A eso de la una y media de la tarde, la crispación saltó de pronto el cristal que separa el hemiciclo de la tribuna de invitados. El pleno de la Junta General del Principado, que ya antes había sido tenso y tirante de escaño a escaño, debatía una propuesta de solución para el sufrimiento de los ganaderos por los ataques del lobo y un grupo de afectados, que seguía la sesión invitado por el PP, elevó el nivel de la manifestación de ira y acabó induciendo la interrupción de la función. La estricta aplicación del reglamento había llevado al presidente de la cámara, Pedro Sanjurjo, a reconvenirles varias veces por mostrar adhesión con aplausos a los intervinientes que defendían el plan, presentado por el PP, o rechazo con abucheos a los que se oponían.

Durante el último turno, el del diputado socialista Marcelino Marcos Líndez, allí donde éste sostenía que en los montes "las cámaras de seguimiento se instalan respetando la legislación vigente", un golpe en el cristal que separa la tribuna del hemiciclo colmó la paciencia de Sanjurjo y le llevó a expulsar al autor, que se negó a marcharse, y a la vista de esta actitud, a desalojarlos a todos y a detener la sesión durante diez minutos. "Usted está interrumpiendo la sesión, no se ha comportado debidamente, está obstruyendo el normal desenlace de este pleno", le dijo. Los ganaderos se resistieron, gritaron "fuera, fuera", tronó Sanjurjo, ellos volvieron a mostrar pancartas de "llobos, solución" y "María Jesús, dimisión", dirigida a la consejera de Desarrollo Rural, María Jesús Álvarez, y después de unos minutos de resistencia abandonaron la Junta por propia voluntad y sin intervención policial justo antes de que los grupos se pronunciasen sobre la iniciativa. Para rechazarla.

Al final, el resultado de la votación del plan que apoyaban los ganaderos presentes también fue negativa para ellos. La cámara lo rechazó con PP, Foro y Ciudadanos a favor y PSOE, IU y Podemos en contra. Dijo que no a la petición, entre otras medidas, deinstar al Gobierno a emprender "actuaciones inmediatas" para resarcir al ganadero del daño causado, el pago de las indemnizaciones como máximo en un mes o la actualización de los baremos para que incluyan todas las pérdidas que sufren los propietarios de las reses por los ataques de cánidos salvajes.

El enfrentamiento entre la presidencia y la tribuna fue la línea de llegada de un pleno crispado como otros, o como muchos de los últimos, por la fiereza del fragor del debate político. Luis Venta, que había defendido el plan del lobo en nombre del PP, rechazó las enmiendas planteadas por Podemos e IU para "no traicionar" al colectivo expulsado. Pero ya antes de que Sanjurjo ejerciera su prerrogativa reglamentarias de expulsar a quienes "dieran muestras de aprobación o desaprobación, perturbaren el orden o faltaren a la debida compostura" en la cámara, cuando los ganaderos ni siquiera habían llegado a la tribuna, el pleno ya había elevado el tono en los escaños en momentos puntuales del turno de preguntas al Presidente.

El "gran maniático"

El portavoz de Podemos, Emilio León, había acusado al Gobierno de "banalizar la corrupción" en su gestión del caso "Marea" y el Presidente le había devuelto el reproche de su "insufrible superioridad moral". En un cuerpo a cuerpo a cuenta de las alianzas que busca sin éxito el Gobierno socialista en minoría, la presidenta del PP había tratado de "gran maniático" al jefe del Ejecutivo, y éste le había enviado de vuelta una acusación previa de Mercedes Fernández al PSOE según la cual los socialistas están "enrabietados" a la búsqueda del Gobierno de España. "¿Y usted?", le preguntó.

Aludió entonces al intento de la portavoz popular de postularse al inicio de la legislatura, la acusó de hacer "de la aritmética parlamentaria la trinchera de sus fantasías para ser presidenta" y en un intento de cargar la tensión del debate sobre las espaldas del PP, recordó haber recibido de ella lindezas como "que tengo síndrome de confusión aguda o que soy un parásito político, cobarde, machista y hasta presunta mala persona..." Dejó en el aire la última pregunta: "¿En virtud de qué código de conducta parlamentaria yo debo asistir silente y resignado a esos epítetos?".