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Memorias y 2 | FERNANDO INCLÁN SUÁREZ | Exjuez y exganadero en Pravia

"Absolví a pescadores de Cudillero por echar a pedradas a un arrastrero de Avilés"

"Emilio Barbón quiso que le sustituyese como magistrado del TSJA, pero le dije: 'Nunca he pertenecido a ningún partido' "

Fernando Inclán, en la conversación con LA NUEVA ESPAÑA. MIKI LÓPEZ

Fernando Inclán Suárez (Villamondriz, Pravia, 1934) narra en esta segunda y última entrega de sus "Memorias" su experiencia como juez de distrito y a continuación de primera instancia e instrucción, hasta su jubilación en 2003.

Descalabro y daños. "El presidente de la Audiencia Territorial de Oviedo me nombró juez sustituto y me hice cargo del Juzgado de distrito de Pravia, que es un nivel superior al Juzgado de paz e inferior a uno de primera instancia e instrucción. Yo no había trabajado como abogado, pero sí tenía conocimiento directo del campo y publicaciones sobre derecho agrario y derecho en general. Conocía bien la legislación y para mí no presentaba ningún problema fallar. Y aunque era un Juzgado de distrito tuve que resolver problemas fuertes. Por ejemplo, tuve un juicio de faltas famoso, que fue a causa de una batalla marítima de un arrastrero de Avilés que invadió el término pesquero de Cudillero, la mar del medio y los dos cotos laterales. Las embarcaciones de Cudillero, viendo el estropicio aquel, se aprovisionaron de cantos rodados en la Concha de Artedo y atacaron al arrastrero. Produjeron algún descalabro y daños en la embarcación, pero consiguieron echarla de allí. Era un juicio de faltas por lesiones y por daños al barco avilesino y absolví a los atacantes por una legítima defensa de su medio de vida y sin sobrepasarse porque utilizaron medios naturales: a pedradas. No hubo apelación y aquella sentencia estuvo colgada en un cuadro en la Casa del Mar de Cudillero mientras existió".

Motosierra en la higuera. "Tuve también otro caso que fallé como campesino que yo era. Querían echar a un individuo de un pueblo. Era un tipo raro y algo asocial, y la cuestión fue que todos, denunciantes y testigos, le habían visto cortar unas cañas de una higuera a mediodía con una motosierra. Yo dije: 'Está todo en contra de los denunciantes y todo esto es falso porque una higuera, con la madera tan blanda que tiene, se corta sencillamente con un segueta de puñal y no se entera nadie, pero meter una motosierra es deshacer la higuera'. Y así absolví a aquel hombre. El pobre tenía un tumor cerebral y cuando se desarrolló totalmente fue cuando tuvo que dejar el pueblo, pero no a base de acusaciones falsas. Tampoco hubo apelación".

Puerta cambiada. "En otra ocasión, tuve un caso que me encorajinó. La situación era que en un pueblo de Cudillero el Alcalde cedió a un amigo un trozo de una plazoleta pública; así por las buenas. Se opuso en el juicio de cognición un matrimonio anciano ya, que decía que no había derecho a hacer eso y que era fastidiar el pueblo. Hubo reconocimiento judicial, cosa que por lo visto ahora no existe. El caso es que fui a ver el asunto pisando el terreno y justo en aquel momento pasó un camión de Cerámicas Rubiera y el conductor comentó: 'Si se hace en efecto lo que propone aquí el Alcalde, es imposible circular'. Otra persona me dice: 'Señor juez, fíjese que la casa tenía la puerta principal por otro lado". Y, en efecto, todavía se notaba la entrada. Pero ahora la habían abierto hacia la zona esa que quería darle el Alcalde. Puse la sentencia en beneficio del pueblo y quedó firme".

Cambiazo de vehículo. "Yo manejaba una zona de gran circulación formada por la carretera 632 y la 640, las dos nacionales. La de la costa tenía en Pravia una parte muy estrecha y muy peligrosa antes de que se hiciera la autovía, y cogía toda la Espina y la Cabruñana en la 634 porque cuando aquello Salas pertenecía al distrito de Pravia, al igual que Cudillero. Había muchísimos accidentes, y algunos graves, en los que tenía que ir a levantar el cadáver. En materia de tráfico llegué a autorizar un convenio que hubo entre familiares de un fallecido y la aseguradora. La propia aseguradora fijó la indemnización en 99 millones de pesetas, una cifra tremenda, y yo lo único que hice fue considerar la cantidad suficiente que no perjudicaba a los menores de edad. Al mismo tiempo tuve accidentes en los que en un tris se cambió la situación de unos gitanos que circulaban con un vehículo no asegurado. De pronto, dan el cambiazo al vehículo causante del siniestro y presentan otro vehículo que está asegurado y al que le habían dado un golpe semejante al del siniestro. El otro vehículo lo desguazaron rapidísimamente. El perito tenía la sospecha de todo ello, pero no pudo demostrar nada, y lo que hice fue actuar con lo que me pusieron delante. Dentro de lo malo, quedó indemnizado el que resultó golpeado".

