Después de una breve, pero intensa pelea, el salmón comienza a mostrar los primeros síntomas de cansancio. Los salmones atlánticos poseen una fuerza desproporcionada a su tamaño. Esa fuerza y esa bravura que exhiben cuando están prendidos del anzuelo, son alguno de los motivos que atraen a los cientos de pescadores que intentan capturar un ejemplar cada nueva jornada. Incluso los ejemplares más pequeños no se entregarán con facilidad y harán que el pescador no se relaje hasta ver el pez en la sacadera.

En este caso, un pequeño salmón del río Narcea, engañado con una ninfa, lucha por desprenderse del anzuelo. Las carreras ya no tienen la misma fuerza que las realizadas al principio de la lucha, la distancia entre pez y sacadera cada vez es menor. El final de la lucha se acerca.