Desde Salas a Tineo hay 20,4 kilómetros de recorrido, en buena medida en ascenso prolongado aunque sin grandes desniveles. El principal, a la salida de la capital salense, entre bosques y siguiendo el curso del Nonaya. El río ofrece rincones de cámara de fotos y cuento cuando su caudal es generoso, cosa que ocurre la mayor parte del año.

La tercera entrega del coleccionable "Caminos del Norte" llega mañana a los quioscos junto a LA NUEVA ESPAÑA. Un recorrido por las tres rutas jacobeas que discurren por Asturias, el Camino Primitivo, por el interior; el Camino de la Costa, y el Camino del Salvador, que une León y Oviedo a través del Pajares.

Hacia La Espina. La subida tendida al inicio de esta tercera etapa la disfrutaremos a la sombra del arbolado y a lo largo de senda estrecha durante casi ocho kilómetros, camino de La Espina que, sin embargo, no va a ser el punto de mayor altitud de la etapa. De 200 metros nos pondremos en casi 700, cota que se superará en poco ya pasado El Pedregal y en el tramo final que apunta a Tineo.

El Nonaya por un lado. Lo sentiremos durante un buen trecho. Y la carretera nacional 634 por otro. El peregrino deberá cruzarla en alguna ocasión en tramos comunes que obligan a multiplicar las precauciones.

El paisaje de Occidente. Pero pronto acaban las subidas. Llega la altiplanicie y nos adentramos ya sin solución de continuidad en el paisaje del occidente astur, captado por la cámara del fotógrafo Marcelo Suárez.

Decenas de imágenes en 32 páginas a todo color para explicar un trazado que incluye Porciles, Bodenaya y Santa Eulalia, entre otras localidades. Una explicación que llega de las notas a pie de camino de Rubén García y Toño Huerta. El primero, realizando el camino metro a metro. El segundo, también en plena senda, recordando los hitos patrimoniales, paisajísticos, culturales y etnográficos que el peregrino encuentra a su paso.

La cultura vaqueira. Hay en esta entrega un capítulo dedicado a la cultura vaqueira. "Entre los valles y montañas del occidente pervive un verdadero tesoro antropológico", leemos. Los vaqueiros de alzada son un grupo social con arraigada cultura cuyos ancestrales orígenes se pierden en el tiempo. La Espina, sin ir más lejos, es hoy un asentamiento definitivo de lo que en su día fue una braña vaqueira. Una cultura que invade amplias facetas artísticas, gastronómicas y folklóricas. La boda vaqueira de cada mes de julio en la braña de Aristébano es fiesta de interés turístico internacional.

Todo comienza en la plaza de La Campa, en Salas, punto cero de esta tercera etapa llena de encanto. Dejada la villa, a un kilómetro se encuentra la Fuente de Paín. Muy cerca de allí quedan restos del antiguo cargadero de las minas de caolín.

"Estamos ante el camino real que unía Salas con La Espina, construido entre los siglos XVII y XVIII", cuentan Rubén García y Toño Huerta. Tras la cuesta, los molinos de energía eólica de la sierra de Bodenaya. En el pueblo es conocido y valorado el albergue regentado por el hospitalero David. Celia y Carmen dirigen otro en La Espina, además del albergue de Tineo que lleva la Asociación Astur-Galaica.

El Campo de San Roque. Desde La Espina a La Pereda hay poco más de un kilómetro y, en medio, la capilla medieval del Cristo de los Afligidos. Y un poco más de trecho hasta El Pedregal, con iglesia de finales del siglo XV.

Avanzamos hacia el suroeste por un tramo que se hace complicado. Son siete kilómetros en los que apenas hay servicios al peregrino y porque ya se lleva una buena jornada de caminata. Al fondo encontramos Santa Eulalia y a nuestra izquierda la carretera y el polígono industrial de La Curiscada.

Afrontamos los últimos repechos antes de llegar al Campo de San Roque con su pequeña capilla y su área recreativa. En realidad el caminante está a dos pasos de Tineo, una de las grandes referencias del Camino Primitivo en su tramo por Asturias. Allí se levanta el monumento al peregrino con su reloj solar.

El albergue está al lado, pero merece la pena, si las fuerzas lo permiten, seguir hasta Tineo. Toño Huerta aconseja: mejor no perderse la visita al Museo de Arte Sacro, anexo a la iglesia parroquial de San Pedro.