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CARLOS GARCÍA-OCHOA | Andrólogo | Arquitectura personal (y 2)

"Las famosas mayores de 40 años se embarazan con óvulos de donante"

"El papel de la mujer cambió tanto que ahora el problema de impotencia no se calla, se afronta y se lleva al médico"

García-Ochoa, en la puerta del teatro Jovellanos de Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Carlos García-Ochoa (Gijón, 1953), andrólogo, acaba de jubilarse del Centro de Fecundación In Vitro de Asturias (Cefiva), del que fue uno de los fundadores. Hijo del director de la Fábrica de Tabacos, mediano de tres hermanos, quedó huérfano a los 16 años, lo que le llevó a madurar antes. Conoció a su mujer a los 17 años. Estudió Medicina en la conflictiva Universidad de Oviedo de inicios de los años setenta. Tiene dos hijos.

-¿Acabada Medicina sabía qué especialidad quería hacer?

-Conseguí una ayudantía en urología en el ambulatorio Puerta de la Villa, donde estuve de 1979 a 1991. En seguida pasé a la andrología, a los problemas de fertilidad. En esa época nos dieron el título de urología de la Universidad de Oviedo por el Mesto, una manera de acceder a la especialidad diferente al MIR.

-¿Por qué andrología?

-Por una pareja que en 1982 me dijo que no podía tener hijos. No había nada de eso, la infertilidad masculina no existía, el hombre no se hacía análisis de semen -¡hasta ahí podíamos llegar!- y la impotencia no se consultaba casi nunca. El papel de la mujer cambió tanto que ahora si hay un problema de impotencia la pareja lo afronta y lo lleva al médico. Antes se callaba.

-¿Y cuándo se consultaba?

-Comprábamos en Barcelona un medicamento que se llamaba Papaverina que se inyectaba en el pene y producía una erección inmediata. Tenía efectos secundarios. En caso de que no bajara la erección después de cuatro horas había que poner unas palomillas en el pene y con unas agujas drenar la sangre.

-¿Cómo empezó a formarse en esa especialidad?

-Empecé a recopilar libros sobre el asunto y fui a ver al doctor Castellanos, en Avilés, que era el que se dedicaba algo a esto. En seguida marché a la Fundación Puigvert de Barcelona.

-¿Cómo hizo?

-Descolgué el teléfono y fui admitido como visitante. Cada vez que tenía vacaciones iba allí. Luego empecé a costearme la asistencia a congresos nacionales e internacionales. Me fui formando a machamartillo, aprendiendo técnicas. Me sentía un Indiana Jones, abriendo camino. En 1986 monté una consulta en la calle León y me dedicaba a inseminaciones artificiales.

-En 1989 fundaron Cefiva (Centro de Fertilización In Vitro de Asturias). ¿Cómo fue?

-Nos reunimos y nos presentamos después de una charla en la Caja de Ahorros en Oviedo. Pedro de la Fuente estaba en Maternidad del HUCA dedicado a la fertilidad de la mujer, Castellanos tenía una consulta privada de andrología en Avilés. Fuimos a buscar al doctor Lastra, pionero de la ecografía, y con una bióloga que trabajaba en Madrid montamos la décima clínica de fecundación in vitro (FIV) de España.

-¿Qué hacían al principio?

-Fecundar mujeres con trompas obstruidas. El primer año fecundamos 25. Costó lograr el primer embarazo. Nació en Cabueñes en 1991 y se llamó Eduardo.

-Entonces no había estreno simultáneo de técnicas.

-No. La primera niña por FIV fue Louise Brown, en 1982, en Londres. En España el primer caso fue en torno a 1985. Sacar óvulos, fertilizarlos, ver el embrión y meterlo dentro del útero era una gozada. Durante años nuestro trabajo fue ciencia ficción.

-¿Luego qué vino?

-La inyección del espermatozoide al óvulo, que aprendí en Barcelona y Bruselas. Benefició a los hombres que tenían pocos espermatozoides o no tenían e íbamos al testículo por ellos, y trabajamos con parapléjicos que no eyaculaban.

-¿Cuál era el beneficio?

-No tenían que recurrir al banco de semen. Era apasionante. Luego lavábamos el semen de pacientes con sida para evitar la transmisión. Más tarde hicimos diagnóstico genético preimplantacional, seleccionando embriones sanos para personas portadoras de enfermedades genéticas.

-¿Y la vida personal?

-A este trabajo no va uno solo, sino en equipo, y una mujer ovula cuando ovula y da igual que sea sábado o domingo. Durante años trabajamos de sol a sol, y perdimos bodas, bautizos y comuniones. Y tuvimos que formamos. Soy embriólogo senior por la European Society of Human Reproduction and Embryology. Así lo hice hasta que me dediqué a ser listo y formar gente para poder trabajar a gusto en el laboratorio.

