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La gestión de una especie cinegética en aumento

"La fauna no puede sentirse más segura en los pueblos que en los cotos", dice Nores

Jabalíes en el barrio de La Florida (Oviedo). LNE

En Asturias los daños crecen en las zonas urbanas, sobre todo en Oviedo, Siero y Gijón. Casualidades o no, estos concejos disponen de las mayores superficies de zonas de seguridad, donde está prohibido el ejercicio de la caza. Entre los tres suman 20.070,5 hectáreas. En ellas, el Principado está realizando aguardos -una modalidad de cacería desarrollada por un solo cazador, bajo la supervisión de un guarda- mientras el Instituto de Recursos Naturales y Ordenación del Territorio (Indurot) elabora un plan de control. Este documento será diseñado para Oviedo y posteriormente se estudiará su aplicación a otras localidades. En la capital asturiana, se abatieron en lo que va de mes 10 jabalíes y en todo el año, unos 30, según datos de la consejería de Desarrollo Rural.

Parte del problema tiene que ver, dice el Gobierno, con las pocas piezas que se cazan en la región. Por asegurar la temporada siguiente, las cuadrillas abaten de media menos de dos ejemplares cuando podrían llegar a seis, en el caso de los cotos, y a cinco, en las reservas. No obstante, 2015 fue el año récord en capturas con 9.887 jabalíes muertos. Desde el 2000 se abatieron en Asturias 116.537 ejemplares, se realizaron 87.645 cacerías y se produjeron 17,28 millones de euros en daños.

El director general de Recursos Naturales, Manuel Calvo, apunta una disminución del 54 por ciento en el número de licencias de caza. "Desde 1996 a septiembre de 2016 hemos pasado de 32.000 permisos a menos de 14.700", expresa. A ello hay que sumar, según la Administración, la falta de relevo generacional y el envejecimiento de las cuadrillas. "En 2002, la edad media de los cazadores asturianos era de 37 años y en 2011 se situaba en 58", indica. Vamos camino, por tanto, de perder una actividad vital para regular la fauna salvaje, ahora que la Asturias rural se está despoblando.

La Disposición General de Vedas para la temporada 2016- 2017 recoge en su apartado sobre "control de especies por daños, seguridad vial, sanitarias y otros" la posibilidad de que las sociedades titulares de los terrenos cinegéticos puedan presentar planes de control de la población. Estos planes, puntualiza la normativa, "sólo podrán ser aprobados si la sociedad solicitante establece un cupo de captura igual al máximo previsto en la disposición general de vedas", es decir, seis. En el caso de que cumplan este requisito, los cazadores podrán hacer batidas acompañados por el guarda del coto. Esta misma norma permite en "condiciones justificadas" el empleo de perros de rastro para ahuyentar a los jabalíes.

Esta medida es la que están utilizando en otros países afectados por la fauna silvestre y que defiende como más eficaz el biólogo Carlos Nores. "Los jabalíes no pueden sentirse más seguros en los núcleos de población que en los cotos. Para conseguir ese objetivo, hay que realizar batidas. Y como en estas zonas no se pueden efectuar disparos, hay utilizar petardos y perros, como en Suiza. Así conseguimos que los animales huyan hacia la periferia y que los cazadores los puedan abatir en los cotos", reflexiona.

El profesor de Zoología de la Universidad de Oviedo e investigador del Indurot, al frente del plan de control del jabalí, explica que después de analizar todas las técnicas que se aplican en el mundo, otra que funcionaría en Asturias serían los aguardos nocturnos. De hecho, ya se están realizando. No obstante, Nores indica que esta medida tiene dos problemas: por un lado, "no se puede hacer muy cerca de la ciudad por una cuestión de seguridad", y por otro, "aunque se maten ejemplares, no espanta mucho". Los aguardos se pueden combinar, por tanto, con otro procedimiento que consiste en la captura de jabalíes mediante trampas. "Se utiliza en muchas ciudades europeas. Es una caja, en cuyo interior se deposita un cebo. En el momento en que el animal entra, se cierra la puerta. Eso nos permite soltar al ejemplar en un coto, llevarlo a un zoológico o incluso aplicarle la eutanasia", concreta.

Al margen de estas medidas, Nores insiste en que a partir de ahora "vamos a tener que convivir sí o sí con la fauna salvaje". "La densidad es tan elevada que los jabalíes jóvenes van a seguir siendo expulsados de los cotos y entrando en las ciudades. En principio, estas zonas para ellos son más inseguras, pero si los vecinos contribuyen a su habituación, mal vamos". Los expertos advierten que alimentarlos es "una barbaridad". En este sentido, aconsejan "mantenerse en la distancia y en vez de dejar la basura en el suelo, tirarla a los contenedores".

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