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Más mariposas que en toda Inglaterra

Asturias, con 144 especies, triplica al Reino Unido en variedad de lepidópteros, una riqueza muy apreciada por los extranjeros, pero sin explotar turísticamente

Más mariposas que en toda Inglaterra Á. GONZÁLEZ

El dato impresiona: sólo en Asturias hay más mariposas que en toda Inglaterra. La región tiene contabilizadas 144 especies diferentes, tres veces más que en el Reino Unido. Esta riqueza atrae cada verano a aficionados de todo el mundo, pero el Principado no acaba de explotar su potencial. "En los lepidópteros nunca se ha gastado un duro. Más del 60% de las variedades que hay en la Península están aquí, pero no se conocen y tampoco se aprecian", lamenta Hugo Mortera, el mayor experto de la comunidad en estos insectos. El biólogo gijonés asegura que los estudios realizados en este campo son todavía escasos, como lo prueba el hecho de que en los últimos años se hayan descubierto mariposas no citadas previamente. Es el caso de la "Pieris mannii", la "Callophrys avis" y la "Danaus plexippus", más conocida como la Monarca.

Por contra, están amenazadas cinco variedades, entre ellas la "Maculinea nausithous", que corre serio riesgo de extinguirse. En la actualidad sólo se localiza en las cercanías de la localidad de Tarna (Caso). Pese a ello, Asturias carece de un plan de protección autonómico, como ya tienen otras regiones. "Aquí se protegen 20 especies animales, pero son todos vertebrados. Y yo creo que algunas mariposas se lo merecen más que la nutria, que está presente en toda la región menos en Carreño, o que la rana perezi", comenta Hugo Mortera, que acompañó ayer a LA NUEVA ESPAÑA en una salida de campo por el parque natural de Somiedo, una de las zonas con mayor diversidad en lepidópteros.

Por su territorio sobrevuelan 125 de las 144 que hay en la región. En tan sólo 300 metros de camino por el alto de La Farrapona se llegan a observar más de quince especies. "El factor de distribución más importante de las mariposas es la planta de la que se alimentan las orugas. La mayoría de ellas comen dos o tres tipos diferentes, pero las hay incluso que están asociadas sólo a uno. En Somiedo hay mucha diversidad geológica y de flora. Es lógico que aquí se encuentren tantas", explica Mortera, a diferencia de la zona central, que está prácticamente arrasada por la contaminación. "Las mariposas tienen una función polinizadora muy importante y son uno de los mejores indicadores para ver cómo evoluciona el medio natural", detalla el biólogo. Está claro que en el corazón de Asturias el "paraíso" se está degradando.

Estos insectos, que cautivan la vista con su intenso color, se están viendo afectados también por el cambio climático. Especies típicas del Sur están apareciendo en el Principado, pero debido a la falta de investigaciones se desconoce si su presencia puede constituir una amenaza para las autóctonas o no. Hay especies exóticas, como el taladro del geranio, que en principio no revisten mayor peligro. No obstante, hacen falta más investigaciones. "Falta mucho por describir; estamos en pañales", opina Mortera, en compañía del director del parque de Somiedo, Luis Fernando Alonso.

Uno de los datos más sorprendentes de la vida privada de las mariposas es su intensa actividad sexual. Más aún en el caso de los lepidópteros nocturnos, según expresa Mortera. Nada más salir del capullo, la hembra ya copula con un macho, que por lo general "patrulla" la zona en busca de una nueva conquista. Las diurnas tampoco se quedan atrás; los machos segregan feromonas a través de las escamas androconiales (las que dan color a las alas) para atraer a las hembras. Una vez que consigue su objetivo, el macho marca a su "pareja" para evitar que se aparee con otro. Una de sus estrategias es echarle una sustancia (anafrodisiaco) que repele a futuros pretendientes o ponerle una especie de tapón (sphragis) que bloquea el poro genital de la hembra.

Este proceso se desarrolla en los meses de junio, julio y agosto, coincidiendo con la época de calor. Durante el invierno, la mariposa hiberna en forma de oruga, alimentándose no sólo de plantas, sino también de hormigas. Los lepidópteros viven por lo general unas tres semanas y los que consiguen superar esta barrera es porque hacen la "trampa" de estar inactivos. Pero dada su alta actividad sexual eso parece tremendamente difícil.

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