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Gabriella Coleman | Antropóloga, experta mundial en hacker y ciberactivismo, premiada en Oviedo por Asicom

"Para un hacker, la técnica y la cultura sólo son posibles en un contexto colectivo"

"Por ahora nadie va a controlar las corporaciones de Silicon Valley, porque a los ojos de los gobiernos aún son los salvadores de la patria"

Gabriella Coleman, ayer, en el hotel de la Reconquista, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Gabriella Coleman (Puerto Rico, 1973) es antropóloga pero su especialidad son los hackers. Considerada una de las máximas expertas en ciberactivismo, llegó a esas investigaciones gracias a una enfermedad que le dejó casi un año encerrada en casa con una buena conexión a Internet e interés en profundizar en el lado oscuro de la Red. Profesora de Alfabetización Científica y Tecnológica en la Universidad McGill de Montreal y autora del libro "Las mil caras de Anonymous", la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom) le premia hoy en Oviedo.

-¿Qué es un hacker?

-Es difícil llegar a una definición. Primero, porque originalmente era un término sin connotaciones negativas, no era nada ilegal. Un "hacker" era una persona que trabajaba con ordenadores, creativo e ingenioso. Luego el término cambió para referirse a los que se infiltran en los ordenadores y realizan actividades criminales. Y es verdad que una de las actividades de un hacker es entrar en los ordenadores, pero también hay movimientos de hackers que no son criminales, como los grupos que trabajan por el software libre y que creen que la información técnica y la cultura deben ser accesibles y libres en todo el mundo.

-A toda esa comunidad que trabaja de forma altruista para subtitular una serie o mejorar un programa. ¿Qué le mueve?

-Razones distintas. A veces es una cuestión de práctica y aprendizaje. Porque son cuestiones técnicas complicadas, y tener muchas personas trabajando en la mejora de un programa es mejor que tener sólo a dos que tengan el control de la propiedad intelectual de ese programa. Pero también son personas que tienen una ética muy sólida relacionada con hacer lo correcto y con que la difusión de la cultura y la información técnica sólo es posible en el contexto de una situación colectiva. Básicamente consideran que la creatividad es algo colectivo.

-¿Cómo el WWW de Berners Lee?

-Sí, la idea de mantenerlo libre y no cerrarlo es básica. Eso no quiere decir que no haya empresas que vendan software libre. No están en contra de hacer dinero, están en contra de que hacer dinero cerrando el código. Otra motivación es que sienta bien trabajar con otro para hacer algo colectivo. Al principio, no todos tenían esos principios del trabajo colaborativo, pero esas dinámicas se han ido naturalizando.

-¿Les mueve también la rivalidad, colgarse medallas?

-Siempre digo a mis alumnos que el hecho de que los hackers no utilicen procedimientos de propiedad intelectual no quiere decir que no quieran que su trabajo se reconozca. Utilizan programas en los que cada cambio en el código puede acreditarse a su autor. Aunque con Anonyomus es diferente. Ahí se puede saber que tú eres el autor de determinadas cosas, pero nunca debes utilizar esa información para conseguir fama. La exhibición, el autobombo, es algo malo.

-Como antropóloga, ¿el momento en que un hacker logra infiltrarse por primera vez tiene algo de rito iniciático?

-Desde luego, aunque ahora la cosa ha cambiado un poco. En el pasado, los grupos de hackers sí tenían estos ritos de infiltrarse y robar información, pero sin hacer nada con ella. Era como un trofeo secreto dentro de la comunidad y generaba también pequeñas guerras o competiciones entre grupos de hackers. Eso cambió cuando Anonymous publicó los correos de Sarah Palin o información de compañías de seguridad norteamericanas con malas prácticas, o con Wikileaks. El hacker entra a coger documentos y se los pasa a un periodista. Antes de 2008 eso no había pasado, y despertó una idea nueva. La gente se dijo "¡Wow! ¡También podemos hacer esto!". Y aparece el "hacktivista", que lo que hace es publicar información sobre casos de corrupción, prácticas ilegales...

-¿Qué opina de la paradoja de vulnerar los derechos para defenderlos?

