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Cantautor | Arquitectura personal (y 2)

Nacho Vegas: "La heroína gobernó mi vida de los 28 a los 38, ahora ya no"

"Los que nos enganchamos al 'caballo' somos más cobardes, tenemos más miedo al dolor y las ansiedades de vivir"

Nacho Vegas, en el pasillo de su casa de Gijón. MARCOS LEÓN

Nacho Vegas (Ignacio González Vegas, Gijón, 1974) era de los pequeños del Xixón Sound y es de los que más han sobrevivido dentro de la música. Alimentado en la adolescencia por el rock anti-Thatcher británico, empezó a tocar en los grupos indie "Eliminator Jr.", luego en "Manta Ray" y a partir del siglo XXI es cantautor. Desde 2004 vive de la música, con una carrera estable en la que hubo picos de presencia pública muy alta. De algo de ese tiempo quiere redimirse. Durante unos años fue adicto a la heroína y desengancharse de ella le condujo a otras toxicodependencias.

-Dejó "Manta Ray".

-Por pequeñas diferencias y porque me apetecía empezar en solitario. De 1999 a 2001 volví a poner copas en Efectos Navales, un bar de Fomento que montaron unos amigos, y luego estuve en otro de Capua, Impact. Entraba a las nueve de la noche, salía a las diez de la mañana y me dieron 5.000 pesetas. Los dejé colgados por la maqueta del primer disco.

-No parecía ir en ascenso.

-No tenía un duro, hacía trabajos esporádicos, pero cuando te dedicas a este oficio haces las cosas porque crees que tienes que hacerlas. La esencia de la música popular siempre me sirvió para seguir adelante. La música popular no nació al ser grabada y caer en manos de las compañías discográficas y su mercado del éxito, que tiene que ver con comidas, copas, cocaína y sobres con dinero. Durante miles de años el movimiento de las canciones era más horizontal y puro.

-¿Cómo era?

-Antes se oía una canción y se modificaba de forma natural. Ahora para cambiar un verso tienes que pedir permisos burocráticos. La autoría y el culto a la personalidad están sobrevalorados.

-¿No está perdida esa cultura anterior?

-No. Fue así hasta hace poco. Bob Dylan se basaba en los discos de Harry Smith, que compilaban la música tradicional americana. Me interesa lo que hizo Violeta Parra con la música chilena y Chabuca Granda con la andina.

-¿Cuándo empezó a vivir de la música?

-Mi primer disco en solitario, de 2001, tuvo buena crítica. Hice giras con el grupo que eran un desastre económico, pero me solté más a hacer conciertos en solitario. En 2003 hubo un pico del indie y de la escena independiente de Gijón y luego fue decayendo. Tuve un momento tormentoso con mi banda. A partir de 2004 empecé a vivir de la música y hasta ahora, con bastante suerte porque no depende de que seas mejor.

-La mayor parte de su vida de ingresos musicales coincide con la crisis actual, que se suma a la discográfica.

-Ahora tengo una oficina con Marisa, una compañera, y Tomás, socio, desde la que aprovechamos para rehacer nuestra forma de trabajar. Hubo subida de IVA, pero también los promotores aprovecharon para especular con el precio de las entradas. La precariedad entre los músicos aumentó con la crisis, pero desde el 15-M hay una unión estatal de sindicatos de músicos peleando.

-¿Fueron duros los años hasta que llegó su momento?

-No, era joven y podía vivir con poco dinero. Lo más duro vino cuando empiezas a vivir de la música y empiezan a tratarte de manera diferente. Te crees más de lo que eres y te vuelves un poco gilipollas.

-¿Cuándo fue?

-A los 28 o 30 años. Duró poco porque tenía alrededor amigos que me daban collejas cuando me las tenían que dar.

-¿En qué consiste la dureza?

-Tiene que ver con tocar, estar en la noche.

-Por la noche sabía andar.

-Sí. No sé... Estaba todo mezclado. Te hacen más caso del que deberían... Pero no tenía 20 años ni había tanto dinero como para perder la cabeza. Lo recuerdo siempre porque quiero redimirme de aquello. Se disparó mi dimensión pública, hice un disco con Bunbury, tenía una relación en Madrid. Aunque nunca dejé de vivir aquí, me alejé de Gijón.

-¿Cómo se dio cuenta de lo que le pasaba?

-Al volver a estar más tiempo en Gijón, cuando rompí la relación que tenía en Madrid. Cuando volvía tenía un complejo, pensaba que los cantautores como Alfredo González y Pablo Moro me tendrían tirria porque había tenido más éxito. Al relacionarme con ellos, como con "La Caja de Músicos" y "La Vida Alegre", me di cuenta de lo que teníamos en común. Aquello coincidió con el 15-M y también me afectó.