Sentencias breves. "Al cabo de un tiempo, yo tenía bastantes más asuntos que Grado, que tenía dos juzgados de primera instancia e instrucción, pero el alcalde de Pravia logró que aquí hubiera el de primera instancia, en el que yo continué trabajando. También influyó que Felipe González hizo aquella jugada para eliminar a los antiguos magistrados del Supremo y a los posibles que iban a entrar. Hizo obligatoria la jubilación a los 65 años, que era cuando generalmente se entraba en el Supremo. A raíz de eso quedaron vacantes todos los juzgados pequeños y los cubrimos los jueces sustitutos. En aquellas épocas, juicios de lindes tenía cada nada, pero hoy en día ya no debe de haber nada de eso porque está abandona la agricultura totalmente y nadie se pone a pleitear cuando no existe ganancia ninguna. El campo no lo quiere nadie y entonces no interesa mejorarlo. Así puede haber incendios y todo lo que ocurre. Tuve muy pocas sentencias rechazadas y las mías tenían fama de brevedad. Y era porque yo lo hacía todo con la máquina de escribir, y si me equivocaba con un nombre o algo así tenía que romperlo todo y comenzar de nuevo. Por eso las sentencias eran de lo más breve posible, pero recogiendo los datos esenciales para el fallo. Hubo tiempos en los que no había ni fotocopiadora, ni ordenador, ni nada, por lo que las copias para entregar a cada parte las hacía con papel de carbón".

El Rector, por la ventana. "Siempre tuve claros los conceptos de Derecho Civil en los que nos introdujo don Manuel Albadalejo, que, por cierto, una vez me habló de una anécdota suya Fabián Estapé, el economista que llevó los planes de desarrollo del franquismo. Vino a dar una conferencia a Oviedo y me cuenta: 'Como rector en Barcelona le metieron una buena medrana un día que estaba reunido con los delegados de los estudiantes en el Rectorado. A mitad de reunión se dicen unos a otros: Abrid el ventanal que el Rector se va por él; se siguió calentando la cosa y gritaban: Abrid ya que vamos a tirarlo de una vez. Y en esto, cogen un busto pesadísimo de Franco y lo tiran por la ventana'. Fui juez hasta el año 2003 porque a los jueces sustitutos podían enviarlos a cualquier Juzgado de Asturias, pero no me interesaba andar circulando".

Las cooperativas franquistas. "Tuve gran amistad con don Ángel Menéndez Suárez, que fue diputado en el Congreso entre 1931 y 1936. Se había hecho maestro y sacado la oposición a oficial primero de la Diputación de Oviedo. Con el dinero que ganaba se pateó toda Asturias y organizó el Sindicato Agrario Independiente y participó en la convocatoria con aquel convenio con Uruguay para suministrar carne a Asturias. Una gran manifestación que hubo al respecto en el Campo San Francisco fue movida por él. Después de la guerra se marchó a México. Era un masón que con el Partido Agrario Independiente había sido contrario a don Maximiliano Arboleya, que se fundamentaba solamente en la parroquia y no tenía vida para los sindicatos. Pero Menéndez Suárez se fundamentaba en cambio en el municipio y en los sindicatos. Las cooperativas del franquismo son obra, en parte, de don Ángel Menéndez Suárez. Desde el exilio le prestó servicios a don José López Muñiz, presidente de la Diputación. Cuando volvió de México, Muñiz lo acogió sin ningún problema y lo mantuvo como oficial en la Diputación. Llevó la cuestión de Hospital General. Al llegar la Transición me dijo un día: '¿Quiere ser consejero de Agricultura? Mire que sólo tengo que decírselo a don Rafael Fernández'. Pero yo le respondí: 'No, de ninguna manera; la política nunca me interesó'. Y don Emilio Barbón, cuando iba a jubilarse en 1999 como magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, me dijo: 'Voy a hacer todo lo posible para que me sustituyas tú', a lo que le repliqué: 'Emilio, te lo agradezco muchísimo, pero no te molestes porque a mí nadie me va a dar nada porque nunca pertenecí a ningún partido y la política es como bailar en el filo de una navaja' ".

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