Entre los puertos de La Marta y El Palo el viento arrecia sobre un escenario de vegetación pelada, de media montaña que parece alta y salpicado de reses de ganado. El caminante hace un alto en el camino y ve un paisaje abrumador, perfiles superpuestos de laderas, algunas con cicatrices de incendios recientes. Y más arriba, las aspas de los molinos eólicos.

En el corazón de la mítica Ruta de los Hospitales, la etapa del Camino de Santiago que une tierras de Tineo y Allande, el peregrino empequeñece. Son entre 25 y 26 kilómetros desde Borres hasta Berducedo, sin apenas tramos de descanso; una prueba de fuego, frecuentada por los más valientes. La exigencia del trazado convirtió esta etapa, nacida con el Camino mismo por Asturias, en alternativa en favor del trazado, más cómodo y algo más corto -pero no fácil- entre Pola de Allande y Berducedo.

LA NUEVA ESPAÑA recorrió ayer la que algunos peregrinos conocen como la "etapa reina" de los Caminos del Norte. Como guía de lujo, la catalana María Ramos, hospitalera del albergue de Borres (Tineo) y especialista en carreras de resistencia en montaña.

En el pequeño salón de comidas de El Barín, un establecimiento que regentan Gloria y José en Borres está pintado un mural con el itinerario entre el pueblo y Santiago de Compostela. En esa inmensidad de kilometraje la Ruta de los Hospitales es apenas una curva en el camino. Curva con mucha historia.

En El Barín hay actividad diaria desde las siete y media de la mañana. A esa hora Gloria, que es la encargada además de sellar la compostela, abre la puerta para que el grupo de peregrinos madrugadores se tomen café y algo para mojar. A los que pernocten en las antiguas escuelas de Borres y quieran ponerse en marcha con las primeras horas del día, no les faltará un desayuno de urgencia para evitar meterse en las cuestonas a palo seco. "Siempre tengo preparado café, infusiones y cruasanes", explica María Ramos, 37 años, hospitalera vocacional.

Luce el sol desde el amanecer. Los peregrinos se aprovisionan de agua. Hay quien va con la mochila llena y, por el contrario, quien contrata servicios de taxi para el equipaje, que es una buena manera de encarar esta etapa de los hospitales que no es la más larga de Asturias, ni siquiera la que presenta mayor desnivel, pero su configuración especial exige y obliga. Recorrerla tiene algo de heroico, quizá porque la naturaleza deja poco respiro. Por ejemplo: o se sale con líquido desde el punto de partida o no vamos a tener posibilidad de repostar hasta que lleguemos al pueblo de Lago.

Una etapa con singularidades orográficas a tener en cuenta. En la primera parte del recorrido hay un tramo muy duro con un desnivel medio del 14% hasta alcanzar la altitud máxima de la etapa, a 1.215 metros. Antes, la primera rampa de consideración obliga a superar poco más de un kilómetro con el 10% de subida media. En realidad no se para de subir en los siete primeros kilómetros de la senda, desde los 600 metros de altitud de Borres hasta esos 1.215, ya en plena sierra. Las fuerzas casi intactas pueden con ese desnivel que serpentea cerca del pico Hospital.

Es solo el aperitivo de una etapa rompepiernas donde los descensos acaban convirtiéndose en un problema añadido. Hay dos especialmente complicados desde las laderas del puerto de El Palo hasta el pequeño pueblo de Montefurado, con piedra suelta sobre la que hay que ir con cuidado. Con cinco horas de caminata ya consumida algunos comienzan a preguntarse: ¿pero, cuándo diablos acaba esto?

Son tramos que comparten los peregrinos que hacen la ruta de los hospitales y los que salieron de Pola de Allande camino de Berducedo y, un poco más allá, el límite con el concejo de Grandas de Salime. De los descensos resbaladizos no se libra nadie. Hay que superar un desnivel de unos 200 metros, pero en una distancia mínima.

Hablar de tiempos tiene poco sentido porque esto no es una carrera, aunque en cierto modo sea una prueba de resistencia. A buen ritmo, no menos de seis horas. La mayoría de los peregrinos hace la etapa por encima de las siete horas. El mejor consejo, no andar con prisa. María Ramos, que lleva en el albergue desde febrero, sugiere la fórmula de paradas frecuentes "pero con tiempos limitados para que después no cueste trabajo ponerse de nuevo en marcha". Cuando se va en grupo "es bueno hacer paradas técnicas para beber, aunque no todo el mundo sienta necesidad de hacerlo. Hidratarse es imprescindible", aconseja.

Y de vez en cuando, parar, ver y respirar hondo. Hacerse partícipe del paisaje, de la esencia del Occidente asturiano, un paraíso despoblado. En algún momento de la etapa se impone una comida frugal, si es con fruta mejor.

María Ramos asume la dureza del recorrido pero afirma que "nada comparado con esto en el invierno y con nieve". a quien se aventure María le pide que mande confirmación de llegada en su punto de destino. La gran dificultad a lo largo del año, por encima de estaciones, es la niebla. "Es asombroso, pones la mano delante de ti y no se ve".

Mañana: "La leyenda de los cuatro hospitales".