La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La distante testigo Saavedra

La directiva del Adolfo Posada se situó lejos de los acusados y declaró saber quiénes eran por sus 30 años de funcionaria

Soledad Saavedra compareció en el "caso Marea" como testigo y defendió con voz clara y tono firme que no era a ella a quien le tocaba saber de lo que le preguntaban y que el desfase millonario que la llevaba allí había sido reconocido por la Administración regional como fruto del error de un informe.

Testificó como funcionaria y como tal explicó el organigrama de funcionamiento del Instituto Asturiano de Administración Pública Adolfo Posada desde 2001 a la actualidad, cantando el BOPA con letra y música administrativa. Explicó que está al frente del área de formación y nunca fue directora del Instituto ni tuvo capacidad de contratación. Reiteró que comparecía como funcionaria cuando refrendó al abogado de la acusación popular de Podemos que, por entonces, su marido era presidente del Principado. Por si alguien no lo ha cogido, se referían a Vicente Álvarez Areces.

Su testimonio duró un cuarto de hora largo, que se le haría larguísimo. Respondió al abogado de Víctor Manuel Muñiz, de la empresa Igrafo, por un desfase millonario en el Instituto Adolfo Posada, y a los letrados de la acusación popular por AVALL y Podemos. Desmontó informaciones contenidas en algunas preguntas, no fue tacaña en explicaciones y logró mantenerse siempre muy alejada de lo que no fuera la enseñanza: "No soy contable, soy docente y me gusta mucho".

La distancia. Fue la distancia. Distancia en el tiempo, llegó con media hora de antelación y así evitó que la recibieran las cámaras. Distancia en el espacio durante la media hora larga ante la puerta de la sala. Que uno haya podido ver no tuvo trato con ninguno de los acusados. Estuvo en la otra esquina del pasillo, junto a su abogado y en charla con funcionarios, pero bien lejos de los empresarios, funcionarios y cargos políticos implicados en el "caso Marea". Sostenía un bolso teja y una carpeta de plástico transparente y bajo su prenda larga estampada de flores parecía sentir la destemplanza que producen este tipo de actos aunque sea verano, se vaya de testigo y se sea funcionaria. Más distancia. Una vez ante el tribunal, a la pregunta del presidente de si conocía, era amiga o enemiga de algunos de los encausados respondió que sabía quiénes eran porque era funcionaria desde hace 30 años.

El acusado José Luis Iglesias Riopedre, exconsejero de Educación, fue amigo de Vicente Álvarez Areces durante 41 años de fatigas y gobiernos. Riopedre comentaba de anteanoche, acerca del -de nuevo- senador socialista por Asturias, que a "Areces le votan muchísimo en Gijón". Entre los habituales del juicio a la espera a la apertura de la vista oral había un ambiente poselectoral que elevaba el volumen de la conversación. En esa tertulia, parte de los acusados de cohecho, falsificación y malversación se reían de la cara que le habían visto al "número dos" de Podemos, Íñigo Errejón, al anunciar que los resultados no eran los que esperaban.

Compartir el artículo

stats