No es fácil determinar los límites de un organismo que tiene un metabolismo propio, que cambia con las horas del día o los días de la semana y no es igual un jueves que un sábado. Manuel Carrero de Roa es arquitecto urbanista y está hablando del centro de Asturias, de su ordenación como sistema metropolitano integrado y de la dificultad para precisar dónde empieza y dónde acaba este organismo policéntrico híbrido entre lo agrario y lo urbano que ha ido "colonizando" y alterando, las más de las veces sin control, un territorio previo de base agraria organizado alrededor de la casería. Que además se mueve, pero que no se mueve igual los fines de semana -y aquí hay una mirada a una tarde de sábado en un centro comercial del centro de Asturias- que los laborables.

En la cuarta sesión del ciclo de disertaciones sobre el área central que conjuntamente promueven el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea) y el Colegio de Arquitectos de Asturias, el experto se arriesgó ayer, sin embargo, a buscar una herramienta precisa de delimitación. Con un rotulador de trazo más fino que el habitual, expone su "reivindicación inexclusable de que no ha de ser el concejo, sino la parroquia, la unidad territorial pertinente para establecer los límites del área metropolitana". Carrero, funcionario del cuerpo de arquitectos del Principado, doctorado cum laude con su minucioso análisis de la perniciosa urbanización difusa de la Asturias central, tiene un método alternativo de demarcación. Más fino. "Es difícil de sostener", ejemplifica, que dos municipios grandes y diversos como Aller y Lena estén enteros dentro de la zona que el Principado pretende ordenar con una propuesta inicial que abarca 29 municipios completos. Carrero afina, acorta el plano hacia la parroquia como unidad mínima de organización administrativa tradicional de Asturias y propone una herramienta que clasifica la condición urbana de cada una de ellas en función de cuatro criterios, densidad de población, intensidad de ocupación del espacio, distribución de la población por sectores y movilidad obligada de sus habitantes. Eso da distintos niveles de concentración urbana, y un resultado con 244 parroquias de 34 concejos, 1.968 kilómetros cuadrados y más de 880.000 habitantes.

Delimitar con esa precisión, dirá pronto el arquitecto, es el paso previo indispensable para ordenar, para avivar el paso hacia un objetivo final en el que hará falta una "inevitable gobernanza conjunta" para introducir "orden y coherencia" en el "crecimiento difuso" y desmandado, pecado original del área metropolitana. Manuel Carrero se detuvo un tiempo en el análisis de esta "colonización" anómala que hizo visible proyectando la diapositiva de unas vacas pastando en un campo de fútbol vecino de una urbanización difusa de planta reciente. Es en las zonas "más difusas" del área, frutos de "un tratamiento urbanístico caótico" y de las superposiciones anómalas sobre el poblamiento tradicional, donde "se juega buena parte del futuro del área metropolitana", donde entra en juego la necesidad de la gobernanza bajo cualquiera de las fórmulas de un "tratamiento territorial superior".

Es ésta zona metropolitana policéntrica, añade, con un comportamiento distinto del de las otras españolas de su clase -Vigo-Pontevedra, Alicante-Elche, la Bahía de Cádiz-. A diferencia de ellas, ésta "no tiende a expandirse, sino que se concentra, en parte porque aquí venimos de un nivel de dispersión muy alto", explica. La asignatura esencial de poner orden en la ruralidad invadida por el urbanismo caótico se explica, al decir de Carrero, echando un vistazo alrededor y descubriendo las "alteraciones para la sostenibilidad" en términos de "consumo de suelo", "banalización del paisaje por la traslación de los usos urbanos", "ineficiencia de los servicios públicos" -como las farolas "que no iluminan nada en todos los caminos"- o "abandono de las actividades agrarias".

Por esos caminos alcanza el arquitecto un inventario de desafíos de futuro plenamente aplicables al proceso recién emprendido por el Principado para ordenar el área metropolitana central de Asturias. La lista, corta pero compleja, habla de "contener el crecimiento difuso", de "la regeneración de las zonas urbanas consolidadas con visión de futuro" y, dado el atractivo de lo agrario que ha determinado la "colonización", también la "ordenación de los núcleos rurales". Rehabilitarlos es, resume, "uno de los grandes retos del área metropolitana a corto plazo. De lo contrario, tendremos un problema muy importante cuando toda esa población demande equipamientos y no tengamos recursos para poder atenderla".