"Cuando vi al abuelo arrastrado por el mar, intentando levantarse, me tiré del caballo y salí corriendo hacia ellos. Yo sólo pensaba en el niño". Así relata Basilio Álvarez, vecino de Villaoril, a escasos kilómetros de la playa de Frexulfe, el momento en el que se percató de la tragedia del pasado lunes. En la cocina de su casa, frente a un café con leche, cuenta a LA NUEVA ESPAÑA cómo vio al pequeño, su padre y el abuelo acercarse a la orilla en una tarde de temporal. No les dijo nada al ver que se retiraban. Pero luego comprobó que el mar se los había llevado a los tres, aunque los adultos lograron salvar la vida. "Estuve sujetando al padre, estaba loco por ir al mar a buscar al niño", recuerda. "Fue muy mala suerte, malísima", lamenta.

Basilio Álvarez salió en la tarde del lunes, como de costumbre, a dar un paseo a caballo por la zona. Uno de sus lugares predilectos es la senda de la costa naviega, que en uno de sus tramos llega a Frexulfe. Al llegar, divisó a una familia que había ido a ver el mar, embravecido por el temporal. "Los vi a los tres bajando por el camino más al oeste, por entre los juncos. Se hacían fotos. El abuelo se abrazaba al guaje, con el mar a la espalda, y el padre los fotografiaba", rememora. En esto, una ola se les acercó más de la cuenta. "Pensé en ir a decirles que tuvieran cuidado, pero el padre cogió al niño de la mano y echó a andar de vuelta", cuenta Álvarez. En ese momento, los creyó fuera de peligro, al pensar que se retirarían del arenal por la zona más segura.

El jinete siguió su camino habitual, descendiendo por la parte este del saliente de piedra granítica de Frexulfe, hacia la zona de las duchas. "Cuando miré hacia las rocas, me sorprendió una gran ola. De la que bajaba, y de repente, vi al abuelo intentando levantarse". Álvarez no se lo pensó un segundo para emprender una carrera de socorro. "Sólo pensaba en el crío", repite.

Tras ayudar al abuelo a ponerse de pie, miró abajo, hacia la orilla. A veinte metros estaba el padre, "en un revuelo de agua, espuma y arena". Lo llamó a voces, acudió hasta donde estaba y lo agarró con fuerza hacia una zona segura. Reconoce que casi "se peleó" con él. La desesperación lo llevaba hacia las olas, hacia el peligro. "Llamé como pude a Emergencias. Cada cosa que él veía en la espuma le parecía que era el niño, quería tirarse. Me esforcé en aguantarlo, para que no se fuera para abajo", relata. Al poco tiempo llegó Marino Fernández, edil de Seguridad Ciudadana, que también participó, y más tarde la ambulancia, con enfermera y médico, la Policía Local y el resto de miembros del operativo de rescate. "Al niño no lo vi en ningún momento después de la ola", asegura Álvarez. A Hugo padre y a Hugo abuelo los recuerda "llenos de arena de arriba abajo, empapados". Muy nerviosos después del golpe de mar.

"Se fiaron"

Para Basilio Álvarez, que es conocedor de la playa, el error fue la confianza. Exceso de confianza. "No conocían muy bien y se fiaron. El mar bajaba mucho, pero también subía mucho. Creyeron que no llegaba hasta ellos o que les daba tiempo a pasar, pero no", reflexiona. Para este naviego fue una de las situaciones más dura que le han tocado vivir. "¿Qué le dices al hombre para pararlo si tiene el hijo allí? Pero si no lo aguantas, él podía ir detrás". Álvarez asegura que así fueron los hechos, "a pesar de todo lo que digan". Él fue el único testigo. También la mano que evitó lo que pudo ser una tragedia aún mayor.