Aunque muchos no lo sepan, inventos tan dispares como la jeringuilla, el libro electrónico, el típex o la base de lo que hoy conocemos como red wi-fi, fueron patentados por mujeres. La ciencia, como muchos otros campos, cuenta con un grupo numeroso de atrevidas que se abrió camino en un universo presuntamente diseñado para hombres. Una de ellas fue la asturiana Margarita Salas, que descubrió una proteína que multiplicó las posibilidades de observación del ADN, y que ha sido hasta el momento la patente que más dinero ha dado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La Asociación Empresa Mujer, ASEM, eligió el tema "La mujer y la implicación en la ciencia" para la Jornada de Empresarias y Profesionales de este año, que se celebró ayer en la Feria de Muestras. A la misma asistieron la Directora General de Industria y Telecomunicaciones, Sandra Velarde, la vocal de FADE, Carmen Moreno, y la Concejala de Hacienda de Gijón, Ana Braña.

El acto contó con la presencia de la prestigiosa investigadora Rosa Menéndez, delegada del CSIC en Asturias, y vinculada al Instituto Nacional del Carbón durante treinta años, que, ante una sala abarrotada, ofreció una conferencia sobre cómo sacar la máxima rentabilidad a la investigación científica.

Por otro lado, varias jóvenes científicas compartieron sus experiencias con los asistentes a la cita. "El proceso por el que pasé de ser una licenciada en Química a empresaria es como el mecanismo de una máquina", explicó Henar Muñoz, directora de "Bioquchem". A la joven empresaria le hizo falta paciencia para unir todas las piezas de su futuro. Sin ninguna noción económica, la asturiana se lanzó a la piscina y montó su propia empresa, en la que volcó el conocimiento que adquirió en el laboratorio. Así nació "Bioqudchem", empresa que desarrolla biomarcadores en fluidos biológicos, y que cuenta con distribuidores a nivel internacional. Otra biografía curiosa es la de Marlén López, de la Universidad de Oviedo, cuya investigación busca desarrollar una tecnología más limpia e inteligente para las fachadas, a partir del estudio de organismos como las plantas. "Para ahorrar consumo energético en los edificios quiero crear unos materiales activos, que por su composición molecular, respondan a los cambios", explicó la científica, que ha contado con el respaldo del Jardín Botánico en su estudio.

Los asistentes también escucharon el testimonio de Ángela Rábano, licenciada en Veterinaria, que trabaja para SEDNA, una empresa de nutrición animal, y de Natalia Prado, bióloga que se trasladó al mundo empresarial con ASINCAR, entidad sin ánimo de lucro fundada por empresas cárnicas asturianas. Todas ellas son nombres propios de una ciencia que avanza en femenino.