-Vaya temporal, ¿eh?

-Bueno, aquí abajo aguántase bien.

En el bar Casa Viñas, en Peñaseita (Allande), el calor de la chimenea y el café ayudaba ayer a combatir el frío otoño. El termómetro marcaba un grado, y azotaban un viento y lluvia que dejaban en menos de un minuto el cuerpo tiritando. A las dos de la tarde ya parecía que había anochecido. Pero lo peor estaba más arriba, a 1.147 metros de altitud, donde una espectacular ventisca sacudía el puerto del Palo, camino de Grandas de Salime. Luis Álvarez y Javier López se pasaron todo el día con la quitanieves de un lado a otro, del pueblo de La Reigada al de Berducedo, una y otra vez. "Ya perdimos la cuenta. Además limpiamos y limpiamos y la carretera siempre se ve igual: blanca", decían en pleno viaje con LA NUEVA ESPAÑA. El manto desaparecía unos cuantos metros más abajo. El temporal fue más clemente de lo que se esperaba y hoy los pronósticos dan incluso sol.

Eso sí, ayer la borrasca se agarró bien al Palo. Allí la temperatura era de un grado bajo cero, aunque la sensación térmica en la cumbre era mucho menor. Sin guantes, las manos rápidamente se volvían moradas. Y mirar al frente era casi imposible: los copos iban directos a la cara. Ni rastro de peregrinos -por el alto pasa el Camino de Santiago- ni de coches. Si acaso alguno perdido, cuatro vacas buscando alimento y la quitanieves trabajando sin descanso. "Lo peor aquí es el viento, que acumula la nieve en zonas concretas y eso es muy peligroso. Además, hay una helada tremenda", dice Luis Álvarez. La camioneta, a la vez que limpia, va soltando sal por la parte trasera para luchar contra la escarcha. Su compañero Javier López es el encargado de dirigir la enorme maquinaria de color amarillo. Para él, es su segunda salida a la nieve: "Es un trabajo muy pesado e ingrato".