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La guía secreta de Asturias

La placidez era esto

El puerto de Cuevallagar en su acceso por el pueblo de Yernes es todo un espectáculo paisajístico que invita a ser recorrido con calma

La placidez era esto

Yernes y Tameza es un concejo de la zona central de Asturias que atesora, como el resto de la región, rincones de gran belleza que no son tan conocidos como otros del Principado y que sin duda sorprenden al viajero que busca espacios abiertos, tranquilidad y naturaleza en estado puro. Las estadísticas dicen que este concejo es el menos poblado de Asturias, lo que no quiere decir que no cuente con pueblos llenos de encanto, con vecinos arraigados a su terruño y con rutas por el entorno que enganchan en cuanto se comienza a dar por ellas los primeros pasos.

Hay quienes llegan hasta estas tierras aún tan ignotas para el turismo en general cruzando los puertos de Marabio, desde Teverga -otro espectáculo de la naturaleza-, o yendo desde Grado en dirección a Yernes. De hecho, esta última carretera con destino Yernes ya anuncia al viajero lo que se puede esperar. Aunque la vía es estrecha, tiene un buen asfalto y se asoma, tal cual un privilegio para los sentidos, a valles y montañas como los montes de Rubiano o de Las Murias, por citar algunos de sus espectáculos naturales. Desde el guapo pueblín de Yernes, donde hay pocos habitantes a diario pero que incrementan singularmente llegado el fin de semana, sale una pista amplia que conduce en ascenso hasta el puerto de Cuevallagar, como lo llaman los vecinos de este pueblo. Dejando atrás, por ejemplo, las cabañas de Fancuaya.

Aunque muchas veces la meta es sin duda la cueva de Cuevallagar, donde el ganado "mosca" durante el verano, para otros el camino en sí, y lo que se disfruta, es un destino sin fin descubriendo a cada paso, por ejemplo, las bonitas brañas de Senra; el pico La Lloral, que está presente en casi todo el trayecto, o el ganado pastando tranquilo en los altos del puerto y aún más en la collada La Cadavina, que está ya a unos 1.200 metros.

A partir de aquí y tras una pendiente pronunciada se intuye a lo lejos la cueva que da nombre a este lugar y, antes de ella, la famosa construcción parcialmente caída de una cabaña pastoril.

La meta es el disfrute de un entorno que nos subyuga por la belleza y la paz que transmite este puerto, en un tramo de una ruta circular de gran recorrido, donde el silencio sólo es roto por el cencerro de las vacas y el relinchar de algún caballo. Instantes de placidez en un concejo por descubrir, con mucha naturaleza que ofrecer al viajero.

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