Para cuando Luis Tuero, abogado defensor de tres trabajadores del Ayuntamiento de Oviedo, dijo "tengo la cabeza hecha un lío", la primera sesión ya languidecía a punto de agotar su cuarta hora. Con la sala de vistas atiborrada de acusaciones y defensas, diecisiete letrados y una fiscal, y en el banquillo un equipo titular más dos -trece acusados-, ayer el juicio echó a andar juzgando al juez. Dando una vuelta completa sobre sí mismo, el caso Marea abrió proceso a los instructores, Ana López Pandiella y Ángel Sorando, como involuntarios protagonistas ausentes de una función de apertura en la que las defensas presentaron una ruidosa enmienda a la totalidad de su instrucción "estrambótica", "caótica", "extravagante", "personalista", llena de "transgresiones flagrantes y osbcenas"... Venía a decir Tuero, por él y por todos sus compañeros, que el caso, en efecto, marea, o que el caso se marea, o que las vueltas de la instrucción han pinchado teléfonos por encima de sus posibilidades y llevado al banquillo a gente que no se ve a sí misma en el banquillo. Por ejemplo, a sus tres defendidos, "que ni son funcionarios ni tienen capacidad para contratar". O a José Manuel Blanco, profesor de la Universidad de Oviedo, encausado por cohecho, que resumió aquello hablando por boca de su abogado. "No sabemos muy bien por qué estamos aquí".