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JOSÉ MANUEL GUERRERO | Nuevo coordinador de los colegios de jesuitas de Asturias, Galicia, Madrid y Castilla-León

"La mejora educativa pasa por reconocer, social y económicamente, al profesorado"

"Todos repetimos que no se puede educar como se hacía hace veinte años pero yo creo que no se puede educar ni como hace cinco"

"La mejora educativa pasa por reconocer, social y económicamente, al profesorado"

-¿Qué encomienda asume?

-Los jesuitas en España tenemos 70 centros educativos y voy a coordinar la zona centro-noroeste. Eso incluye 14 colegios -entre ellos la Inmaculada y el Revillagigedo de Gijón (el único de todo el grupo que sólo imparte FP) y el San Ignacio de Oviedo-. En total, 18.000 alumnos y unos mil profesores.

-Y entre ellos, un colegio enorme, el de Madrid.

-El colegio "El Recuerdo" es casi es el trasatlántico de mi zona. Tiene 2.400 alumnos, el doble que la Inmaculada. Cada año tiene unas 250 solicitudes para infantil, donde tienen 100 plazas. Y en Bachillerato, que es privado, les sobran centenares de alumnos. Aunque no es el más grande de los jesuitas en España, ya que por delante está el San Ignasi de Barcelona, con 3.000 alumnos.

-¿Cuál es la línea estratégica de trabajo a desarrollar?

-La idea de la Compañía es que tener 70 colegios y cuatro universidades en España es una fuerza educativa que no tiene nadie y que hay que saber utilizar. La fuerza está en optimizar los recursos, en la unión de centros, en compartir... es lo que intentamos en toda España y lo que tengo claro para estos 14 colegios que voy a coordinar. Cada centro puede tener grandes líneas de innovación y hay que ponerlas en común. Pero, eso sí, respetando las individualidades y la historia de cada colegio, por supuesto.

-¿Qué urge en la educación española?

-Toda la mejora educativa de este país pasa, inexorablemente, por el profesorado. Y ligado a eso hay una necesidad imperiosa de formación. Pues nosotros, que tenemos cuatro universidades, podemos hacer mucho por nuestros profesores: másteres, líneas comunes de trabajo de los colegios... Para mí es fundamental, aunque haya otras cosas. Como no consigas un profesorado formado, motivado, y eso incluye reconocido social y económicamente, no avanzaremos.

-No se suele hablar mucho de sueldos...

-Si yo quiero pedirle a un profesor que innove, que cree, que se meta en nuevas líneas pedagógicas, tengo que pagarle. Y no puedo pagar lo mismo al que se esfuerza o implementa nuevas metodologías que al que lleva 15 años dando las clases de la misma manera.

-Es discurso general que ya no se puede educar como hace décadas. ¿Se ve así de claro en los jesuitas?

-Ahora mismo todo el mundo repite esa idea: no se puede educar como hace veinte años. Pero es que tampoco se puede educar como hace cinco años. Es así. Y nosotros creemos que con la potencialidad de una red grande de colegios, como la nuestra, puedes plantearte incluso liberar a profesores para que desarrollen alguna línea metodológica de interés con tiempo y dedicación.

-¿Cómo va la educación con libros digitales, una novedad en la que ya están metidos los centros de la Compañía?

-Cuando hablamos de innovación no hablamos de cambiar al libro digital. Eso es un instrumento, casi una anécdota en la que ya estamos casi todos los centros; y los que no están, estarán. Cuando hablo de innovación está en un cambio metodológico absoluto.

-Porque la realidad es que los alumnos tiene habilidades, competencias y expectativas diferentes.

-Un artículo que leí no hace mucho decía que las salidas profesionales más demandadas ahora no existían como tales hace diez años, y algunas ni hace menos. Por eso, el libro digital es sólo una anécdota, un instrumento que vamos a utilizar todos los educadores, que te ayuda a cambiar la metodología, que es lo importante.

-¿Y el profesorado está preparado para el cambio?

