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El declive de las cercanías de vía estrecha

El tren levanta otras barreras

La ausencia de personal y la mecanización han convertido en inhóspitas terminales las antaño familiares estaciones de Feve

El tren levanta otras barreras K. CHARRO

Leonides Sánchez es el nombre ficticio de una asturiana de Infiesto que ha dejado de utilizar el ferrocarril de la antigua Feve para ir a Oviedo al médico o para acercarse a Gijón durante el verano. A sus 75 años, Leonides ya no ve en el tren ese medio de transporte familiar y cercano del que fue fiel clienta durante más de medio siglo. Las medidas de seguridad mecánicas instaladas en unas estaciones cerradas perimetralmente con grandes verjas, y de las que ha desaparecido el personal ferroviario que tanta confianza y tranquilidad le daba, han hecho que el tren sea ya un territorio hostil en el que esta mujer ha dejado de sentirse cómoda. Ahora viaja en autobús o, cuando puede, en el coche de un familiar.

La pérdida del espíritu de proximidad, casi de familiaridad, que siempre distinguió al ferrocarril del centro de Asturias -y que sigue presente en países tan avanzados como Suecia o Dinamarca- es otra de las claves que explican su imparable retroceso en el medio rural, donde la mayor parte de los usuarios son personas mayores como Leonides. En esta marcha atrás también cuenta la brutal caída de la fiabilidad del servicio, por la cascada de retrasos y cancelaciones. Ayer mismo se suprimieron dos convoyes entre Oviedo y Trubia, además de una docena de cercanías Gijón-Avilés. "Los usuarios esperan y desesperan en los andenes, sin que nadie les informe. Si el tren no pasa y pierden la consulta médica, no vuelven. Normal", explica un ferroviario jubilado.

Máquinas de acceso

Los asturianos como Leonides estaban acostumbrados a llegar a la estación y acercarse a la taquilla para sacar el billete. Lo más común era que conociesen al jefe y que le preguntasen por la marcha del tren. Ahora, desaparecidas las salas de espera, lo que se encuentran son expendedoras mecánicas de unos títulos de viaje que, después, tienen que meter en las máquinas de acceso para poder llegar a los andenes. Además, están obligados, aunque no se les advierta muy claramente, a conservar los billetes hasta el final del trayecto, porque también será necesario introducirlos en los mismos tornos si quieren salir de la terminal. La consecuencia de todo ello es que se ha visto a hombres y mujeres de cierta edad intentando saltar por encima de esas máquinas, después de haber perdido el billete, o volcando en el suelo todo el contenido del bolso para tratar de dar con el dichoso cartón.Y el tren tampoco es lo que era.

Raro empieza a ser el convoy en el que hay revisores, que, además de encargarse de los billetes, también prestaban un servicio muy importante para los usuarios como Leonides. Y aún lo sería más ahora que apenas quedan jefes de estación para ayudar a subir al tren a los viajeros de mayor edad y poca movilidad.

En el declive del tren de Asturias suman muchos factores. La pérdida de identidad y de aquella atención al cliente cercana y personal es una más, pero no menor.

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