven Juan Pablo Prado (enero de 2001), arrastrado por el fuerte oleaje poco después de tirarse al mar para intentar salvar a su perro en la playa de San Lorenzo.

Y se acaban de cumplir siete años de la desaparición (enero de 2009) de un fotógrafo extranjeros, probablemente de nacionalidad francesa, cuando sacaba fotos nocturnas del temporal en la bahía de Gijón. Su cuerpo nunca llegó a ser encontrado. Un caso rodeado de misterio.

Más recientemente, hace ahora un año, el fuerte oleaje se llevaba a un hombre sexagenario que había bajado a la bahía de San Lorenzo a orinar. El fuerte temporal arrastró al gijonés cuando se encontraba a la altura de la escalera 19, en la zona del Mayán de Tierra.

En días de viento intenso y racheado, como es el caso, el sentido común aconseja evitar en lo posible la calle, no deambular o practicar el footing por zonas arboladas y no pararse junto a muros o edificaciones en construcción. Cuidado con los niños en los parques y, en zonas costeras, con las salidas típicas "a ver las olas".

El viento se suma al peligro. Una racha de más de cien kilómetros por hora puede tumbar a una persona de setenta kilos de peso. La racha máxima registrada estos días en España, ayer de madrugada, en el cabo Busto (Valdés), de 148 kilómetros por hora, no solo tumba sino que arrastra.

Los expertos desaconsejan permanecer en zonas de acantilados, tanto en la parte superior como a pie de mar, aunque por razones distintas. En este último caso, por peligro de desprendimientos. Lo espectacular del paisaje no merece poner la vida en peligro.

Con el agua ocurre como con el fuego: no nos enteramos del peligro hasta que lo tenemos encima. Protección Civil pide especial precaución con los coches. En autopistas, en los viaductos -de los que Asturias anda sobrada-. En las carreteras secundarias con los argayos y desprendimientos de vegetación. Y en ambos escenarios, con los adelantamientos, sobre todo a vehículos pesados. Si no tiene necesidad de coger el coche, mejor dejarlo aparcado (y a ser posible, no debajo de árboles).

Hay cuestiones que parecen de cajón. Salvo un gran experto, es obvio que hay que evitar los deportes náuticos, tipo surf. En días de intenso viento, la bici y la moto están manifiestamente desaconsejadas. Y con mucho viento, aunque la temperatura no sea alta, mejor dejar para otro día la clásica quema de rastrojos. De las consecuencias de esa mala práctica sabemos mucho en Asturias.