-Muchos sí, pero a otros hay que darles medios, posibilidades y reconocimiento, como decía, tanto por parte de la sociedad como de la familia. También advierto que no es una cuestión de edad, hay gente veterana y joven haciendo virguerías. Yo pretendo que ese trabajo se ponga en común y se explote mejor. Aunque respecto al profesorado, para mí es ilógico que termines la carrera de Magisterio o el máster de Educación, y sin más, te pongas a dar clases. Yo aplaudo la idea de un Mir en la educación, del que ya hablan algunos expertos, y también de pedir niveles de exigencia y de actualización cada equis años. Pero todo eso es dinero. Dinero invertido en Educación.

-Frente a todo eso que plantea, lo que llegan son las reválidas. ¿Eso no condiciona la acción de los docentes, haciéndoles preocuparse sólo en dar el tipo con resultados?

-Si el funcionamiento de las reválidas es semejante al funcionamiento de la PAU actual será un error garrafal. Si le preguntas a cualquier profesor de Bachillerato si su método de trabajo es el que le gustaría o está demasiado enfocado a que los alumnos aprueben la PAU, el 98% te dirá con claridad que sin la PAU ellos no darían igual la clase. Yo era profesor de Bachillerato y si mis alumnos no tuvieran que aprobar esa prueba para entrar a la Universidad habrían aprendido mucha más historia del arte, estarían más satisfechos y yo infinitamente más realizado como docente. Si las reválidas son sólo para eso, será un fracaso. Si es para unificar conocimientos en toda España, pues en cierta medida lo entiendo. Creo que un test mínimo es conveniente.

-¿Un test para diferenciar el trabajo entre centros?

-Sé que esto que voy a decir es políticamente incorrecto, pero hay colegios buenos y hay colegios malos, y los padres deben saberlo porque querrán darle algo bueno a sus hijos. Pero no creo que la reválida sea el sistema para saberlo.

-¿Se van a ver pronto pequeñas "revoluciones" en los colegios de los jesuitas de Asturias, como las aulas sin tabiques ni tarimas?

-Sí, se verán. Nuestra obligación es educar a gente competente y para educar a esos profesionales competentes en este siglo XXI hay que avanzar. Primero llegará el concepto y luego vendrán los tabiques, como quien dice. Y sin olvidar que somos un colegio católico, lo que nos obliga a formar a personas muy conscientes y muy comprometidas con el mundo en que viven. Si solo educásemos gente competente no seríamos un buen colegio de jesuitas. Nosotros hablamos de innovación en todo, también en la labor pastoral.

-¿Cómo llevan los jesuitas tener muchas familias en su centro que no son católicas?

-Esto es como la parábola del sembrador. Tú siembras y hay semilla que cae en mejor tierra que otra. Pero en el trabajo pastoral a veces se ven resultados a largo plazo. Yo estoy convencido de que algo siempre queda y por nuestro centro pasa gente que puede estar muy distanciada de la Iglesia pero que tienen grandes valores de igualdad y fraternidad. Y esos son valores cristianos.

-¿No es incongruente que un ateo busque en Asturias el amparo educativo de un colegio católico?

-No, siempre que tengan claro lo que somos y lo que vamos a ofrecer a sus hijos. No me vale que luego me protesten porque no van a ir a misa. Hay un ideario que no vamos a cambiar, igual que no vamos a cerrarle la puerta a nadie. Somos católicos y colegio de la Compañía de Jesús, y la laboral pastoral con nuestros alumnos es tan importante como la labor de instrucción.

-¿Las familias aceptan la innovación que está llamando a las puertas de los centros o al final lo que prima es la presión de los padres para que un niño de 5 años lea y escriba cuanto antes?

-La inmensa mayoría de las familias comprende que no se puede educar ahora como se les educó a ellos y que los cambios son necesarios. En Alemania los niños hasta los 6 años casi no saben leer, pero allí podemos jurar que hay tantos ingenieros como aquí en España. Lo que van a necesitar para su futuro esos niños de ahora ni tan siquiera lo sabemos. Yo tengo muy claro que los niños que entran este curso con 3 años a los colegios de toda la región no sabemos qué necesidades van a tener a los 18 años para su proyección profesional. Por eso hay que darles capacidades y habilidades, enseñarles a trabajar juntos, en equipo, por proyectos... eso es lo que te pide la sociedad. Y que no dude ninguna familia que todos esos niños sabrán leer y escribir.

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