Antes de la Guerra Civil, en las facultades de Derecho se enseñaba oratoria como una asignatura más para convertirse en un "pico de oro". Los mejores argumentos pueden caer en saco roto ante el tribunal si el letrado farfulla en vez de hablar, pierde el hilo o se mueve como si estuviese haciendo equilibrios en una barca a punto de hundirse. El hueco de la enseñanza reglada de la oratoria lo cubren ahora los centros de formación privados, como la Escuela Europea de Oratoria, cuya directora, Mónica Pérez de las Heras, presentó ayer en el Colegio de Abogados de Oviedo el libro "Oratoria con PNL (Programación Neuro-Lingüística) para Profesionales del Derecho" (2016, Amazon), donde desentraña las claves para que los letrados lleguen a hablar bien en público. Ahora, dice, lo hacen mal.

"En España no se aprende a hablar en público en el colegio o en el instituto, como en Estados Unidos, donde hasta los niños que quieren ser delegados de clase tienen que hacer campaña entre sus compañeros, y los universitarios pasan mucho tiempos debatiendo", señala.

Además, en Estados Unidos, no hay ningún sentido del ridículo, frente a lo que ocurre en España. "Sin miedo al ridículo se puede disfrutar de hablar en público", cree esta escritora, que da clases a "médicos que tienen que dar una conferencia y no saben cómo hacerlo, periodistas que tienen que levantar la mano en una rueda de prensa y no se atreven y abogados que tienen que entrar en un juicio y hablar delante de un público al que tienen en contra". Hablar ante un auditorio "no es algo innato, y se puede estar hablando muchos años en público y estar haciéndolo mal", señala. Sin embargo, "es como conducir, una vez que se aprende se hace de forma automática".

Se necesita en primer lugar autoconfianza, autoestima, y eso es algo que desarrolla la herramienta PNL (Programación Neuro-Lingüistica), que trabaja la inteligencia emocional. Antes de nada, es "importante tener algo que decir, unos conocimientos sobre algo y ganas de comunicarlo".

Pérez de las Heras resume las cualidades del buen orador en tres. "Naturalidad, ser uno mismo. Un orador no es un actor. También la humildad, no creerte más que nadie, ir con la certeza de que no lo sabes todo en esta vida. Y después el corazón, contar las cosas con pasión, ganas, emoción", indica.

Después hay ciertos trucos, como la respiración profunda antes de empezar. "Es importante tener un buen inicio. Son los momentos de mayor nerviosismo. Si sabes que tienes un inicio que funciona, eso te da más confianza", asegura. No se trata tanto de contar un chiste -"puede ser bueno para un monologuista", dice- como una historia personal, una anécdota o "plantear una pregunta al público".

En España, a un político como Pablo Iglesias le han dicho que rapea en vez de hablar, pero Pérez de las Heras cree que "es muy kinestésico, muy emocional, algo que también hemos visto en Trump y en Obama, que puede hacer reír o llorar en un discurso". Y es que "cuando un orador es muy frío, tipo Mariano Rajoy, Pedro Sánchez o Albert Rivera, se tiene menos capacidad para transmitir". En España, "los políticos no deben mostrar emociones, y así no demuestran que los temas les importan".

El lenguaje no verbal es esencial para un buen orador, que debe aprender a mover las manos, la postura correcta del cuerpo, incluso en los momentos de escucha. También la mirada es importante. Pérez de las Heras rompe uno de los mitos más extendidos, el de que hay que centrarla en uno de los asistentes y dirigirse a él todo el tiempo. "Si solo miras a una persona, puedes terminar intimidándola. Necesitamos hacer un barrido de forma que la mirada llegue a todas partes. Es el secreto de Obama y su 'teleprompter', que le obliga a mover la cabeza a de izquierda a derecha. La información hay que buscarla en los ojos de los asistentes. Un orador no debe leer lo que tiene que decir, no debe mirar por encima del público, ni clavar la mirada en la mesa", resume. El resto, perder el miedo y romper a hablar.