Ocho y cuarto de la mañana. En la ronda sur de Gijón el tráfico a esa hora suele tener algo de procesional. Lejos del atasco, es preciso andar con ojo y los cinco sentidos activados. Por si acaso.

Ayer, primer día efectivo del corte del carril por obras, los conductores experimentaron la sensación de que había más tráfico de lo acostumbrado. Se notaba en las glorietas de salida a Gijón desde Viesques y La Guía. En una sociedad como la nuestra, con personal acostumbrado a entrar en la oficina a las nueve menos un minuto y con la lengua fuera, los líos a la salida de Gijón, pongo por ejemplo, no son los de las ocho y diez sino los de las nueve menos veinte. Y a pisar el acelerador por el paraíso de los baches en que se ha convertido la sufrida "Y".

Muchos, por tanto, salieron de casa unos minutos antes, pero la gran novedad fue la retahíla de coches que enfilaron muy de mañana rumbo a la autovía minera. Los conductores procedentes del oriente astur o de Gijón hicieron cálculos: la "Y" hasta los topes, y la conexión desde la ronda sur con la AS-II convertida en un atasco. La "curvona" que materializa esa conexión, un despropósito en sí misma, ayer estaba imposible. En circunstancias normales y según a qué horas ese tramo intermedio de apenas 300 metros supone un parón de diez minutos.

La autovía minera era la segunda alternativa y a ella acudieron muchos usuarios de la Ciudad Astur, ese conglomerado que tiene nombre pero no forma. La AS-I era ayer por la mañana una carretera con más coches, pero sin agobios.

La sorpresa llegó en el kilómetro 22 cuando los conductores se encontraron con... ¡otra obra! que ralentizó la circulación. A traición, como quien dice. Casi un kilómetro con conos rojiblancos y un solo carril para los coches procedentes de Gijón. Sonaba a broma pero no movía a risa. Si cabe, risa floja, que es fatal para la concentración al volante.