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"Están dejando morir el tren de cercanías", alertan los viajeros

La antigua Feve tiene continuos retrasos, apeaderos llenos de basura y vagones con goteras, denuncian

Fredesvita Acevedo, leyendo LA NUEVA ESPAÑA. A la derecha, María García, sola en un vagón. i. collín

"Están dejando morir el tren de cercanías". Esa es la opinión unánime de los viajeros de Feve, que ven con recelo que la red regional de vía estrecha quede en el aire, susceptible de cierre o privatización, tras caducar en diciembre la condición de Obligación de Servicio Público, como reveló ayer LA NUEVA ESPAÑA. Retrasos de entre diez y quince minutos en todas las líneas, convoyes anticuados, apeaderos abandonados y revisores desaparecidos son algunas de las quejas que animarían al próximo Gobierno central a no renovar la declaración, según los usuarios. De hecho, los pasajeros no se explican cómo la empresa ferroviaria resiste: en una década perdió más del 50% de sus clientes. "Yo cuento el número de personas que van en los vagones y no me salen las cuentas", asegura Toñi Rodríguez, que ayer cogió el tren en Gijón con destino a Avilés.

El convoy salió puntual de la estación (11:31 horas), aunque las paradas fueron retrasando poco a poco el viaje. Hasta Cudillero, son un total de 31. No en todas se detiene el tren, pero sí en la mayoría. Eso ralentiza aún más el viaje, que tarda unas dos horas en llegar a la villa pixueta. "Estos trayectos son para hacer sin prisa. Y eso es justamente de lo que no disponemos muchos viajeros", asegura Alejandro García. Este joven de 33 años hace todos los días por trabajo la línea Peñaullán (Pravia)-El Pito (Cudillero), de ahí que tenga bien sintetizadas sus críticas: "Los apeaderos dan pena y dolor, están siempre sucios y llenos de basura, los vagones tienen goteras, la atención telefónica es pésima, las rutas se suspenden sin avisar, no hay revisores y lo raro es que un tren llegue puntual. Me gustaría decir algo bueno, pero no puedo. Es un desastre mires por donde lo mires". Pero un desastre no por la red, sino por su desatención.

El Principado es la comunidad autónoma con más kilómetros de ferrocarril por habitante. Tiene un extenso sistema de cercanías que conecta las ciudades y villas del centro con 473 kilómetros de vías de ancho métrico y otros 116,9 de ibérico. Los viajeros son conscientes de este potencial, además de la belleza paisajística que caracteriza a todas sus líneas. Por eso lamentan que las rutas estén prácticamente muertas.

Ayer, el número máximo de pasajeros que compartieron asiento en el viaje Gijón-Cudillero fueron doce. La mayor parte del tiempo, iban cuatro y sobraba el segundo vagón. "Los fines de semana esto es así, va vacío", afirma Irene Ferreiro. "Es una pena verlo de este modo, pero es lo que hay", dice por su parte Toñi Rodríguez. La misma amargura despierta el mal estado de la red de cercanías en Fresdesvita Acevedo, de Cadavedo (Luarca), que va todas las semanas de Avilés a Pravia: "Entiendo que no sea rentable, pero si eliminan las líneas, a mí me hacen un prejuicio muy grande". Principalmente por su marido, José López, que anda en silla de ruedas. "En autobús él no puede ir, tendríamos que recurrir al taxi y con las pensiones tan pequeñas que tenemos ya me dirán cómo hago". Para Acevedo, que ayer aprovechó su trayecto para leer LA NUEVA ESPAÑA junto a su hermana Tina, la conexión ferroviaria que tiene la región es un "lujo" que hay que conservar. Pero para mantenerlo -en ello coinciden todos los pasajeros- hacen falta cambios y, sobre todo, modernización.

Sara Menéndez hacía 7 años que no viajaba en tren. Lo típico: desde que sacó el carné de conducir se desplaza sobre cuatro ruedas. Ayer dejó el coche en Pravia aunque ella vive en Avilés. Su conclusión después de años sin pisar un vagón de Feve es que "no ha cambiado nada". "Lo veo todo muy abandonado, deberían renovarse un poco", dice la joven, de 31 años. Para empezar, su marcha. Dar la vuelta a Asturias en Feve (Llanes- Vegadeo) supone siete horas de viaje. Y si el billete es de ida y vuelta, catorce. Justo lo que se invierte en ir a Nueva York en avión o a Bruselas en coche. Pero la actualización de la compañía ferroviaria pasa por mucho más. Los viajeros insisten en renovar los vagones. "Son tercermundistas", opina Carlos Martínez, que utiliza diariamente el tren para ir desde su casa en Raíces a su trabajo en Arcelor. "Además, por fuera están todos llenos de pintadas", agrega María García. Otra obra indispensable, creen los pasajeros, es la mejora de las estaciones y de los apeaderos: "Meten miedo".

El ferrocarril Gijón-Cudillero de ayer por la mañana fue prácticamente vacío de principio a fin. La mayor afluencia, unas doce personas, se concentró entre Candás y Piedras Blancas. A partir de ahí comenzó el declive hasta quedar tan sólo cuatro pasajeros de Pravia a la villa pixueta.

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