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Las incógnitas del futuro del oso

La evolución de la especie dependerá del impacto humano, la disponibilidad de alimento y la variación ambiental del hábitat, según revela un estudio

Las incógnitas del futuro del oso

El oso pardo crece en número y en edad, pero todavía es una incógnita su futuro. Un reciente estudio, elaborado por biólogos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de Oviedo y el Centro de Investigación Medioambiental de Alemania, revela que aunque de momento la interferencia del hombre sobre la dinámica del oso es reducida, los cambios en la disponibilidad del recurso pueden tener efectos negativos para la especie. El abandono de la zona rural ha propiciado una recuperación del hábitat a la vez que ha modificado la dieta de los plantígrados. Los cinco investigadores que firman el trabajo, entre los que figuran los asturianos Javier Naves y Fernando González Taboada, indican que la falta de alimento puede afectar en unos años a la condición corporal del animal -de hecho ya se aprecia una variación en su peso- e incluso promover comportamientos inusuales en la especie.

El estudio en cuestión trata de explicar los motivos por los que la población sigue en aumento y cuál es su futuro. Los científicos señalan que el tamaño de la especie pasó de 79 ejemplares en 1982 a 34 en 1994, lo que llevó a la Administración a poner en marcha planes de actuación contra su declive. En 2012, la población creció hasta los 232 plantígrados, una cifra que se mantiene más o menos estable en la actualidad. El último censo elaborado conjuntamente por Asturias, Castilla y León, Cantabria y Galicia estima que en la cordillera Cantábrica habitan entre 230 y 260 ejemplares, de los cuales entre 190 y 200 se encuentran en el Occidente y al menos 40 en el Oriente. En base a estos datos, los biólogos sostienen que la tasa de crecimiento per cápita es del 0,036 y que la especie seguirá ganando terreno en los próximos años.

No obstante, la gestión está "fracasando" en la renovación de la población joven. Según el Principado, el número de osas con crías creció en la última década un 37,5%. En concreto, en 2015 se contabilizaron un total de 40 hembras -34 en el Occidente y 6 en el Oriente- con 64 esbardos -55 en el Occidente y 9 en el Oriente-, el máximo desde que comenzó su recuperación en 1990. Los expertos consideran en su artículo científico, publicado en la revista "The Royal Society Publishing", que puede haber una "sobreestimación de la población" si sólo se tiene en cuenta las osas con crías para calcular la talla de la especie. "Estos datos hay que interpretarlos con precaución y completarlos con otros demográficos que tengan en cuenta los factores que intervienen en su población", expresan. Esto es así porque durante el primer año de vida muere una quinta parte de las crías y el número de esbardos por camada suele ser de uno a tres, raramente de cuatro.

El infanticidio y la supresión reproductiva de las hembras, dos problemas que en principio parecen secundarios, cobrarán importancia a medida que la población siga aumentando, según pronostican los expertos. En su estudio detallan que la aparición de infanticidio está relacionada con la configuración de una nueva estructura social tras la matanza de machos adultos. No obstante, hay una tendencia de incremento de machos durante los últimos años así como de la edad demográfica media, asociada a que la esperanza de vida también ha aumentado. Con todo, se puede concluir que el oso vive ahora más años -su vida útil está en los 25-, pero su población está envejecida ante la falta de crías. Justo lo que sucede en la pirámide demográfica de Asturias.

¿Y cuál es su futuro? La supervivencia y evolución de la especie dependen de tres factores externos relacionados: el impacto humano, la disponibilidad de recursos y la variación ambiental del hábitat. En principio, se cree que el establecimiento y la ampliación de las reservas naturales, junto con el control de la caza furtiva, fueron positivos para el oso. Sin embargo, el abandono de la zona rural está generando un nuevo problema: la escasez de comida. Además, los investigadores opinan que una continua subida del número de osos puede aumentar el riesgo de sobreexposición al hombre, así como favorecer su extensión geográfica, abriéndose un "escenario incierto". "Sólo una mejor comprensión de la dinámica del oso puede asegurar la conservación de esta valiosa especie", concluyen los biólogos, que aclaran que ese comportamiento no es grupal, sino individual: depende de la edad, el sexo y si pertenece o no a una familia.

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