El químico Miguel Ángel Alario Franco, catedrático honorífico de Química Inorgánica de la Universidad Complutense de Madrid y expresidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, ofreció ayer la quinta conferencia de la Semana de la Ciencia organizada por el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, coincidiendo con la reinauguración de sus instalaciones. Fue un apasionante viaje a través de los visionarios de la Ciencia que, desde la Antigüedad, han ido desvelando los misterios del Universo, con un giro final sobre el estado de la exploración espacial, con especial énfasis en los logros de las sondas "Voyager", una de las cuales ya ha logrado salir del Sistema Solar. A preguntas del público, Alario indicó que "puede haber otro planeta en nuestro sistema, sería posible, pero todavía no hay pruebas". Esa presencia de un nuevo planeta se infiere de las alteraciones gravitacionales que se han detectado, pero son "cálculos complejos que no están todavía claros".

Fuera de nuestro sistema, "la estadística de exoplanetas se está incrementando, y eso que sólo se está explorando una pequeña parte del Universo". En el sistema Kepler-186, apuntó, "existe un planeta, el 186f, situado a una distancia de su estrella comparable a la que separa la Tierra del Sol, esto es, en la zona de agua líquida, y podría haber vida". Alario no dejó de bromear sobre esa posibilidad: "Quizá si se descubriese que hay vida en ese planeta, dejaría de haber tanto follón en la Tierra". Alario indicó que hay otros sistemas, como el Kepler-62, en los que podría haber planetas parecidos a los nuestros.

La conferencia del catedrático honorífico tenía el sugerente título de "El sueño de Copérnico y otros soñadores: viajes a los confines del Sistema Solar", y su pretensión no era otra que establecer un nexo entre las teorías del padre del heliocentrismo y las exploraciones de las sondas "Voyager", una de las cuales ya navega fuera del Sistema Solar, tras fotografiar y tomar muestras de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Esas sondas, indicó, "han cumplido el sueño de Copérnico de ver nuestro sistema planetario desde el exterior". Ahora está a unos 21.000 millones de kilómetros de la Tierra, "lo que hace que la información que envían tarde 37 horas en llegar a nosotros".

Alario, que ilustró su conferencia con diferentes imágenes, incluidas las fotografías de la NASA realizadas por una de las sondas desde el exterior del Sistema Solar, ofreció algunos detalles sobre el funcionamiento de las "Voyager", que han cubierto una distancia imposible si sólo estuviesen movidas por combustible. "Hubo que aprovechar la gravedad de los planetas mayores para impulsarlas aún más lejos. Fue una idea que se le ocurrió a un estudiante", indicó el catedrático, autor de tres libros, más de 200 artículos y que ha sido profesor invitado en las universidades de Cambridge, Grenoble y Berkeley.

Los cohetes de las "Voyager" se mueven por energía nuclear -el combustible son pastillas de dióxido de uranio, con una camisa de grafeno- y cuenta para su sistema eléctrico unos generadores que aprovechan el "efecto Peltier", o efecto termoeléctrico, según el cual dos metales distintos a diferente temperatura generan una corriente. Es el mismo efecto que se aplica en las neveras termoeléctricas, como explicó el químico.

No exento de humor, Alario resaltó uno de los aspectos más chocantes de las sondas. "Pensaron que podría haber vida inteligente en el espacio exterior e introdujeron un disco de oro con escenas de la Tierra, sonidos, música, saludos en todos los idiomas posibles", indicó.

Las imágenes remitidas por las "Voyager" han permitido ver por fin nuestro sistema planetario desde el exterior. "Con esas fotografías estamos viendo lo que imaginó Copérnico que era el Sistema Solar", aseguró. Y en la pintura final, la Tierra aparece como lo que es, un punto perdido en mitad del Universo. Alario se ayudó de una cita de Carl Sagan para explicar lo que sugiere esa pequeñez. "Carl Sagan dijo: 'Es tremendo, toda la historia de nuestra humanidad cabe en un píxel de una pantalla de ordenador'. Y es cierto, somos una pequeña nada en el Sistema Solar, no somos nadie", comentó.

Una inmensidad tal que, de haberse conocido antes, quizá no se hubiese intentado siquiera explorar, del mismo modo que "Colón, si hubiese conocido el tamaño de la Tierra, no hubiese emprendido el viaje que le permitió descubrir América", opinó el catedrático. En cualquier caso, "tiene muchísimo mérito que las 'Voyager' hayan entrado en el espacio interestelar" -algo que se verificó el 25 de agosto-, y apunto que si realmente son capaces de pasar la heliopausa -el punto en el que el viento solar se une al medio interestelar o al viento estelar procedente de otras estrellas, las sondas podrían recibir otras radiaciones que siguiesen impulsándolas.

¿Hasta cuándo? El sistema estelar más cercano al Sol es Alfa Centauri, situado a más de cuatro años luz. Alario se preguntó si, para cuando las sondas llegasen a ese sistema y tropezasen hipotéticamente con vida inteligente, quedaría algo del disco de oro en el que se dan algunos datos de la vida en la Tierra.

De Tales a Galileo

Pero el viaje de Alario -que fue introducido ante el numeroso público asistente a esta quinta conferencia de la Semana de la Ciencia por el decano de la Facultad de Química de la Universidad de Oviedo, José Manuel Fernández Colinas, y la directora de LA NUEVA ESPAÑA, Ángeles Rivero- se inició en la Tierra, en el mundo griego, el primero que vislumbró la grandeza del Universo y trato de darle una explicación lógica. Los primeros intentos, explicó, no fueron muy exactos. Tales de Mileto defendía que la Tierra era un plano sobre el mar, con una cúpula. Aristóteles llevó su visión un poco más lejos y habló de que "el mundo estaba hecho de esferas, con un mundo sublunar y otro supralunar o éter", siempre geocéntrico.

"Aristarco fue el primero al que se le ocurrió que la Tierra no era el centro. Estudió la sombra que daba el Sol, y llegó a la conclusión de que era muchísimo más grande que la Tierra, y que por tanto no podía girar en torno a ella", explicó el profesor, que exhibió un tono muy ameno. Más tarde, Eratóstenes -que estudió los números primos- fue capaz de calcular el tamaño de la Tierra, el Sol y la Luna por triangulación, con el famoso experimento del carro de bueyes entre Cirene y Alejandría. Hiparco de Nicea hizo el primer catálogo de estrellas, 1080, "algo asombroso, hecho con una mano y un compás". Y Ptolomeo "consiguió explicar la trayectoria de los planetas, la retrogradación". Finalmente, Alario se extendió en Copérnico, el que dio el gran giro, primer defensor de heliocentrismo. "No era quizás el que más sabía, porque era la época de Pico della Mirandola", apuntó. "Pero acabó con una idea que llevaba 1.800 años en la cultura humana, cambió la visión del Universo", añadió. Luego llegarían Brahe, Kepler y Galileo, con su estudio de las lunas de Júpiter, que "cambió en gran medida la manera de ver el mundo, ya que Júpiter era como un sistema solar", añadió. Un viaje apasionante.