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El niño del cayuco que logró su sueño

El senegalés Abdou Karin Thiam, que llegó a Asturias con 12 años, tras nueve días de travesía en el mar como polizón, se graduó ayer como maestro

Abdou Karim Thiam, en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo.

Abdou Karim Thiam Seydi siempre tuvo buena estrella, aunque su vida no ha sido fácil. Ayer, el niño que nació en Senegal y se coló hace diez años en un cayuco persiguiendo sus sueños logró uno de ellos: ser maestro. El largo viaje de Abdou Karim Thiam arranca en una playa senegalense y llega hasta el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, que acogió la ceremonia de graduación de la Escuela Universitaria Enrique Ossó. Por medio hay muchos sueños, nueve días de alta mar en una frágil embarcación, la llegada a Gijón y mucho agradecimiento.

Desde muy niño quiso ser maestro, como su madre, pero se le cruzó una atracción por el balón que le llevó a soñar con ser futbolista. Pensando en la gloria de los estadios decidió embarcarse como polizón en un cayuco en el que viajaban más de sesenta personas hacinadas.

Corría el año 2006 y con sólo doce años ya tenía claro que en su país no lograría convertir en realidad ninguna de sus aspiraciones. "Sí, es verdad que era muy pequeño, pero esas cosas las sabes cuando vives en un país como Senegal", comentaba ayer a LA NUEVA ESPAÑA poco antes de su graduación.

Desde el sur de su país natal se embarcó en una travesía con destino a Canarias que bien pudo costarle la vida. Durante nueve días, en aquella embarcación atestada de personas que buscaban también sus sueños, el niño imaginaba su futuro. La última jornada el tiempo empeoró y las fuerzas flaquearon. No daba nada ya por su vida: el cayuco empezaba a embarcar mucha agua y el viento soplaba demasiado fuerte.

"Tuve suerte, mucha suerte, pero no se lo recomiendo a nadie porque fueron días de demasiado sufrimiento y sobre todo miedo, mucho miedo", recuerda con voz baja y pausada.

Al final, y casi de milagro, la embarcación logró llegar a las islas Canarias. Él cree recordar que a Tenerife. Y que una patrullera fue su ángel salvador. En Senegal su familia no sabía nada de él, sólo que había desaparecido.

En cuanto desembarcó llamó a su madre desde el centro de acogida. Y los dos lloraron. Luego contactó con su hermano, que ya residía en Gijón y pidió a las autoridades regionales que le trajeran para estar a su lado.

La vida fue otra para el pequeño: peleó su sueño de futbolista y jugó en distintas categorías del Sporting. Tras pasar por la división de honor llegó a entrenar con el filial. Estudió en el colegio Montedeva y finalmente se esforzó por lograr su sueño de ser maestro. Ayer estaba feliz y, sobre todo, muy agradecido. "Tuve la suerte de tener a gente maravillosa a mi lado que me ayudó, y gracias a ellos pude hacer realidad mi sueño: les doy las gracias de corazón".

Ahora tiene nuevos sueños. Quiere trabajar con niños y sacarse el título de entrenador. Piensa regresar a Senegal para reencontrarse con los suyos y dar clases a niños que también sueñan un futuro mejor.

El maestro Abdou Karim Thiam, de mirada limpia y hablar pausado, dio ayer una lección, pero no de ciencias ni lengua, sino de humildad: "Las cosas nunca se consiguen estando solo, si no con gente ayudándote".

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