-¿Cómo?

-Pasamos de un paradigma en el que el valor era el individualismo a otro del pensamiento colectivo. Salieron a la calle conversaciones que antes no había. Se hablaba de política de manera muy natural, en un bar del Cerillero y en el Alimerka, entre jóvenes y mayores... El 15-M me influyó de manera particular, pero los que hacemos música tenemos que ser muy permeables.

-Lo mejor de Madrid.

-Lo que más me gusta es que la mayoría de la gente que conozco no es de allí y eso obliga a crear comunidades. Lo que menos, el elitismo de lo indie, estúpido, que daba en el clasismo porque trabajadores precarios se creían clase media y lo que leían y escuchaban no era algo que servía para abrirles puertas al mundo sino para distinguirles.

-Vale, que eran pijos. ¿Pero no le pasó algo al Xixón Sound?

-Hay esa imagen pija, pero no lo veo así. El Xixón Sound empieza en 1994 y ya estaba moribundo en 2001. Una de las cosas que hizo que no hubiera en Xixón una escena sólida fue que también los que estaban tocando tuvieron que marcharse a trabajar fuera, por más que Tini Areces hablara de que la emigración de los jóvenes era una leyenda urbana. Pero el espejismo fue Madrid.

-¿En qué sentido?

-El artisteo, los diseñadores, lo que se llamaba "product managers", cobraban mil euros, pero cenaban en un restaurante de lujo cuando tenían que acompañar a un artista. Los amigos de Xixón estaban en la industria, la hotelería o en precario.

-¿Qué tal cree que le trató la vida hasta ahora?

-En la profesión bien, tuve suerte. En el resto... No sé, todo el mundo se da sus hostias.

-¿Cuál es la suya gorda?

-La heroína gobernó mi vida mucho más de lo que tendría que haberlo hecho... No ahora, de los 28 a los 38.

-En su época la heroína no era una droga popular. ¿Cómo llegó a ella?

-Es verdad. A los veintipico eran las pastillas, el éxtasis, la cocaína. Me gustaban la droga y la probé, de manera recreativa, porque era la de la cultura del rock y esos mitos. Luego descubres que no la usas para pasarlo bien sino para dejar de estar mal.

-¿Mal por la propia heroína o por otras cosas?

-Por otras cosas. Al "mono" se le da mucha importancia. Consumí heroína con mucha gente que la tomaba como droga recreativa y me daba envidia porque la disfrutaban y la dejaban, pero yo, cuando quedaba a solas, la consumía casi a diario y dejaba que me marcara las pautas horarias.

-¿La usaba para trabajar?

-No sirve para trabajar. Quita la tristeza y el dolor, pero también las emociones fuertes, intensas, que dan luego para las canciones. Te amuerma.

-¿Es usted muy doliente?

-Una de las primeras veces que la consumí me la vendió un yonqui veterano que le dijo al que venía conmigo: "Para ti, bien, pero tu amigo que tenga cuidado con esto". La heroína puede ponerte a vomitar la primera vez y que la rechaces para siempre, pero hay algo de carácter que hace que digas: "Ésta es mi droga". Creo que los que nos enganchamos a la heroína somos más cobardes, tenemos más miedo al dolor y las ansiedades diarias que provoca vivir en este mundo.

-¿Por qué dice que el síndrome de abstinencia está sobrevalorado?

-Lo peor de dejar las drogas no es físico. Les afeo a los médicos que se centran mucho en el "mono", pero hay muchas pastillas para pasarlo y son tres días como de gripe ansiosa, sudando y hecho una mierda. Pero cuando te desenganchas entras en depresión y tienes muchas ganas de volver a consumir. El alcohol es un depresor y también una solución rápida. Como dicen los "camellos" "drogadicto mal curado, alcohólico asegurado".

-¿Cómo aguanta?

-Me desenganché de la heroína, pero me costó más hacerlo de la metadona, con la que estuve cuatro años. Cuando lo logré, el alcohol -que nunca había sido un peligro para mí- se convirtió en un compañero desde las nueve de la mañana y fue casi más difícil que la heroína. Pasa con estas cosas que suplen las carencias.

-¿Sabe cuál es su carencia?

-De afecto, supongo. Éste es un mundo hostil para quererse y tener relaciones afectivas. No es una excusa, intento dar una explicación.

-¿Cómo han sido sus relaciones sentimentales?

-Nunca he tenido un éxito rotundo, por eso vivo solo a mis 41 años, pero me llevo de maravilla con todas mis exparejas. No tengo pareja estable y lo llevo bien.

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