"Hay gente que sabe qué ocurrió, que podría aportar datos relevantes para esclarecer este crimen y no habla", dice Julia Fernández, una mujer que se confiesa triste, hundida, pero que no ceja en la esperanza de ver un día al responsable -o responsables- de la muerte de su hija entre rejas. La madre de Sheila Barrero, la joven ejecutada de un tiro en la nuca en la mañana del 25 de enero de 2004, a la altura del alto de La Collada, en la carretera que une Villablino (León) y Cerredo (Degaña), ha perdido la cuenta de todas las puertas que ha tocado en busca de luz para un asesinato tan vil como inexplicable. Llegó a plantarse hace unos años en una tienda de campaña a las puertas de la Audiencia Provincial para que la investigación, cerrada provisionalmente, fuese retomada, y reunió hasta 21.000 firmas contra el olvido. "Es como si a nadie le interesase lo que le pasó a mi hija", se duele.

Lo que le ocurrió a Sheila es que nunca regresó a casa. La joven trabajaba de lunes a viernes en una agencia de viajes de Gijón, y los fines de semana completaba los ingresos sirviendo copas en el pub "Joe Team" de Villablino. Una fuerza de la naturaleza de 22 años. El día que la mataron había salido de trabajar a eso de las siete de la mañana y se había ido con los compañeros a otro bar, aunque estaba cansada y decidió volver a casa, en Degaña. Ese día, domingo, la familia solía reunirse para comer. Salió de Villablino a eso de las ocho menos cuarto. Unos amigos la acompañaron en su propio coche hasta el cruce de Caboalles. Luego ella tiró hacia el alto de La Collada, los otros hacia Leitariegos.

Era el típico día invernal, con niebla. Todo indica que alguien en otro coche la adelantó y la obligó a detenerse en plena carretera. No había señales de frenada brusca, lo que evidencia que conocía a su asesino. El homicida salió de su coche y se montó en el de ella, en la parte de atrás. Fue desde allí desde donde le disparó el tiro de gracia. La joven cayó sobre el asiento del copiloto, donde se encontraron machas de sangre. El asesino la apartó un poco y condujo su coche hasta el cercano aparcamiento del área recreativa de La Collada. Fue allí donde, a eso del mediodía, la encontró su hermano Elías, que había ido a buscarla ante la preocupación de sus padres.

Julia Fernández asegura que la investigación de la Guardia Civil fue impecable. No fueron ellos los que fallaron. En el coche encontraron un casquillo y una bufanda. Llegaron a dar incluso con dos cazadores de Ibias que habían pasado por el lugar del crimen minutos antes de cometerse, cuando aún se encontraban en mitad de la carretera los dos coches, el de Sheila y el de su asesino. Pero los dos hombres ofrecieron un relato difuso y hasta contradictorio de lo que habían visto.

Durante un tiempo, dio la impresión de que el supuesto autor del crimen estaba al alcance de la mano. Seis meses después del asesinato, fue arrestado un joven de Villager de Laciana que había salido con Sheila brevemente, antes de que la joven retomase la relación con su novio de toda la vida. La prueba de la parafina desveló a los agentes que Borja V. G., de 19 años, había disparado un arma de cartuchería metálica, similar al de la pistola del 6,5 con la que mataron a la chica. Hasta tres informes se realizaron que apuntaban a este joven.

También se encontró una fibra en la misteriosa bufanda hallada en el coche, que se correspondía con una chaqueta del entonces único sospechoso del crimen. Incluso se hizo constar en un informe que el abuelo del joven, al encontrar los guardias en un registro de su casa una caja con munición, llegó a preguntarles si estaban buscando "la pistola pequeña", aunque luego negó taxativamente ante el juez haber hecho este comentario.

Tanto el juez como el ministerio público consideraron que todo eran pruebas circunstanciales y que se precisaba algo más solido e inapelable para levantar una acusación de asesinato. En la misma tesis insistió la sección tercera de la Audiencia Provincial, cuando hubo de dirimir un recurso por el sobreseimiento del caso. Esta sala llegó introducir un elemento perturbador, al resaltar el carácter "profesional" del crimen. Borja V. G. quedó finalmente libre de cualquier cargo, para desmayo de la familia, a la que solo le ha quedado el consuelo de recordar públicamente a Sheila cada 25 de enero, y ya van doce desde que la mataron.

Pero no se rinden. La familia, que ha llegado a mandar cartas a la Casa Real pidiendo la reapertura del caso, está esperando a que se constituya el nuevo Gobierno para pedir al presidente y al ministro de Justicia la reapertura del caso. Si no lo hacen, prometen movilizaciones.