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ANÁLISIS

Una realidad y un futuro mucho más allá de la Lomce

Una realidad y un futuro mucho más allá de la Lomce

La situación política española ha convertido el escenario de la enseñanza en un dramático esperpento. Nunca un fin de curso se movió entre tantas incógnitas, con una ley de educación moribunda, un colectivo docente desorientado y desbordado, unas reválidas pendientes inservibles y una especie de conferencia sectorial alternativa, al margen de la oficial, y formada por las comunidades no gobernadas por el PP, entre ellas Asturias. Incluso entre esas autonomías cada cual parece ir por libre como demuestra la disparidad de posturas respecto a ese ya inminente examen fin de Primaria que el Principado convoca y otras comunidades no.

Jamás se llegó tan lejos en el desgobierno del sector clave, junto al sanitario, de cualquier sociedad que se precie. La incertidumbre bloquea y paraliza. Y lo que es peor: corremos el riesgo de acostumbrarnos a ella.

Lo malo es que el calendario político no anima al optimismo: unas elecciones dentro de un mes, un periodo de negociación para la gobernabilidad que se antoja largo y sinuoso y, finalmente, un verano al que los políticos no renuncian aunque el país se haga añicos. No es en absoluto descartable que el curso próximo comience con la Lomce en vigor porque pulirse una ley orgánica en el Parlamento no es cuestión de minuto y medio.

Esta semana conocimos el calendario del curso escolar 2016-17 en Asturias. Unos 77.000 niños de Infantil y Primaria comenzarán las clases el 12 de septiembre, y otros 70.000 de Secundaria, FP y enseñanzas de Régimen Especial lo harán en días sucesivos. Quedan 113 días. Con un poco de suerte, para esa fecha tendremos Gobierno pero nunca se sabe con sus señorías...

Y también esta semana se celebró en el entorno de la Universidad de Oviedo el certamen Innova Petit, organizado por Valnalón. Una ráfaga nutritiva de aire fresco entre tanta caspa. Una treintena de pequeños equipos de escolares de la ESO (adolescentes de 15 y 16 años) presentaron y defendieron otras tantas ideas llenas de imaginación, prototipos artesanales realizados con objetos cotidianos para hacer más sencilla la vida de los demás.

Cuántas ganas de hacer cosas y cuánto talento en medio del barullo administrativo. La materia prima -alumnos y profesores- está asegurada en la región, y lo estaría más si a los docentes se les pagara por dar clases y no por ejercer (además) de oficinistas, y a todos se les liberara de currículos inabarcables y leyes corsé.

En estas circunstancias parece casi milagroso que el curso que está a punto de terminar se haya desarrollado en Asturias con más que notable normalidad. El "milagro" tiene mucho que ver con esos más de 13.000 maestros y profesores de las redes pública y privada, que en el caso de la primera, protagonizan como colectivo la menor tasa de absentismo de toda la función pública.

Asturias no está exenta de problemas en lo que a la educación respecta. Algunos tienen que ver con cuestiones presupuestarias; otros son problemas heredados e inexplicablemente pendientes. Casi todos están sujetos a negociación y un puñado de ellos, en los tribunales. Lo de acabar en el juzgado es ya tradición, algo así como una imagen de marca.

La lista de reivindicaciones y retos es larga y tiene que ver, entre otras cuestiones, con el futuro mapa escolar, el pago pendiente del kilometraje a itinerantes, el pago del plus de la evaluación docente al personal interino, los numerosos compromisos pendientes y no satisfechos en la enseñanza concertada, y las peticiones de los Maestros Capacitados y los profesores de Religión, colectivo éste último que acaba de ganar una sentencia histórica en el Tribunal Supremo que avala el cobro de sexenios.

Y como guinda, la Lomce y su calendario de aplicación, que culminará a finales del próximo curso. La postura de la Consejería de Educación del Principado responde a dos premisas: por un lado, rechazo a la norma; por otro, su cumplimiento mientras esté en vigor. La insumisión a una ley orgánica es una posibilidad (en este caso tentadora) a la que se han apuntado algunos claustros y sindicatos, pero la experiencia dice que no suele convertirse en un buen negocio.

Dentro de poco más de tres semanas la chavalería de sexto de Primaria realizará la "reválida" que marca la ley, de carácter orientativo. Un "examen" más inútil que perverso. Criticar la reválida de fin de etapa como una experiencia estresante no deja de ser una simpleza. El estrés está más en el entorno que en el alumnado, y si de lo que se trata es de eliminar estrés, evitemos las Matemáticas que al parecer es materia -dicen- muy estresante.

Nada de lo que se proponga en el sector educativo encuentra camino fácil. A estas alturas ya lo habrá comprobado el consejero asturiano Genaro Alonso. Pero Asturias tiene mucho andado. En materia de estadísticas la comunidad aguanta el tipo en el grupo de destacadas (pruebas de evaluación diagnóstica, índices de abandono escolar temprano, ratios, niveles de conflictividad...). Los sindicatos ofrecen a veces una imagen apocalíptica del sector pero una visita, cualquier mañana lectiva a cualquier colegio asturiano, no solo desmonta ese paisaje negro sino que es una dosis de optimismo. Lo de la apocalipsis entra en el juego de negociación de esos sindicatos, tan necesarios como contrapeso, tan importantes como voz organizada.

Asturias tiene el porcentaje más bajo de España de población en edad de escolarización obligatoria en relación con la población total de la comunidad. En Asturias, un 11%, mientras que la media española es del 15%. Se trata de uno de los porcentajes más bajos de toda la Unión Europea. El dato, que pone en guardia sobre el más que comentado envejecimiento de la población asturiana, también es un motivo de esperanza: menos alumnos para poder focalizar en ellos todo el esfuerzo del sistema.

Una ley educativa nunca es un tema menor, pero más allá de la polémica sobre Lomce sí o Lomce no, el reto es dar un salto de calidad. Desde Asturias, para Asturias y por el futuro de Asturias.

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