-Tiene dos hijos.

-Juan, de 32 años, ingeniero industrial en Duro Felguera, casado, y Miguel, que acaba de cumplir 31, hizo Administración de Empresas y trabaja en Cigna, una compañía de seguros médicos en Filadelfia. Se casará el año que viene. No tengo nietos.

-¿Fue un padre presente?

-Sí. Mis hijos nos llaman una o dos veces al día, y eso dice algo. Lola y yo los educamos en libertad. A los 17 años hicieron un año sabático en EE UU para que aprendieran a moverse en la vida. Creo que no tienen queja. Siempre había golf. El mayor fue campeón de España por equipos dos o tres veces. Desde los 12 años fuimos a competiciones y jugamos juntos y es un deporte que une porque hablas de algo en común.

-¿Se jubila de verdad?

-Seré asesor científico en el Cefiva para aprovechar la experiencia que tengo después de 30 años, pero sé que en un tiempo voy a quedar obsoleto. Salgo de la primera línea.

-¿Cómo lo lleva?

-De cine. Cuando me dedico a algo doy el cien por cien, y cuando no, intento no tener problemas. Llevaba la gestión y da muchas preocupaciones, los productos son carísimos y quince familias dependen de la clínica. Nuestra especialidad es estresante porque no tiene el éxito asegurado.

-¿Hasta qué punto?

-Una paciente en las mejores condiciones -menos de 35 años, con obstrucción de trompas y una pareja con calidad de semen- no tiene más del 40-50% de posibilidades de quedarse embarazada en un intento. Ahora las mujeres retrasan la maternidad y el porcentaje baja. De cada diez pacientes, embarazas a cuatro. La mujer va muy pronto al médico, a los 18 años, y el ginecólogo debería explicarle esto para que luego decida ella libremente.

-¿Explicarle qué?

-El periodo fértil de la mujer es máximo a los 25 años. A los 35 sigue produciendo óvulos, pero cada vez menos y de peor calidad. El embrión también será de peor calidad y sin él no hay embarazo. En cuatro intentos, el 80% se embaraza, pero siempre que tenga calidad embrionaria. Una mujer con 38 años es joven, pero su ovario no. A los 40 años la fertilidad cae de manera abismal. En nuestra clínica llevamos tres años sin embarazar a una paciente mayor de 45 años con sus propios óvulos. Hay famosas que se embarazan con más de 40 años, pero no se cuenta que recurren a óvulos de donante.

-Siempre se pueden congelar óvulos.

-Sí, pero a edades tempranas. Tienes que congelar muchos óvulos y a los 33 años como mucho.

-A cambio, en su especialidad no se muere.

-Ya, pero para las parejas jóvenes que no quedan embarazadas es muy importante. Hay mucho dolor. Con nosotros se desahogan y quizá a veces se necesite un profesional para el acompañamiento psicológico.

-¿Desde cuándo usa usted pajarita?

-Desde 1982, cuando un amigo de Lérida me regaló un lazo en un congreso en Palma de Mallorca. Fuimos amigos hasta su muerte. En verano la quitaba y ahora la quito cada vez más.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida hasta ahora?

-Me asusto de lo bien que me ha tratado la vida, la vivo intensamente desde hace muchos años. Tengo un Morgan de 1956 con el que viajo por España y Europa con mi mujer. Hace ocho años empecé a volar en globo y he ido al Kilimanjaro y sobrevolado el Círculo Polar Ártico. Iba con mi amigo Juan Cobos, que murió. Si puedo, volaré en Birmania con Carlos Meana.

-Su ayuda a Mozambique.

-En 1993 vinieron refugiados de la guerra de Bosnia. Con el arquitecto Vicente Díez Faixat y otros llevamos seis tráileres de ayuda asturiana a Mostar. Allí, María Neira me habló de Mozambique. A los tres meses fuimos mi mujer y yo con un cargamento de medicamentos y conocí el Cuarto Mundo. No tenían nada. Un barco de Pescanova que pescaba langostinos en la zona me llevó la mercancía durante años. Desde entonces pido 100 euros a los amigos de impuesto revolucionario, organizo un torneo de golf y mandamos ese dinero a monjas y curas que lo destinan a que estudien el Bachillerato, a una guardería de 0 a 6 años, cuando hay tanta mortalidad, y a recomprar chicas a los traficantes, a las que enseñan enfermería para que puedan ser independientes.

-¿Le falta tiempo?

-Sí, estoy retomando la guitarra, voy a recibir clases de canto y tengo en la cabeza aprender las canciones de Joan Baptista Humet, un poeta magnífico al que conocí en los años setenta en una discoteca de Piedras Blancas.

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