La clave está en la educación. Ésa es la principal conclusión a la que llegaron los expertos que ayer participaron en las II Jornadas de investigación en igualdad organizadas por la Universidad de Oviedo y en las que se trató la violencia machista en sus diferentes formas y sus consecuencias. Estos ataques a las mujeres, con independencia de su edad, se visualizan en los golpes y, llegado al extremo, en las muertes. Pero previamente todas las víctimas han sufrido un profundo desgaste psicológico en el que intervienen los insultos, el miedo, las presiones, la autoinculpación, la soledad...

El control y el maltrato a la mujer ya están constatados desde los orígenes de la civilización. María Isabel Núñez Paz, profesora de Derecho Romano, explicó que la supuesta inferioridad congénita del género femenino procede ya de la Antigua Grecia, donde se hablaba de las mujeres como una "raza maldita" e "inferior" a la que había que controlar. Por eso el varón podía golpearla como medida correctora.

En Roma, el hombre era intelecto y la mujer pasión, y como lo que estaba en riesgo era la pureza de sangre en la procreación, mayor motivo para ejercer el dominio. Y así, con unas justificaciones u otras, el control ha llegado hasta nuestros días. "La mayor violencia es el impedimento a la educación y la formación, y es por eso que la mujer sigue siendo aún hoy tan vulnerable", aseguró Núñez.

El análisis de la situación actual se inició con una visión sobre el acoso escolar, amplificado por el uso de las redes sociales. La profesora e investigadora María Ludivina Valvidares explicó en el aula magna del edificio histórico de la Universidad que estos comportamientos son variopintos y afectan a diversos derechos fundamentales, y que en ocasiones están relacionados con la violencia machista. A ello se suma el anonimato que facilitan las nuevas tecnologías y que aumentan la impunidad.

"No existe una regulación legal, un tipo penal específico contra el acoso y la violencia entre los menores, y se acude a tipos generales, como el delito contra la integridad moral, amenazas, coacciones...". Pero esta experta tampoco considera que la respuesta penal sea "ni única ni la primera". Al contrario. "Debe ser una respuesta educativa, y la escuela debe ser el filtro que acumule y recoja el movimiento y el empeño de la sociedad contra esa violencia", aseguró. Valvidares remarcó que "todos los menores de edad tienen derecho a la educación, y hay que hacerlo en el respeto a la pluralidad, a otra formas de vida". Y es que "ser diferentes es un factor de riesgo, porque uno es susceptible de sufrir el rechazo social y escolar". En este sentido incidió en que "el centro escolar tiene que asumir su responsabilidad subjetiva en los casos de ciberacoso, porque son las dinámicas de grupo en el centro las que permiten ponerlo en marcha".

La doctoranda en Ciencias de la Salud Vanesa García Díaz presentó algunos resultados del estudio "Maltrato instrumental en el noviazgo juvenil", para el que se realizaron 4.867 encuestas en las que participaron un 41,2% de varones y un 58,8% de mujeres, todos ellos preuniversitarios y universitarios. Los resultados indicaron que en los casos de violencia psicológica, se dan victimizaciones similares en ambos sexos. Pero las chicas son menos tolerantes con la violencia instrumental (económica) que los chicos. "Puede ser por una mayor conciencia social frente a la violencia machista o porque ellos entienden que ese tipo de violencia no es propio de su género", explicó la ponente.

En todo caso, la investigadora destacó que "el maltrato no percibido conlleva mayor peligrosidad, porque la víctima se siente atrapada, pero no maltratada. Y eso se produce porque hay conductas que están interiorizadas y no se analizan como agresión". Otro dato: "El grupo que se declaró no maltratado fue muy intolerante ante los maltratos".

La investigadora Clara Gago explicó la situación de la mujer en la legislación, y defendió que la conciliación de la vida laboral y familiar se conseguirá cuando el hombre asuma sus responsabilidades también en el hogar y los empresarios se acostumbren a ello. En ese marco se encuadran aún la brecha salarial, el "techo de cristal" con el que se encuentran las mujeres y el empobrecimiento al que se ven sometidas, sobre todo si son víctimas de la violencia de género.

"No se trata de imponer medidas contra la violencia, sino de prevenir la discriminación y la violencia a través de la educación", concluyó.

La sesión la clausuraron dos profesores de la Facultad de Trabajo Social, Marcos Loredo y Consuelo Rodríguez, y dos alumnas, Sonia Ruiz y Claudia Sainz, que presentaron un vídeo sobre violencia de género con el que se demuestra el maltrato psicológico previo al ataque físico y el uso de las nuevas tecnologías como medio de abuso y control sobre la mujer: un ejemplo práctico de educar para prevenir y alcanzar la igualdad.