-Hay una parte que actúa porque no hay confianza en las instituciones de justicia, y es cierto que estas prácticas pueden hacer que la gente desconfíe más de la Justicia. Es difícil. A mí me gusta mucho analizar las reacciones de la gente en Twitter ante los filtrados de información y no todo el mundo está de acuerdo. Yo creo que lo mejor es que los periodistas analicen y filtren esa información, trabajar con ellos, porque son los que tienen la libertad, las habilidades y un sueldo para hacerlo. Y también creo que hay que filtrarlo a más de una organización para evitar el monopolio. Volcar documentación sin ningún filtro no aporta información relevante y vulnera la privacidad de personas inocentes. Algo bueno, que antes no era evidente, es que ahora sabemos que los emails son políticamente relevantes, y vamos a ver muchos publicados, con filtro y sin filtro. Hay muchos hackers trabajando en este campo en Rusia, en China y en Estados Unidos. Veremos lo que sucede.

-La tecnología digital nos ha traído el software libre y teléfonos móviles desde los que las compañías nos vigilan para saber cómo vendernos más productos. ¿Hay una condición esencial, buena o mala, de lo digital?

-Yo no tengo móvil. Por dos razones. La primera, para no estar controlada, para evitar la vigilancia. Pero la otra es porque soy adicta a Twitter y las redes sociales, y cuando estoy de viaje no quiero distraer mi atención todo el rato a mi teléfono. Respecto a la tecnología digital, no creo que en sí misma sea buena o mala, sino que tiene posibilidades diferentes para ser usadas por distintas comunidades con fines y éticas completamente distintas. Todo depende de la perspectiva política, porque es cierto que la tecnología puede ayudar a minimizar los esfuerzos de los gobiernos y las compañías para destruir nuestros derechos. Por otra parte, permítame este ejemplo, en mis clases dejo a los estudiantes que utilicen los ordenadores en el aula durante seis semanas y luego están otras seis semanas sin poder utilizar ninguna tecnología y tienen que escribir la diferencia. Yo no lo tengo claro, pero da la impresión de que cuando no están conectados su atención es mejor, están más presentes.

-¿Qué concluyen sus alumnos?

-El 75% dice que es mejor estar sin el ordenador en clase y un 25% prefiere tener acceso. Lo cierto es que los primeros días desconectados son muy difíciles para todos.

-¿Qué opina de las grandes corporaciones, en especial de Google, su lema "don´t be evil", la cantidad de servicios abiertos que ofrece a los usuarios y la cantidad de información que maneja?

-Soy muy crítica. La cuestión es que mientras compañías como Facebook ofrecen uno o dos servicios, Google persigue perpetuar su existencia durante diez, veinte o treinta años, y para eso tiene que tener muchos más productos y servicios que el buscador y el correo. Por eso compran todas esas pequeñas compañías, por eso trabajan en los coches automáticos... No sólo es un monopolio, ni siquiera es un Estado paralelo porque ningún estado ofrece tantos servicios como Google. Eso me da miedo. Su poder es enorme porque tienen a los mejores. Y eso significa que tienen los mejores productos, pero también recolectan una cantidad de información enorme sobre todos nosotros que veremos si en el futuro los estados empiezan a regular de alguna forma. Por ahora no parece que vayan a hacerlo porque de momento las compañías de Silicon Valley son, a los ojos de los gobiernos, los salvadores de la patria.

-¿Cuál es la vía alternativa?

-Cuando pensamos que Internet iba a asegurar los derechos humanos e iba a ser un vehículo para la libertad, muchos decían que no se trataba sólo de la posibilidad de conectarse entre personas sino que sería muy barato publicar algo en la red. Pero la realidad es que no. Cuesta muchísimo dinero tener esos servidores funcionando y esa gente que atienda las infraestructuras 24 horas al día, siete días a la semana. Fijémonos en Twitter. No está ganando dinero, hablan de despidos y ya hay movimientos que hablan de convertirlo en algo cooperativo. Porque con tantos usuarios, si cada uno pusiera diez céntimos al mes, sería suficiente. En realidad no creo que estas plataformas sociales se vuelvan cooperativas. Pero creo que es un camino para empezar a pequeña escala, no global pero sí regional o nacional. En Barcelona o en Reino Unido desde el partido laborista se están preparando plataformas cooperativas que sean una alternativa a Uber (servicio de conductores) o a Airbnb (servicio de alquiler). Es difícil competir con los "googles" del mundo, pero lo intentan.

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