El arquitecto Sergio Baragaño Cachón nació en Oviedo en 1975, estudió la carrera en Las Palmas de Gran Canaria y en Barcelona. Pasó un curso en Finlandia y un año en Australia. Se instaló en Madrid. Lleva más años fuera de Asturias que en la región.
-Aunque mi hermana, que es ingeniera, también vive en Madrid, tengo la familia y muy buenos amigos en Asturias. En mi edad universitaria asociaba Asturias con las vacaciones, pero he ido teniendo mucho vínculo laboral. Hubo temporadas en las que venía cada quince días a Avilés.
El autor de la "b home", la casa realizada en módulos de acero, estudió en la Gesta y en el Instituto Aramo, y llegó a la arquitectura por la afición artística de su madre...
-Trabajaba en la gestión del Hospital de Asturias, pero me llevaba con ella a clase de pintura desde los 4 años hasta la Universidad.
...Y el interés arquitectónico de su padre.
-Era ingeniero de Ensidesa.
-¿Por qué no hizo Bellas Artes?
-Conocía bastante la parte artística y prefería explorar lo tecnológico, la teoría y los proyectos. Pesó más la sensación de que Arquitectura era una carrera muy completa.
También la curiosidad de salir.
-Me apetecía Barcelona. Era 1992, la ciudad estaba de moda en todo el mundo, pero no tenía suficiente nota para entrar en la Escuela de Arquitectura. Una vía de llegar era a través de la Escuela de Las Palmas de Gran Canaria. Estuve tres años y cambié a Barcelona, donde acabé, con un curso por el medio con una beca "Erasmus" en Finlandia, para conocer un país extremo, su clima, su luz y la arquitectura de Alvar Aalto.
Trabajó en Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona durante el Forum de las Culturas 2004, que completó el final de la Diagonal con el mar.
-Y me fui a Sidney (Australia), con mi pareja de entonces, a colaborar en un estudio, viajar por el país y aprender inglés. Es un continente muy interesante, como si estuvieras en otro planeta. Sidney es una metrópolis muy amable, con mucha naturaleza, pero echas de menos códigos europeos y estás a doce horas de diferencia horaria con España.
-Su padre trabajó en Ensidesa. Un antecedente siderúrgico en el arquitecto de casas de acero.
-Los antecedentes familiares en la siderurgia están en Fábrica de Mieres, donde el bisabuelo era mecánico en el ferrocarril y el abuelo trabajó en la parte eléctrica de fábrica y mina.
-Usted trabajó en el departamento de arquitectura internacional de Arcelor-Mittal.
-Vi por dónde iban los tiros, empecé a hacer cosas por mi cuenta y decidí montar el estudio. El primer proyecto, los tinglados del puerto de Avilés, era, sobre todo, Arcelor. Exploré en fachadas y estructuras metálicas, abrí una línea de trabajo con el acero y Arcelor ha sido muy buen cliente en varios proyectos, hasta acabar con las viviendas industrializadas. La vida te va llevando. Miras atrás y ves cosas que tienen lógica y encajan.
-Es decir...
-Asturias es naturaleza y también es metal, siderurgia, puertos y contenedores. Siempre me atrajo ese mundo industrial. Mi padre nació en Mieres pero creció en Cangas del Narcea, de tanta tradición mineral. Allí conoció a mi madre, de Cangas de siempre. Mi abuelo materno fue de los primeros que empezaron a hacer vino.
-¿Qué futuro ve a sus casas?
-Todo. Soy muy optimista. Ha habido otros intentos en diferentes épocas de la historia, muy vinculados a épocas de crisis. Ahora cambia la forma de vivir y de pensar. Ya no es una vivienda para toda la vida. Se parece a un coche, se entrega muy rápido, tiene niveles altos de acabado, puede crecer, se puede mover.
-¿En España también?
-En Europa funciona. Aquí somos más arraigados, pero la crisis está cambiando el chip. Hasta hace cuatro años construíamos como en el siglo II, pero mucho peor que los romanos, y ahora hasta las constructoras tienen otra sensibilidad. Esta casa se entrega en cuatro meses y el precio es competitivo. No trato de evangelizar, pero hay gente a la que le puede encajar, hoteles y colegios que necesitan ampliar...
-¿Cuánto aguanta el acero?
-Depende de lo acorde que sea su calidad con el entorno y del mantenimiento. Una casa en el Cantábrico será más cara que en Castilla.
Sergio Baragaño vive en el centro de Madrid, al lado de la Puerta de Alcalá y del Retiro, en una casa de los años 30 del siglo XX con espacios grandes rehabilitados.
-Soy muy urbanita. La vivienda y el estudio suman 130 metros cuadrados en la misma planta pero separados.
Abrió su estudio hace ocho años. Ahora son cuatro personas.
-Tenía algún proyecto en marcha con Arcelor, ganamos el concurso de la terminal de cruceros del puerto de Bilbao y pudimos sobrevivir al desierto generalizado. Fue cuando desarrollamos esta parte de la industrialización. Ahora en Madrid se nota un buen momento, mucho trabajo respecto a hace dos años.
-¿Cómo siente sus 41 años?
-Tengo la sensación de paso de una barrera psicológica y es inevitable pensar, aunque no soy de mirar atrás. Personalmente es un momento bueno, con algo más de madurez, más sereno, de pausa e interesante. Estoy soltero. No he sido padre y es una posibilidad para más adelante. Mis cuarenta no son los de mi padre y mi abuelo. A nivel profesional tengo mucho por hacer.
-Empezó la carrera hace 23 años. Entonces ser arquitecto era otra cosa.
-Ha cambiado la forma de hacer y de ejercer la profesión. Me identifico con la forma de ejercer de tantas generaciones y, a la vez, la profesión ha girado y sigue girando rápido por la crisis y hay que buscar el trabajo de manera más proactiva. Antes te iban a encargar. Ahora sales y enseñas lo que puedes ofrecer. Exige mucha dedicación y se mezcla mucho con la vida.
-Madrid y Barcelona.
-Dos ciudades que se han estado dando la espalda y ahora están a dos horas y media. De Barcelona llevo mucho de cómo soy y Madrid es perfecta para parar porque es acogedora y de tamaño cómodo respecto a París y Londres.