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El "granito" de café de un ovetense

El físico Javier Fernández Castañón monta plantaciones en cuatro regiones de Uganda para que 500 agricultores puedan pagar la escuela a sus hijos

Una zona de Uganda en la que se ven las tierras completamente cultivadas. J. FERNÁNDEZ

"No creo que sea capaz de cambiar el mundo, pero quizá sí pueda cambiarlo para algunos niños". El físico ovetense Javier Fernández Castañón es recibido con la mayor de las sonrisas en Uganda, un país situado en el África oriental con el que lleva vinculado desde 2014. El año pasado montó varias plantaciones de café en las regiones de Kisoro, Kabale, Kanungu y Rukungiri, que hoy en día benefician a 500 agricultores. El objetivo del asturiano, que realiza su doctorado con una colaboración de la Universidad de Cambridge y la Universidad La Sapienza de Roma, es que las familias puedan pagar la escuela a sus hijos. "Aquí cuesta más un lápiz que 100 mililitros de Vozka o Ginebra", asegura.

"Gorilla Highlands Coffee", como así se llama la organización que gestiona junto a siete amigos ugandeses, nace de su anterior experiencia en Rubuguri, una pequeña aldea en la que hace dos años estuvo como voluntario con la ONG británica Big Beyond. Allí fundó un club de atletismo con la ayuda de "La Sombrerería Albiñana" de Oviedo, el Club Atlético de Lugones y el Colegio École en Llanera. "Quería llevar el proyecto a otro nivel. El club garantizaba la educación gratuita a unos 70 u 80 niños. Pero seamos claros, la población infantil en esta zona es de miles, por lo que sólo llegaba a una ínfima parte" , afirma. Surgió así la idea del café. "Uganda es un país muy muy fértil. Se cultiva cada metro cuadrado de tierra. Todo son plantaciones", agrega. Pero a diferencia de Etiopía o Kenia, el café en Uganda quedó relegado a un producto de lujo y por ello únicamente en torno al 3% de la población lo consume.

"Durante un año me moví mucho, montando una página web, mandando emails, hablando en persona con ministros... Ahora mis amigos ugandeses son capaces de funcionar autónomamente. Tenemos un grupo de WhatsApp por el que hablamos casi a diario. Ellos siguen dando pasos en las instituciones del país. Tenemos el apoyo del Ministerio de Agricultura, que nos suministra las semillas. El apoyo del Gobierno es fundamental pues estamos en un momento clave. Uganda formó en 1991 la conocida como Ugandan Coffee Development Authority para impulsar la cultura del café, sin embargo, los resultados no fueron demasiado satisfactorios", profundiza Fernández, de 26 años.

Mientras, el asturiano busca donativos por toda Europa. "Lleva mucho tiempo, porque necesitas pedir ayuda a gente que tiene que entender que de Uganda no saldrá ni un euro, que no es una inversión para sacar beneficios económicos. Aún así, he de decir que he encontrado a mucha gente dispuesta a ayudar", reconoce. Para el ovetense "no hay mejor recompensa" que saber que su café da una mejor vida a 500 agricultores: "Hace una semanas volví y todo eran palabras de agradecimiento y de felicidad. Y eso es con lo que me quedo y lo que me llevo a mi 'banco' de satisfacción personal. Creo que no hay dinero que pague el saber que gracias a un pequeño gesto hay personas que mejoran su vida". "La sociedad ugandesa se caracteriza por su enorme hospitalidad. A pesar de no tener demasiado, dan mucho. Como dato, el país hospeda a más de 500.000 refugiados y recibe al mes 10.000 más", agrega.

"Gorilla Highlans Coffe", que hace honor a los gorilas de espalda plateada, cuya mayor población se encuentra en esta zona del continente africano, recoge dos veces al año el café cultivado pagando el kilo a un precio tres veces superior al resto de cultivos. El funcionamiento, dice Javier Fernández Castañón, es "similar al de Central Lechera Asturiana". "Los ganaderos en la región tienen sus vacas, ellos las ordeñan y los camiones de la Central recogen la leche pagando un dinero por cada litro. Cambiamos la leche por café y así funcionamos en Uganda", explica.

Con las plantaciones, la población local consigue obtener un dinero extra para llevar a sus hijos a la escuela. Aunque la educación es oficialmente pública y gratuita, las familias tienen que pagar una media de 30 dólares por trimestre. Es por ello por lo que sólo pueden llevar a clase a uno o dos de sus hijos. El resto colabora en las tierras que tienen para cultivar lo que será su alimento: patatas, fabas, zanahorias, tomates, lechugas... El café les permite ir un paso más allá y venderlo. "Mi parte de los beneficios se queda en Uganda y ese dinero se utiliza para hablar con familias en dificultades extremas, viudas, huérfanos... Y con directores de escuelas locales para becar a algunos niños", concluye.

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