La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un culín en el Picu en honor del marqués y el Cainejo

Casilda y Nacho, tataranietos de Pedro Pidal, volvieron ayer a la cima del Naranjo siguiendo la tradición familiar

Por la izquierda, Casilda Moreno, el guía Erik Pérez, el madrileño Daniel Losantos y, tras él, Nacho Moreno, en la cumbre.

Erik Pérez, guía de los Picos de Europa, tiene una teoría sobre los Pidal, descendientes ya en cuatro generaciones de Pedro Pidal, el hombre que en 1904 hizo la primera cumbre en el Naranjo de Bulnes en compañía de Gregorio Pérez, "el Cainejo".

"Esta gente lleva la montaña en la genética. Toda la familia ha crecido escuchando historias de picos. Tienen una facilidad exagerada para subir y entienden a la primera cualquier explicación técnica".

Y dicen los Pidal que esto del Urriellu es una tradición, y que la tradición manda: ni un solo año sin alguien del clan familiar en la cumbre del Naranjo. Ayer les tocó a dos de ellos, Casilda y Nacho Moreno Pidal, tataranietos del marqués, que en compañía del novio de ella, el madrileño Daniel Losantos, y de Erik Pérez, se permitieron el lujo de subir una botella de sidra y escanciarla allá arriba, con la cima aún desierta, a eso de las diez y cuarto de la mañana. No es una hora muy sidrera "y además estaba caliente, pero nos salió una foto bestial", reconocía Casilda horas más tarde desde Ribadesella donde la familia tiene casa.

Ella formaba parte de la expedición de 16 personas que en la primera semana de agosto de 2004 celebraron en lo alto del Naranjo de Bulnes el centenario de la primera ascensión al Picu. Junto a Casilda Moreno Pidal estaban sus hermanos Nacho (por entonces un niño de 9 años) y Santiago; su madre Marta Pidal, y muchos de los nombres propios de la historia reciente -y no tan reciente- del alpinismo español: Pedro Udaondo, Ibon Idigoras, Pep Masip, y los guías asturianos Alberto Mediavilla, Cipriano López, Fernando Calvo y el propio Erik Pérez.

En la cima se hicieron una foto histórica. Entre aquellos 16 expedicionarios sumaban casi mil ascensiones al Naranjo de Bulnes. Pedro Udaondo se murió tres años más tarde pero su espíritu sigue en las paredes del Picu, como ocurre con Pidal y el Cainejo. "Cada subida es como un homenaje a ellos", dice la biznieta del marqués de Villaviciosa, Marta Pidal.

Marta Pidal se quedó esta vez sin pared. "Es que no estoy en forma, pero volveré a subir". La mini expedición de los Pidal pernoctaron anteanoche en el refugio del Urriellu y salieron de caminata ayer a eso de las cinco de la mañana. Noche cerrada. "Por la canal de la celada tuvimos que ir con linternas".

A las siete y diez pusieron pie en esa pared mítica, por la Sur directa, con muchos metros aún por encima, que se intuían con la primera luz del día. Casilda Moreno Pidal afrontaba su cuarta subida al Naranjo y sabe ya lo que es la Vía Pidal, que realizó en 2011. No es una novata pero asegura que "el primer pie en la roca impone. La vía Sur directa es la más corta del Naranjo en cuanto a escalada pero tiene un primer largo muy vertical y te pilla de nuevo".

Erik Pérez ha subido al Naranjo con quince miembros de la familia Pidal, y ya apunta una nueva generación que seguro que se sumarán al desafío. Para él este reencuentro con los Pidal "es un orgullo" porque siguen la estela del marqués y el Cainejo "que son como mitos iniciáticos en las montañas de Asturias". El guía tuvo ayer trabajo de sobra. Lo explicaba a este periódico a las siete de la tarde desde el refugio del Urriellu: subió con los Pidal, bajó a primera hora de la tarde y volvió a subir marcando camino vertical a otras dos asturianas. "Tengo previsto subir mañana (por hoy), el lunes y el martes". No es una exageración cuando los miembros de la familia Pidal aseguran que "Erik, que es un fiera, se conoce las paredes del Picu como si fueran su casa".

Puestos a buscar una coartada para retornar al Naranjo, ayer los Pidal la tenían. En 2016 se cumple el primer centenario de la red de Parques Nacionales, de la que forma parte el de los Picos de Europa y la Montaña de Covadonga.

Casilda Moreno Pidal se quedó ayer con una imagen, por encima de las demás: ver amanecer en las alturas. "Fue algo impresionante. Tardamos unas tres horas en subir y estuvimos una media hora en la cumbre. Con el día despejado se veían San Vicente de la Barquera, Llanes, El Cuera y El Sueve. No hay palabras para describirlo y ni siquiera las fotos hacen justicia a la sensación de vivir aquello en directo".

La cima, desierta. Pero en la bajada "ya nos encontramos con tráfico de subida". Estos días el Naranjo es una fiesta. Unas dos horas de descenso por la pared y después el incómodo peaje de la caminata desde el pie del Naranjo a Pandébano, cuando las piernas comienzan a pedir socorro.

Marta Pidal recordó ayer a su padre, muerto en 1966 en un accidente en el Tiatordos, concejo de Ponga. "Tenía 42 años y dejó a mi madre viuda con ocho hijas pequeñas. Mi padre se despeñó pero en la familia jamás hubo rechazo a la montaña".

Compartir el artículo

stats